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Del trabajo Mathieu regresaba a su casa exhausto y abatido. May detestaba verlo frustrado sentado del otro lado de la mesa, ausente, masticando la comida. Había oído decir que los grandes jugadores de ajedrez, como Bobby Fischer, nunca se detenían a analizar nuevas posibilidades y combinaciones, prosiguiendo en cambio mentalmente una partida interminable. Obsesionado por problemas insolubles, Mathieu vivía en trance perpetuo, acosado, poseído, completamente alejado de la realidad. La compulsión era absoluta y tiránica, y no le dejaba ninguna tregua. Bajo la hirsuta cabellera que le caía sobre la frente, los ojos brillaban con la altiva luz de todos los fanáticos religiosos y revolucionarios. El parecido con Gauguin era notable. Igual estructura ósea el mentón, la boca, la nariz, la cualidad aventurera de la temeridad eran las mismas que las que figuraban en los autorretratos de Gauguin. Era la cara del eterno investigador y explorador, torturado por lo desconocido. Una vez, le había dicho: Cuando tratas con lo desconocido, es siempre lo desconocido quien está a cargo.

– Marc querido, honestamente, todo lo que pretendo es que me ames. Por supuesto, siempre que no traigas contigo a casa los horrorosos aparatos que sufren…

– ¿Cuáles aparatos que sufren? El único que sufre soy yo. Ni siquiera existen. Son física pura.

– Tienen pérdidas; lo sabes. Transpiran.

– Transpiran, sí. ¿Y qué? Malditos hidrópicos. Los envases aún no son completamente seguros. Estamos perdiendo un poco de energía. Se escapa. Resolveremos el problema.

– Vamos, Marc, como una variante, ¿porqué no fabricas algo simpático?

Marc gimió y cerró los ojos.

– ¿Algo simpático? ¡Es lo que se dijo sobre Gauguin, sobre Van Gogh, sobre los cubistas y los surrealistas! ¡Simpático! La ciencia se ha lanzado a descubrir de qué se trata lo que llaman universo, la fuerza de la vida, Dios, lo desconocido, el enigma… ¡Simpático, tu parles!

A pesar de todas las precauciones que tomaban respecto de la exhalación, hubo varios accidentes. Uno, muy difundido por la prensa, fue el caso de lo que se llamó "el muerto que resucitó con una canción". Este individuo era un dentista italiano, un amigo de Chávez, había sufrido un serio accidente de auto. Fueron a visitarlo al hospital, a llevarle flores y, además, el exhalador, portas dudas. Cuando el hombre murió se produjo una inversión temporaria de la dirección de la exhalación en fuga, debida a un error en el campo de la antigravitación, lo que llamaban el fenómeno de la "restitución secreta", o de la "antitracción". La exhalación quedó fuera de control, se "rebobinó" y regresó a su fuente mediante una fuerza considerable y un esfuerzo típicamente "inculto". El resultado fue que el dentista de pronto se sentó, abrió los ojos y se puso a cantar, con voz bastante agradable y aterciopelada, el aria de Don Giovanni, antes de retornar nuevamente a su descanso. Había aún mucho por hacer.

A la mañana siguiente, mientras terminaba el desayuno en la cocina, sonó el teléfono en la sala y fue a atenderlo.

– ¿El profesor Mathieu?

– Sí.

– Mi nombre es Starr, el coronel Starr, del Ejército de los Estados Unidos.

– ¿Qué cantidad? -preguntó Mathieu.

– ¿Cómo dice?

– ¿Qué cantidad está dispuesto a pagar por el nuevo invento en el que estamos trabajando? Porque los rusos me han hecho una oferta muy interesante.

Starr se rió.

– Considero que usted probablemente no nos lo dará a cambio de nada, ya que así lo hizo la última vez…

– ¿Qué es lo que quiere, entonces?

– Le seré franco. Hace un tiempo que estoy a cargo de su… de, digamos, su seguridad. Por supuesto, no directamente, pero…

– Ya veo. ¿Entonces?

– Entonces no le sorprenderá oír que después de "pensar" en Mathieu noche y día, hasta el punto de sentir náuseas…

A Mathieu le estaba empezando a gustar el individuo.

– Gracias.

– …me gustaría conocer a la bestia casi mitológica, particularmente porque he sido relevado de mis funciones aquí, gracias a Dios, y regreso a los Estados Unidos esta noche.

– Bien, venga al cuartel general a comer conmigo una media luna.

