– La historia viene de lejos.
El rey Alfonso de Aragón hizo del cardenal de Valencia un jurista y con el tiempo un papa. Calixto Iii sabía más que vosotros y ha preparado en leyes a su sobrino Rodrigo en Lleida y Bolonia para que sepa más que nosotros. El que no sé qué pinta en esta historia es Pere Lluís. Ése es un buey prepotente y arrogante que nos trata como si viviéramos en libertad vigilada.
– ¿Sólo Pere Lluís? A él le ha nombrado capitán general del ejército.
– Del poco ejército.
– El único que tiene el Estado, pero es que Rodrigo, como quien no hace nada, ha sido investido en San Niccoló in Carcere, lo que le convierte en el jefe de la policía y de las prisiones de Roma.
– Os fijáis demasiado en los cargos y muy poco en el poder económico que acumulan. ¿Alguien conoce en estos momentos cuáles son las propiedades de los sobrinos del santo tío?
No parecían los demás ni tan buenos arqueros, ni tan informados como Orsini, por lo que le dejan hacer el inventario en voz alta.
En España, Rodrigo dispone del decanato de la iglesia de Santa Maria de Xátiva, su tierra natal, y de curatos muy ricos de la diócesis de Valencia. Nada más llegar, antes de enviarle a estudiar a Bolonia, ya le nombró notario apostólico, y ahora, como vicecanciller, su principal cometido es recaudar, recaudar, recaudar, eso sí, con las
leyes en la mano. ¿Y el otro sobrino cardenal, Lluís Joan del Milá, sabéis lo que le permite acumular el inocente nombramiento de Los Cuatro Santos Coronados?
¿Y Pere Lluís? Dueño del castillo de Sant.Angelo a pesar de nuestras protestas y a continuación gobernador de Terni, Todi, Rieti, Espoleto, Orvieto, Nocera, Asís…
– ¿Sigo? El viejo es astuto y para no ser acusado de nepotismo amplió el Sacro Colegio con cardenales instrumentalizables como Piccolomini, demasiado intelectual para mi gusto, Juan de Mella, Giovanni di Castiglione… pero, como compensación, nombra a Rodrigo legado de la Marca de Ancona y pretende que el asno matarife Pere Lluís se case con una Colonna.
Sólo faltaba que un Borja se metiera en la cama con una Colonna.
Se abre paso entre los reunidos un airado arquero que se enfrenta a Orsini.
– Las mujeres de mi casa no se meten en la cama con esos catalanes.
– Era sólo una metáfora, príncipe Colonna. Pero es cierto que Calixto Iii planeó la boda de Pere Lluís con una Colonna y de esta circunstancia se aprovechó ese mal nacido para quitarle las propiedades a mi padre. Este papa es un ignorante que ha frenado en Roma el esplendor del humanismo que florece en Florencia, Ferrara, Venecia.
Un recién llegado cabecea como campaneando la duda.
– No estoy tan de acuerdo en eso. Calixto Iii no es un humanista "in sensu stricto", pero ha impulsado el catálogo de la Biblioteca Vaticana y es el principal letrado en la Ciencia de las Leyes. Fue protector de Valla a pesar de la persecución de la Inquisición y Valla es uno de los espíritus más críticos de este siglo, recordad que llegó a cuestionar que llamáramos cristianismo a lo que llamamos cristianismo. Era un peligroso modernista que condenaba el ascetismo medieval y exigía la reforma de la relación entre poder temporal y espiritual. Pues bien, también fue Calixto Iii quien ordenó que se le enterrara en Letrán.
– Valla ya era el filólogo más influyente en tiempos de Nicolás V. ¿Qué iba a hacer un advenedizo como Calixto Iii? A Valla todos lo admiraban, pero muy pocos secundaban en la práctica sus proyectos reformistas. ¿En qué se ha notado en el pontificado del "catalán" la influencia de la tesis de Valla contra la legitimidad del poder temporal de los papas? En cuanto a la biblioteca, se la organizó un catalán, y ha traído a Roma pintores valencianos. ¿No hay bibliotecarios en Roma, ni pintores en Italia? ¡Salid a las calles de Roma y todo personaje principal o es catalán o valenciano o aragonés! ¿En cuántos lugares es más determinante la lengua de esos invasores que la hermosa lengua de Petrarca, heredera directa de la de Horacio?
