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– Ro, si tienes que decir algo, dilo ahora. ¿Mataste a Rebecca Verloren? ¿Estuviste allí esa noche?

Bosch se inclinó hacia delante. Si Mackey dijo algo quedó ahogado por el sonido de otro coche que pasaba. Cuando Bosch se echó atrás para mirarlo otra vez, parecía muerto. Bosch puso dos dedos en el lado ensangrentado del cuello de Mackey y no logró encontrar el pulso.

– ¿Ro? Roland, ¿sigues conmigo?

El único ojo sano estaba abierto, pero a media asta. Bosch acercó la linterna y no vio movimiento de pupilas. Había muerto.

Bosch salió cuidadosamente de debajo del camión. Rider estaba esperando allí, con los brazos cruzados ante el pecho.

– La ambulancia está en camino -dijo Rider.

– Diles que no vengan. -Le devolvió a Rider la linterna.

– Harry, si crees que está muerto, el personal médico lo confirmará.

– No te preocupes, está muerto. Se meterán allí debajo y arruinarán la escena del crimen. Avisa de que no vengan.

– ¿Ha dicho algo?

– Me ha parecido que decía «Chatsworth». Nada más. Nada más que haya podido oír.

Ella parecía estar paseando, en un metro de terreno, moviéndose adelante y atrás con nerviosismo.

– Oh, Dios -dijo ella-. Creo que me voy a marear.

– Entonces vete atrás, lejos de la escena.

Rider se alejó hacia la parte trasera de su coche. Bosch también se sentía mareado, pero sabía que no iba a vomitar. No había sido ver el cuerpo desgarrado y roto de Mackey lo que había causado la subida de la bilis a su garganta. Bosch, como Rider, había visto cosas mucho peores. Eran las circunstancias las que lo mareaban. Instintivamente, sabía que no había sido un accidente. Había sido un asesinato. Y él lo había puesto en marcha todo.

Estaba mareado porque acababa de conseguir que mataran a Roland Mackey. Y con esa muerte podría haber perdido también la mejor conexión con el asesino de Rebecca Verloren.

TERCERA PARTE. LA OBSCURIDAD ESPERA

32

La rampa de entrada a la autovía Ronald Reagan de Tampa Avenue estaba cerrada y el tráfico era desviado por Rinaldi hasta la entrada de Porter Ranch Drive. Todo el acceso a la autovía estaba obstruido por vehículos oficiales de la policía. La División de Investigaciones Científicas del Departamento de Policía de Los Ángeles, la Patrulla de Autopistas de California y la Oficina del Forense estaban representadas, junto con miembros de la unidad de Casos Abiertos. Abel Pratt había hecho llamadas y había facilitado las cosas para que la unidad asumiera el caso. Puesto que el asesinato de Roland Mackey se había producido en la entrada de una autovía estatal, el caso técnicamente pertenecía a la jurisdicción de la Patrulla de Autopistas de California. Sin embargo, la patrulla de autopistas estaba más que satisfecha de cederlo, sobre todo porque la muerte era vista como parte de una investigación en curso del Departamento de Policía de Los Ángeles. En otras palabras, se iba a permitir que el departamento limpiara su propia basura.

El jefe del cuartel local de la PAC ofreció su mejor experto en accidentes de la brigada, y Pratt aceptó la oferta. Además, Pratt había reunido algunos de los mejores profesionales de quu podía disponer el departamento, todo ello en plena noche.

Bosch y Rider pasaron la mayor parte del tiempo de la investigación de la escena del crimen sentados en la parte de atrás del coche de Pratt, donde fueron interrogados en profundidad por su superior y después por Tim Marcia y Rick Jackson, que fueron llamados a sus casas para dirigir la investigación de la muerte de Mackey. Puesto que Boch y Rider habían de algún modo tomado parte de algunos de los acontecimientos y eran testigos de otros, se determinó que no podían ser los encargados del caso. Se trataba de una formalidad técnica, pues estaba claro que Bosch y Rider iban a seguir con la investigación del caso Verloren, y al hacerlo obviamente perseguirían al asesino de Roland Mackey.