– ¿Cuartel general?

– Al cuartel general de los espías, justo enfrente de mi casa. Au Bon Tabac.

– Vaya, es gracioso -confesó Starr-. Es el lugar exacto donde estoy ahora.

Mathieu rió.

15

El café Au Bon Tabac estaba lleno de prostitutas. Las muchachas empezaban a caminar por la calle Forgeot desde las once de la mañana. Mathieu se acercó al mostrador para que Rene le entregara el atado diario de cigarrillos.

– ¿Ca va, Rene?

– Ca va… Salvo que a Nanette la aplazaron nuevamente en el examen de conducir…

La acongojada Nanette, vestida con negras botas y minifalda de cuero, se dejaba consolar por sus compañeras. Debido al alza del nivel de vida, las prostitutas de la calle Forgeot estaban tratando de motorizarse para poder ejercer mejor la profesión.

– Dígale que siga probando -dijo Mathieu-. Lo importante es mantener el espíritu.

Miró alrededor de él. Challet, el guardaespaldas personal, conversaba con las chicas. Desde hacía cinco años y hasta ese momento, el francés lo había estado "protegiendo", no porque estuviesen indebidamente preocupados por su seguridad, sino porque temían la posibilidad de que él "abandonara" y ofreciera a otra potencia los inapreciables servicios de su cerebro. Mathieu constituía una cosa deliciosamente cómica, un "riesgo de alta seguridad" o, en otras palabras, un hombre al que no se le podían confiar sus propios descubrimientos.

La mesa del ruso del KGB debía ser probablemente la que estaba junto a la puerta del WC. Estaba ocupada por un obrero típicamente francés. Ningún obrero francés, en esas activas horas de la mañana, estaría saboreando un café. Enseguida descubrió al hombre de CÍA, se acercó a la mesa y se sentó.

Starr rió.

– Felicitaciones -le dijo-. Un ojo de halcón. Siento enterarme de que soy tan notorio.

– Siempre y en cualquier parte es fácil reconocer a un norteamericano -dijo Mathieu.

– Gracias, estaba harto de que me dijeran que parecía un prusiano.

– Yo lo mismo.

Starr guiñó un ojo irónico.

– Profesor, no me diga ahora que usted es uno de esos tipos "que odian a todos los norteamericanos". Desde que usted difundió en forma imparcial su descubrimiento a todas las grandes potencias, he pensado que usted es profundamente desprejuiciado. En otras palabras, yo creía que usted nos odiaba a todos…

Gastón, el muy amado sobrealimentado y envejecido fox terrier de Rene, se acercó a retozar junto a ellos, y Mathieu le dio una media luna.

– En realidad -prosiguió Starr- nuestros expertos psicólogos lo describen como un idealista, que tiene una relación de amor-odio respecto de la humanidad…

– Me hace sentir muy banal, coronel -dijo Mathieu.

El "obrero francés" de la mesa de enfrente aguzaba tanto los oídos que debería haberse hecho acreedor a un premio por ponerse en evidencia.

– ¿Cómo anda la planta energética experimental de los Estados Unidos?

– Tenemos nuestros problemas. No es fácil mantener los ensayos extraoficiales bajo el máximo secreto.

Mathieu palmeaba el perro.

– ¿Por qué no se lo dicen a la gente?

– No creo que esté preparada.

– Se equivoca, coronel -dijo Mathieu tranquilamente-. Lo está.

Encendió un Gauloise.

– De todos modos, no se lo podrá mantener bajo las cobijas durante mucho tiempo. Tengo mis dudas de que en el Hospital de Bellevue puedan seguir utilizando exhaladores para capturar la exhalación y que pase inadvertido durante mucho tiempo más.

– A nadie le gusta el silencio, pero nadie aún ha conseguido encontrar una explicación racional, clara y científica del fenómeno. No podemos dirigirnos a la gente y decir simplemente: "Miren, no toquen". Solamente un país despiadado, totalitario y ateo puede hacerlo. Aún existe una cosa que es la fe religiosa. Si echamos la situación a la cara de la gente, es posible que tengamos que afrontar algo parecido a una postración mental, a nivel nacional. La mayoría de la gente simplemente no está preparada para pensar que nuestros esquemas industriales y militares, y nuestras plantas energéticas se alimenten de la "exhalación" humana, como la llama usted tan simpáticamente en los papeles. Nuestro nivel de educación no es tan elevado.