– Desconocía en ti esas aficiones literarias. Te suponía sólo un buen arquero.
El recién llegado insiste en su objeción, pero no provoca la indignación de Orsini, que le contempla con respeto.
– Nada va contigo, Eneas Piccolomini.
– He llegado a tiempo de escuchar lo que has dicho. Me consideras demasiado sabio, demasiado humanista. Puede ser cierto. Soy un aprendiz de humanista en un siglo en el que Italia produce centenares, todos espléndidos, mientras vosotros los patricios os dedicáis a perder el tiempo en maledicencias y batallas tribales. ¿Sabéis por qué los Borja están donde están?
¿Acaso se hicieron con el poder por la fuerza? No. Se hicieron con el poder por vuestra debilidad.
Os creéis el meollo del mundo y sólo sois conspiradores vitalicios de aldea.
– ¡Tú estás al servicio de los catalanes!
– Estoy al servicio de la evidencia. Orsini, tú que llevas la voz cantante, ¿dispones siquiera de un plan, de una línea de acción para frenar a los Borja?
No contesta Orsini y finalmente da la espalda airado al recién llegado. Repite la gestualidad del arquero y sale la saeta, pero esta vez no da en el blanco. Cuando el joven Orsini se vuelve, percibe en las miradas que le rodean la satisfacción por su derrota.
Tocan a muerto las campanas de Roma y por las ventanas los ciudadanos se preguntan por la condición del muerto. El rey de Nápoles, se extiende el eco por los patios, sobre los tejados, en las plazas, y llega al salón del trono, donde Calixto Iii departe con Pere Lluís sobre unos planos.
– A los Orsini hay que pararlos en Roma y a los turcos en Belgrado, ésos son los dos frentes de la cristiandad.
– Los Orsini y todos los demás están en cintura. Lo de los turcos es otro cantar, pero ningún país se ha apuntado a la Cruzada. Proclaman el peligro del Islam, pero no quieren pegar ni una lanzada.
Por la puerta abierta entra el secretario y supera el enojo del papa anunciando la noticia.
– El rey de Nápoles ha muerto.
No se conturba Calixto Iii, pero se persigna mecánicamente.
– Ya lo sabía y he ordenado quince días de luto y mañana oficiaré un gran responso por el alma del rey Alfonso. Ahora empiezan los problemas, Pere Lluís. Nos interesa que el reino de Nápoles siga en manos de la Corona de Aragón y no se convierta en zona de influencia francesa, pero me he negado a reconocer a un bastardo
como heredero. No tiene fácil solución.
– Yo tengo una solución. ¿Por qué no damos la vuelta al asunto y me proclamo rey de Nápoles?
Descansa Calixto Iii sobre el respaldo de la silla y estudia a su sobrino a distancia mientras repite varias veces: dar la vuelta al asunto. Se impacienta Pere Lluís.
– De hecho no sería la primera legitimidad conseguida por una decisión diplomática o de fuerza.
¿Qué poder hoy día procede del linaje directo?
Sigue sin responderle su tío y la impaciencia se convierte en desaliento.
– Si parece propósito tan descabellado, no he dicho nada.
– Déjame estudiarlo. Conviene sondear a las grandes familias, porque podrían considerarlo un golpe de tuerca excesivo. Rodrigo ya es vicecanciller; vuestro primo Lluís Joan del Milá, cardenal; tú, capitán general. No hay que tentar la suerte. Pero tampoco te digo que no.
Con un ademán da el papa por concluida la sesión de trabajo y sale Pere Lluís de la estancia comedidamente, pero nada más rebasada la puerta se entrega a una carrera que va rebasando sorprendidos subalternos. Irrumpe en, rompe, atraviesa la audiencia de quienes esperan ver al Santo Padre.
Asciende una escalera de tres en tres mientras grita el nombre de su hermano y a sus gritos se abren puertas y orejas, incluso las de Rodrigo, entregado al estudio de un códice y alertado por la resonancia del reclamo. Lo que era reclamo sonoro se convierte en la presencia viva de un Pere Lluís desaforado que recupera el aliento, pero no la contención del gesto.