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– Es probable que estas heridas se produjeran en un impacto inicial-dijo-. La víctima probablemente estaba de pie y el impacto provino del lado trasero derecho.

– ¿Podría haber conseguido meterse debajo del camión? -preguntó Rick Jackson.

– Es posible -respondió Patel-. Hemos visto que el instinto de supervivencia permite a la gente hacer cosas increíbles. No lo sabré hasta que lo abra, pero lo que solemos ver en casos como éste es que la compresión perfora los pulmones. Los pulmones se llenan de sangre. Tarda un poco. Podría haber reptado a lo que creía que era un lugar seguro.

«Y ahogarse en el arcén de la autopista», pensó Bosch.

El siguiente en exponer su informe fue el investigador jefe de la División de Investigaciones Científicas, que resultó ser el hermano de Ravi Patel, Raj. Bosch conocía a ambos de casos anteriores y sabía que los dos estaban entre los mejores.

Raj Patel expuso los aspectos esenciales de la investigación de la escena del crimen e informó de que los esfuerzos de Mackey para salvar su vida al meterse debajo del camión podrían en útima instancia permitir a los investigadores capturar a su asesino.

– El segundo impacto en el camión se produjo sin el cuerpo como parachoques, por así decirlo. Fue metal contra metal. Tenemos transferencia de metal y pintura y hemos recogido diversas muestras. Si encontramos el vehículo del asesino, podremos relacionarlo con el caso con un ciento por ciento de precisión.

Bosch pensó que era rayo de luz en medio de tanta oscuridad.

Después de que Patel concluyera su informe, los reunidos en la escena del crimen empezaron a dispersarse. Los investigadores se encaminaron a cumplir diversos cometidos que Pratt quería llevar a cabo antes de que toda la unidad se reuniera en el Pacific Dining Car a las nueve de la mañana para discutir el caso.

A Marcia y Jackson se les asignó el registro del domicilio de Mackey, lo cual implicaría despertar a un juez y conseguir que firmara una orden judicial, porque Mackey compartía la casa con William Burkhart, y Burkhart era un posible sospechoso en el asesinato. La casa -en la cual se presumía que estaba Burkhart- se hallaba bajo vigilancia en el momento en que Mackey fue interceptado en la autovía. Sin embargo, Burkhart podía haber enviado a alguien a ejecutar el asesinato y era visto como sospechoso hasta que se le eximiera de implicación.

Una de las primeras llamadas que Bosch y Rider habían hecho después de encontrar a Mackey debajo del camión grúa había sido a Kehoe y Bradshaw, los dos detectives de Robos y Homicidios que vigilaban la casa de Mariano Street. Ellos inmediatamente entraron en la casa y pusieron bajo custodia a Burkhart y a una mujer identificada como Belinda Messier. Ambos estaban esperando para ser interrogados en el Parker Center, y Bosch y Rider consiguieron ese encargo de Pratt.

Sin embargo, al volverse para subir por la pendiente de la salida de la autovía hacia el coche de Rider, Pratt les pidió que esperaran. Se acercó a ellos y les habló de modo que no pudiera oírles nadie más presente en la escena del crimen.

– Supongo que no hace falta que os diga que van a saltar chispas con esto -advirtió.

– Lo sabemos -dijo Rider.

– No sé qué forma tomará la investigación, pero creo que podéis contar con que la habrá -dijo Pratt.

– Estaremos preparados -dijo Rider.

– Puede que queráis hablar de eso de camino al centro -propuso Pratt-. Para asegurar que todos estamos en la misma sintonía.

Bosch sabía que Pratt les estaba diciendo que cuadraran sus historias para que pudieran ser presentadas al unísono y del modo en que mejor les sirviera, incluso si eran interrogados por separado.

– No se preocupe -dijo Rider.

Pratt miró a Bosch y después apartó la mirada, dirigiéndola de nuevo al camión grúa.

– Lo sé -dijo Bosch-. Soy un novato. Si alguien ha de cargar con la culpa por esto, seré yo. No pasa nada. Todo fue idea mía.

– Harry -dijo Rider-. Eso no…

– Era mi plan -dijo Bosch, interrumpiéndola-. Soy el culpable.

