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– Mi gente conoce su oficio, Lee. La prueba de residuos de pólvora es algo sencillo, aunque ya no lo hacemos porque un resultado positivo no siempre es acertado; hay demasiadas sustancias que en la práctica pueden dar un positivo falso. Sin embargo, la pistola tuvo que producir una cantidad de residuos bastante elevada, y el resultado fue negativo. Creo que podemos aceptarlo como bueno. Claro que podían llevar guantes.

– Ninguno de los muertos llevaba guantes -señaló Jackson.

– En efecto -asintió Liz, que miró a Sawyer, triunfante.

– ¿Encontraron más huellas en la pistola? -preguntó Sawyer sin hacer caso del tono.

– Una huella parcial de un pulgar. Correspondía a Parker, el chófer.

– ¿Nada más? -insistió Sawyer-. ¿Estás segura?

Liz permaneció en silencio. Su expresión era respuesta suficiente.

– Vale, así que la huella de Parker estaba borrosa. ¿Qué pasa con las de Archer? ¿Eran claras?

– Que yo recuerde, eran bastante claras. Aunque había algunas manchadas. Me refiero a la culata, el gatillo y el seguro. Las huellas en el cañón eran muy claras.

– ¿En el cañón? -Sawyer lo dijo casi para sí mismo. Miró a Liz-. ¿Ya tenemos el informe de balística? Me interesan mucho las trayectorias.

– En estos momentos están haciendo las autopsias. No tardaremos en tener los resultados. Les pedí que me avisaran. Seguramente te llamarán a ti primero, pero si no lo hacen te llamaré en cuanto los reciba. Supongo que querrás cerciorarte de que no han cometido ningún error -añadió Liz con un tono de sarcasmo.

– Gracias, Liz. Me has ayudado mucho.

El tono sarcástico del agente no pasó inadvertido para Liz y Jackson. Ensimismado, con los hombros caídos, Sawyer se alejó lentamente.

Jackson se quedó un momento más con Liz. La técnica se volvió hacia el agente.

– ¿Qué coño le pasa, Ray? Nunca me había tratado de esta manera.

Jackson permaneció en silencio hasta que por fin encogió los hombros.

– Pues la verdad, Liz, no sé qué contestarte -dijo, y siguió a su compañero.

Capítulo 51

Jackson entró en el coche y miró a su compañero. Sawyer estaba sentado en el asiento del conductor con las manos sobre el volante y la mirada perdida. Jackson miró la hora.

– Oye, Lee, ¿qué tal si vamos a comer? -Al ver que Sawyer no le respondía, añadió-: Invita la casa. No rechaces esta oferta. Podría no volver a repetirse en toda tu vida. -Jackson puso una mano sobre el hombro de su compañero y le dio un apretón amistoso.

Por fin, Sawyer le miró. Por un momento esbozó una sonrisa que desapareció casi en el acto.

– ¿Con que pretendes que te lleve a comer? Crees que esta vez la he jodido, ¿no es así, Raymond?

– Sólo me preocupo de que no estés delgaducho -replicó Jackson.

Sawyer soltó una carcajada y arrancó.

Jackson comía con apetito mientras Sawyer se limitaba a beber un trago de café de vez en cuando. El restaurante quedaba cerca de las oficinas centrales del FBI y la mayor parte de la concurrencia pertenecía a la institución. La pareja fue saludada por muchos colegas que comían un bocado antes de regresar a sus casas, o se preparaban para entrar de servicio.

– No estuvieron nada mal tus deducciones -comentó Jackson-, pero podrías haberte evitado la bronca a Liz. Ella sólo hace su trabajo.

– Puedes no cabrearte tanto si tu hijo llega tarde a casa o te ensucia el coche. Pero si alguien en el FBI quiere que lo mimen, entonces más le vale que se busque otro empleo -replicó Sawyer con una mirada feroz.

– Ya sabes a qué me refiero. Liz es muy buena en su trabajo.

La expresión de Sawyer se suavizó un poco.

– Lo sé, Ray. Le enviaré un ramo de flores. ¿Vale?

– ¿Cuál es nuestro próximo paso? -preguntó Jackson.

– No lo tengo muy claro. Ya he tenido otros casos que cambiaron en mitad de la investigación, pero ninguno como éste.

– No crees que Sidney Archer matara a esos tipos, ¿verdad?