Alrededor de las tres de la mañana los investigadores forenses se reunieron con los detectives de homicidios para repasar la información recopilada hasta entonces. El cadáver de Mackey acababa de ser sacado de debajo del camión y la escena había sido fotografiada, grabada en video y dibujada a conciencia. Ya se consideraba una escena abierta y todos podían caminar con libertad por ella.

Pratt pidió al investigador de la PAC, un hombre alto llamado David Allmand, que empezara. Allmand utilizó un puntero láser para delinear hs marcas de neumáticos en la carretera y la gravilla que a su entender estaban relacionadas con la muerte de Mackey. También señaló la parte trasera del camión grúa, donde habían dibujado con tiza círculos en torno a varios arañazos, abolladuras y golpes en la pesada puerta de acero. Su conclusión era la misma a la que habían llegado Bosch y Rider al cabo de segundos de encontrar a Mackey. Había sido asesinado.

– Las marcas de los neumáticos nos dicen que la víctima detuvo el camión grúa en el arcén, a unos treinta metros al oeste de este punto -explicó Allmand-. Probablemente lo hizo para esquivar al vehículo averiado. El camión grúa retrocedió después por el arcen hasta esta posición de aquí. El conductor puso la transmisión en bloqueo y echó el freno de mano antes de salir del camión. Si tenía prisa, como indica parte de la información secundaria, podría haber ido directamente a la parte de atrás para bajar el material de arrastre. Fue entonces cuando lo embistieron.

»El coche averiado obviamente no estaba averiado. El conductor pisó a fondo el acelerador y arrancó, arrollando al conductor del camión contra la parte posterior de su vehículo y el gancho de la grúa. Para preparar la maniobra, la víctima se habría inclinado para soltar el gancho. Probablemente estaba haciendo eso cuando fue golpeado, lo cual explicaría las heridas en 1a cabeza. Golpeó de cara en el gancho. Hay sangre en el brazo del gancho.

Allmand hizo un barrido con la luz roja del láser sobre el engranaje del gancho de la grúa para ilustrar su explicación.

– El coche retrocedió -continuó el investigador-. Y eso es lo que provocó las marcas estriadas de los neumáticos en el asfalto. Luego aceleró para un segundo golpe. La víctima probablemente ya había recibido una herida fatal del primer impacto, pero seguía con vida. Es probable que cayera al suelo después del primer golpe y con sus últimas fuerzas se metiera debajo del camión para evitar un segundo impacto. Y por supuesto, la víctima sucumbió a sus heridas mientras estaba debajo del camión.

Allmand hizo una pausa para permitir que le plantearan preguntas, pero su intervención fue acogida con un macabro silencio. A Bosch no se le ocurrió ninguna pregunta. Allmand concluyó su informe señalando dos líneas de neumáticos hechas en la gravilla y el asfalto.

– La rueda del vehículo que golpeó no es muy ancha -dijo-. Eso reducirá algo las posibilidades. Probablemente será un coche de importación. He tomado medidas, y en cuanto consulte los catálogos de los fabricantes podré elaborar una lista de los coches que pueden haber dejado estas marcas. Se lo comunicaré.

Al ver que nadie decía nada, Allmand usó su láser para rodear una pequeña mancha de aceite en el asfalto.

– Además, el vehículo que golpeó perdía aceite. No mucho, pero sí resulta importante para que un fiscal sepa cuánto tiempo esperó aquí el asesino a la víctima, podríamos cronometrar la filtración una vez que se recupere el vehículo y obtener una estimación del tiempo que habría hecho falta para dejar aquí esta pequeña mancha.

Pratt asintió.

– Es bueno saberlo -dijo.

Pratt le dio las gracias a Allmand y solicitó al ayudante del forense, Ravi Patel, que expusiera su informe del examen preliminar del cadáver. Patel empezó enumerando las múltiples fracturas óseas y heridas que resultaban obvias tras un examen externo del cadáver. Explicó que el impacto probablemente fracturó el cráneo de Mackey, le aplastó la órbita de su ojo izquierdo y le dislocó la mandíbula. Las caderas y el costado izquierdo del torso de la víctima se aplastaron. El brazo y el muslo izquierdos también estaban rotos.