– Bueno, quizá no hagan falta culpables -dijo Pratt-. Cuanto antes resolvamos esto mejor para todos. El éxito hace que la basura se marche por el desague. Así que encerremos a ese cabrón a la hora de desayunar.

– Hecho, jefe -dijo Rider.

Al subir la cuesta, Bosch y Rider no hablaron.

33

El Parker Center estaba desierto cuando llegaron Bosch y Rider. A pesar de que muchas unidades de investigación operaban desde el edificio que albergaba el cuartel general, sobre todo estaba ocupado por el personal de mando y los servicios de apoyo. El edificio no cobraba vida hasta después de que amaneciera. En el ascensor, Bosch y Rider se separaron. Bosch fue directamente a la División de Robos y Homicidios de la tercera planta para relevar a Kehoe y Bradshaw mientras Rider hacía una parada en la oficina de la unidad de Casos Abiertos para coger el archivo con la información que había reunido antes sobre William Burkhart.

– Te veo enseguida -le dijo a Bosch cuando éste salió del ascensor-. Espero que Kehoe y Bradshaw hayan hecho café.

Bosch dobló la esquina de la zona de espera de los ascensores y se dirigió por el pasillo hasta las puertas de doble batiente de Robos y Homicidios. Una voz lo detuvo desde atrás.

– ¿Qué le dije de los recauchutados?

Bosch se volvió. Era Irving, que llegaba desde el pasillo opuesto. No había nada en aquella dirección más que los servicios informáticos. Bosch supuso que había estado esperandole en el pasillo. Trató de no demostrar sorpresa por el hecho de que aparentemente Irving ya estuviera al corriente de lo que había ocurrido en la autovía.

– ¿Qué está haciendo aquí?

– Oh, quería empezar temprano. Va a ser un gran día.

– ¿Ah, sí?

– Sí. Y le haré una advertencia justa. Por la mañana la prensa estará alertada de esta cagada suya de medianoche. Los periodistas sabrán cómo usó a este tipo, Mackey, de cebo, sólo para conseguir que lo mataran de la forma más horrible. Preguntarán cómo se aceptó la entrada en el departamento de un detective retirado para que hiciera esto. Pero no se preocupe. Lo más probable es que esas preguntas se las planteen al Jefe de policía que puso todo esto en marcha.

Bosch se rió y sacudió la cabeza, como si no sintiera la amenaza.

– ¿Eso es todo? -preguntó.

– También instaré al jefe de la División de Asuntos Internos para que abra una investigación acerca de cómo condujo este caso, detective Bosch. Yo que usted no me acostumbraría demasiado a haber vuelto.

Bosch dio un paso hacia Irving, esperando volver hacia él parte de la amenaza.

– Bien, jefe, hágalo. Espero que también prepare al jefe para lo que diré a sus investigadores así como a los periodistas respecto a su culpabilidad en todo esto.

Hubo una larga pausa antes de que Irving mordiera el anzuelo.

– ¿Qué tonterías está diciendo?

– Este hombre del que le preocupa tanto que fuera usado como cebo fue dejado en libertad hace diecisiete años por ustedes, jefe. Quedó en libertad para que usted pudiera hacer un trato con Richard Ross. Mackey debería haber estado en prisión. En cambio, utilizó la pistola de uno de sus pequeños robos para matar a una chica inocente de dieciseis años.

Bosch esperó, pero Irving no dijo nada.

– Es cierto -dijo Bosch-, puede que yo tenga las manos manchadas con la sangre de Roland Mackey, pero usted, las tiene manchadas con la de Rebecca Verloren. ¿Quiere ir a los medios y a Asuntos Internos con eso? Bien, inténtelo lo mejor que pueda, y ya veremos que ocurre.

Irving demudó el semblante. Dio un paso hacia Bosch hasta que sus rostros estuvieron a sólo unos centímetros.

– Se equivoca, Bosch. Entonces se eximió de culpabilidad en el caso Verloren a todos esos chicos.

– ¿Sí? ¿Cómo? ¿Quién los eximió? Green y García seguro que no. Usted los sacó de en medio. Como al padre de la chica. Usted y uno de sus sabuesos lo apartaron del camino también a él. Bosch señaló con un un dedo al pecho de Irving-. Dejó que asesinos quedaran libres para poder mantener a salvo su pequeño trato.