– Aparte del hecho de que las pruebas físicas indican que no pudo hacerlo, no, no creo que lo hiciera.

– Pero nos mintió, Lee. Está la cinta. Estaba ayudando a su marido. Eso es algo que no puedes pasar por alto.

Sawyer volvió a sentirse culpable. Nunca antes le había ocultado información a un compañero. Miró a Jackson y entonces decidió contarle lo que le había dicho Sidney. Cinco minutos más tarde, Ray le miraba boquiabierto.

– Estaba asustada -dijo Sawyer, ansioso-. No sabía qué hacer. Estoy seguro de que quería contárnoslo desde el principio. Maldita sea, si supiéramos dónde está. Ahora mismo puede estar en peligro, Ray. -Sawyer descargó un puñetazo contra la palma de la mano-. Si acudiera a nosotros podríamos trabajar juntos. Resolveríamos el caso, lo sé.

Jackson se inclinó hacia delante con una expresión decidida.

– Escucha, Lee, hemos trabajado juntos en muchísimos casos, y siempre has mantenido las distancias. Veías las cosas tal cual eran.

– ¿Y crees que en este caso es diferente? -preguntó Sawyer con voz firme.

– Sé que es diferente. Has estado a favor de esta dama desde el principio. Y desde luego la has tratado de una manera muy distinta a como tratarías a cualquier sospechoso en un caso como éste. Ahora me sales con que te contó todo lo de la cinta y la conversación con el marido. Por si fuera poco, te lo callas. Coño, eso basta y sobra para que te expulsen del FBI.

– Si crees necesario dar parte, Ray, adelante. No te lo impediré.

– No soy quién para hundirte -gruñó Jackson-. Tú sólito lo estás haciendo bastante bien.

– Este caso no es diferente.

– ¡Y una mierda! -Jackson se inclinó todavía más sobre la mesa-. Lo sabes y eso es lo que te jode. Todas las pruebas señalan que Sidney Archer está implicada en unos crímenes muy graves, y sin embargo haces todo lo posible para buscarle una excusa. Lo hiciste con Frank Hardy, con Liz y ahora intentas hacerlo conmigo. No eres un político, Lee, eres un agente de la ley. Quizás ella no esté metida en todo, pero tampoco es un ángel. De eso no cabe la menor duda.

– ¿No estás de acuerdo con mis conclusiones sobre el triple homicidio?

– Al contrario, creo que tienes razón. Pero si esperas que crea que Archer es una niña inocente atrapada en una pesadilla kafkiana, entonces estás hablando con el agente equivocado. Tendría que ser muy burro para creer que Sidney Archer, por muy bonita e inteligente que sea, se salvará de pasar una buena parte del resto de su vida en la cárcel.

– ¿Así que eso es lo que crees? ¿Una tía bonita e inteligente que se cachondea de un agente veterano? -Jackson no respondió, pero la respuesta se reflejaba en su expresión-. ¿Un gilipollas viejo y divorciado que se la quiere tirar, Ray? Y no lo puedo hacer si es culpable. ¿Es eso lo que crees? -El tono de Sawyer comenzó a subir.

– ¿Por qué no me lo dices tú, Lee?

– Quizá tendré que tirarte por aquella ventana ahora mismo.

– Inténtalo si quieres -replicó Jackson.

– Cabrón, hijo de puta -dijo Sawyer con voz temblorosa.

Jackson tendió una mano y lo cogió por el hombro.

– Quiero que te aclares -gritó Jackson-. Si quieres acostarte con ella, cojonudo. ¡Espera a que se resuelva el caso y se demuestre que no es culpable!

– ¡Cómo te atreves! -gritó Sawyer a su vez mientras apartaba la mano de Jackson. Se levantó de un salto y cerró uno de sus enormes puños. Ya estaba a punto de descargar el golpe cuando se dio cuenta de lo que hacía. Algunos de los clientes contemplaban la escena asombrados. Los dos agentes se miraron fijamente hasta que por fin Sawyer, con la respiración agitada y los labios temblorosos, bajó el puño y volvió a sentarse.

Ninguno de los dos pronunció palabra durante varios minutos. Fue Sawyer el primero en romper el silencio.

– Mierda -exclamó con una expresión de vergüenza-, estaba seguro de que llegaría el momento en que lamentaría haber dejado de fumar. -Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, miró de frente a Jackson.