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Se encendió la pantalla. La imagen mostraba el interior de la limusina. Estaba muy oscuro, una condición necesaria para usar el Luma-lite. La prueba que se hacía con un láser muy potente convertía en visibles muchas cosas de la escena del crimen.

Liz movió el ratón y los agentes esperaron mientras la flecha se movía por la pantalla.

– Empezamos utilizando una sola fuente de luz, sin usar reactivos. Buscábamos la fluorescencia intrínseca y después pasamos a una serie de polvos y tinturas.

– Dijiste que habías encontrado algunas cosas interesantes, ¿no es así? -El tono de Sawyer sonó un poco impaciente.

– Algo lógico en un espacio cerrado como éste, si tienes en cuenta lo que pasó. -La joven miró por un segundo la limusina mientras llevaba la flecha del ratón hasta lo que parecía el asiento trasero del vehículo. Apretó unas cuantas teclas más y aparecieron primero unas cuadrículas y a continuación la imagen señalada fue aumentando hasta resultar visible. Sin embargo, del hecho de ser visible a ser identificable distaba un abismo.

– ¿Qué coño es eso? -preguntó Sawyer.

Parecía un hilo de algún tipo pero, ampliado como estaba, tenía el grosor de un lápiz.

– En términos sencillos, una fibra. -Liz apretó una tecla y el objeto apareció en una imagen tridimensional-. Por lo que se ve, diría que es lana, animal, auténtica, nada de sintética, y de color gris. ¿Les recuerda algo?

Jackson chasqueó los dedos.

– Sidney Archer vestía una chaqueta aquella mañana. -De color gris.

– Así es -afirmó Sawyer.

Liz volvió a mirar la pantalla y asintió pensativa.

– Una chaqueta de lana. Encaja bastante bien.

– ¿Dónde la has encontrado exactamente, Liz? -preguntó Sawyer.

– En el lado izquierdo del asiento trasero, en realidad un poco más hacia el centro. -Con el ratón trazó una línea en la pantalla que medía la distancia desde el punto donde estaba la fibra hasta el extremo izquierdo del asiento trasero-. Sesenta y siete centímetros y medio hasta el borde del asiento, y diecisiete y medio contando del asiento hacia arriba. Con esa ubicación parece lógico que proceda de una chaqueta. También recogimos algunas fibras sintéticas junto a la puerta del lado izquierdo. Corresponden a las prendas que vestía el hombre muerto que ocupaba esa posición. -Se volvió otra vez hacia la pantalla-. No nos hizo falta el láser para encontrar las otras muestras. Se veían con toda claridad. -Cambió la pantalla y Liz empleó el ratón para señalar varios pelos.

– Deja que lo adivine -dijo Sawyer-. Largo y rubio. Natural, no teñido. Encontrados muy cerca de la fibra.

– Muy bien, Lee, todavía podremos hacer un buen científico de ti. -Liz sonrió complacida-. Después utilizamos un leucocristal violeta para identificar la sangre. Como te puedes imaginar, encontramos litros. El trazado de la dispersión es muy evidente y en realidad muy explicativo en este caso, una vez más debido a las pequeñas dimensiones de la escena del crimen.

Los agentes miraron la pantalla donde ahora el interior de la limusina resplandecía en una infinidad de lugares. Por un momento pareció como si estuvieran en el interior de una mina y las pepitas de oro brillaran en cada grieta. Liz señaló varias manchas con la flecha.

– Mi conclusión es que el caballero encontrado en el suelo del asiento trasero estaba o bien sentado mirando hacia atrás o con el rostro vuelto en parte hacia la ventanilla del lado derecho. La herida estaba muy cerca de la sien derecha. La dispersión de sangre, huesos y tejidos fue considerable. El asiento trasero está cubierto con los restos.

– Sí, pero aquí hay un hueco muy evidente. -Sawyer señaló el lado izquierdo del asiento trasero.

– Efectivamente, tienes buen ojo -afirmó Liz. Volvió a utilizar la línea para medir-. Encontramos las muestras distribuidas con bastante uniformidad en el asiento trasero. Eso me lleva a creer que la víctima -consultó las notas que tenía junto al ordenador-, Brophy, se había vuelto hacia su izquierda. Eso dejaría la zona de la herida, la sien derecha, directamente frente al asiento trasero, lo que explicaría la abundante dispersión en el asiento trasero.

– Como la metralla de un mortero -comentó Sawyer con un tono seco.

– No es un término técnico, pero no está mal para un lego, Lee. -Liz enarcó las cejas y después añadió-: Sin embargo, en la mitad izquierda del asiento prácticamente no hay restos, no hay sangre, tejidos o fragmentos de huesos en casi un metro veinte. ¿Por qué? -Miró a los dos agentes como una maestra que espera que sus alumnos comiencen a levantar las manas.

– Sabemos que una de las víctimas estaba sentado en el extremo del lado izquierdo: Philip Goldman -respondió Sawyer-. Lo encontraron allí. Pero era un tipo de constitución normal. No podía ocupar tanto lugar. Por el tamaño del hueco, los pelos y la fibra que has recogido, debemos suponer que había otra persona sentada junto a Goldman.

– Yo también lo interpreté de esa manera -señaló Liz-. La herida de Goldman debió echar una buena cantidad de residuos. Y una vez más, nada en el asiento a su lado. Eso refuerza la conclusión de que había alguien más sentado allí y que recibió toda la rociada. Una muy poco agradable. Si me hubiese tocado a mí, me habría estado en la bañera una semana, toco madera.

– Chaqueta de lana, pelo rubio… -comenzó a decir Jackson.

– Y esto -le interrumpió Liz, que señaló la pantalla. Todos miraron mientras cambiaba la imagen. Una vez más vieron el asiento trasero. El cuero aparecía roto en varios lugares. Tres líneas paralelas iban de adelante a atrás hasta un punto muy cerca de donde habían encontrado a Goldman. Casi en la mitad de las líneas había un objeto solitario. Los agentes miraron a Liz.

– Eso es parte de una uña. No hemos tenido tiempo para hacer un análisis de ADN, pero es evidente que pertenece a una mujer.

– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Jackson.

– No es tan complicado, Ray. Es una uña larga, atendida por una manicura y pintada. No es algo habitual en los hombres.

– Ah.

– Las líneas paralelas en el cuero…

– Rasguños -afirmó Sawyer-. Ella arañó el asiento y rasgó el cuero.

– Eso es. Sin duda, la mujer estaba dominada por el pánico -dijo Liz.

– No es de extrañar -señaló Jackson.

– ¿Alguna cosa más, Liz? -preguntó Sawyer.

– Oh, sí. Muchas. Huellas dactilares. Utilizamos MDB, un compuesto que es muy bueno para la fluorescencia de las huellas latentes cuando se usa un láser. También usamos una lente azul con el Luma-lite. Conseguimos muy buenos resultados. Eliminamos las huellas de las tres víctimas. Sus huellas estaban por todas partes. Es comprensible. Sin embargo, encontramos unas cuantas parciales, incluida una que coincide con los rasguños, algo que parece lógico. Y encontramos una que tiene un interés especial.

– ¿A qué te refieres? -le preguntó Sawyer, que olisqueó como un sabueso.

– Las ropas de Brophy estaban muy manchadas de sangre y otros residuos procedentes de la herida. El hombro derecho estaba cubierto de sangre. Parece lógico porque la hemorragia de la herida en la sien derecha debió ser intensa. Encontramos huellas de todos los dedos de una mano en la sangre del hombro derecho.

– ¿Cómo se explica eso? ¿Alguien intentó darle la vuelta? -preguntó Sawyer, intrigado.

– No, yo diría que no, aunque no tengo ninguna prueba para negarlo. Sin embargo, tengo el presentimiento, a juzgar por la huella de la palma de la mano, de que alguien, y sé que esto suena bastante raro dadas las circunstancias, que alguien intentó pasar por encima de él, o por lo menos que se encaramó sobre el tipo. Los dedos tan juntos, el ángulo de la palma y algunas cosas más sugieren con fuerza que eso fue lo que ocurrió.

– ¿Trepó por encima de él? -El tono de Sawyer no podía ser más escéptico-. Eso es mucho imaginar, ¿no crees, Liz? No puedes saberlo sólo por las huellas, ¿verdad?