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Nanak replicó:

En el comienzo de los mundos
en el abismo más profundo
la palabra era el Señor
y Este era la palabra.

Brahma-Das besó sus pies; sacándose el amuleto sagrado del cuello, lo arrojó, se volvió un devoto del Nombre y comenzó a hacer servicio. Mas el deseo no dejaba su mente y

empezaba a sentir que no había diferencia con sus servicios de antes. El sacrificio de su ego no era aceptable.

Un día el Guru Baba le dijo:

– ¡Ve y busca un Guru!

– Mi Señor -le replicó obediente éste-, ¿a quién haré mi Guru?

Nanak respuso:

– Ve al desierto. de Kalahari, allá encontrarás una casa donde viven cuatro faquires, ellos te dirán lo que tienes que hacer.

Brahma-Das partió y cuando llegó a la casa rindió reverencia a los santos y esperó en silencio. Los discípulos, después de un buen rato dijeron:

– Encontrarás a tu Guru en aquella casa.

El pandit siguió la dirección indicada y se encontró con una mujer de vestiduras carmesíes que, tomando su sandalia le golpeó duramente. Lloroso y confuso, éste volvió a la casa de los faquires, los cuales al verle, le preguntaron:

– ¿Has encontrado al Guru?

Y Brahma-Das les relató el extraño encuentro que le había acaecido. Luego los discípulos le dijeron:

– Hermano, esa mujer era la Maya, que tú tanto deseabas.

Entonces volvió a donde Nanak, cayó a sus pies y comenzó a pronunciar el Santo Nombre.

CAPITULO XXV

NANAK VISITA A MAHADEV SHIVA Y SUS DISCIPULOS

Nanak prosiguió su camino y cruzando la cuenca del Ganges llegó a las faldas de los Himalayas. Después de varios días de viaje ascendió al monte Sumeru, donde se hallaba la residencia del Señor Shiva. Y allí en medio de fastuosos jardines colgantes, envueltos en una atmósfera celestial, los yoguis conversaban sentados alrededor del Mahadev Mahesh.

El Baba llegó ante su presencia y pronunciando una salutación se sentó.

Los Siddhas3 le dieron entonces una caja pequeña y redonda y le dijeron:

– Oh, hijo del Kali- Yuga, llénala de agua y tráela.

Nanak fue a llenar la caja. Cuando la puso en el agua, diamantes y perlas comenzaron a caer en ella. Y el Baba viendo el extraño encantamiento, la hizo añicos contra el suelo y luego la recompuso.

El hechizo fue quebrado y Nanak, llenando la caja de agua, se la ofreció a los Siddhas. Todos bebieron y quedaron saciados y sorprendidos. Luego Mahadev le preguntó:

– ¿Nanak, no te gustaría convertirte en un yogui y volverte Inmortal?

– ¿Cuál es su forma de vida? -inquirió el Baba.

Shiva contestó:

– Su forma de vida es el pendiente, la manta remendada, el zurrón, el palo, el tridente y el sonido emitido en el universo Nanak por toda respuesta cantó esta canción:

Si la Palabra del Guru calma mi mente
llevo la paciencia por pendiente
Si considero bueno todo lo que Dios ejecuta
fácilmente obtengo el tesoro del Yoga.

Los Siddhas, hondamente conmovidos por sus palabras, invitaron:

– Nanak, vente con nosotros a la montaña de Kailasa, todos los yoguis de la India están allí reunidos.

– ¿A cuántas jornadas está? -preguntó éste.

– A tres días de viaje. Nosotros iremos a la velocidad del viento -respondieron los yoguis.

– Id vosotros -dijo el Baba-, yo iré más tarde.

Los yoguis partieron con sus alados pasos y el Baba, en el vuelo de su voluntad, en un momento se trasladó al Kailasa y se sentó a esperar bajo una higuera de las indias. Al llegar los Siddhas se quedaron atónitos al verle.

La ceremonia empezó y cuando la copa de los yoguis fue pasada de uno en uno se la ofrecieron también al Baba, quien preguntó lo que contenía.

– Es el jugo del soma, la bebida de los dioses; lleva azúcar crudo y flores del árbol de Dhava6 -le contestaron éstos.

Nanak cantó entonces:

El licor celestial brota en mi interior
La copa de la vida regala mi lengua
El sabor de la eternidad deleita mi paladar
Es el Soma del Señor el que embriaga mi corazón.

Y los yoguis, postrándose ante él, dijeron:

– Gloria y alabanzas a ti, Señor.

Nanak, irguiéndose, dijo por toda respuesta:

– Gloria al Supremo Señor -y seguidamente abandonó el lugar.

CAPITULO XXVI

EL BABA ENTRA EN LA MECA

Su cuarta vida retirada la pasó en el oeste. En sus pies llevaba zapatos de cuero. Vestía pantalones de! mismo material, y en su cuello pendía un collar de huesos. Tenía la frente pintada con un tílak. y sus vestiduras eran de color azul.

Estaba escrito en los libros sagrados que un hombre llamado Nanak, un derviche, vendría y del pozo de la Meca brotaría agua.

Cuando el Baba entró en el recinto santo se tumbó a dormir, estirando sus pies hacia la Kaaba.

Era la hora de la oración vespertina. El Kazi Rukn Din vino a hacer sus oraciones y cuando vio a Nanak de aquella forma, le increpó:

– Oh, sirviente del Señor, ¿por qué tienes tus pies dirigidos hacia la casa de Dios, hacia la santa Kaaba?

El Baba replicó:

– Mueve mis pies, entonces, en una dirección donde no esté la casa de Dios.

El Kazi giró sus pies, pero en cualquier dirección que los moviese el frente de la Kaaba se movía también. El Kazi, maravillado, besó sus pies diciendo:

– Oh derviche, ¿ cuál es tu nombre?

El Baba entonces recitó este poema:

Mi nombre es el principio y el fin
mi aliento el impulso de la creación
por mi palabra los muertos vuelven a la vida
y los que están vivos mueren.

Cuando hubo terminado, el Kazi hizo salam y dijo:

– Es ciertamente maravilloso, hoy he obtenido la visión de un faquir de Dios.

Pir Patalie, el califa de la ciudad, tuvo noticia del prodigio ocurrido y mandó llamar a Nanak. Cuando éste hubo llegado, el califa estrechó sus manos y se sentó a conversar con él. y le pregunto así:

– Oh Derviche Nanak, ¿los hindúes y los musulmanes que leen los Vedas y el Corán podrán alcanzar a Dios?

El Baba contestó con esta canción:

Sólo verán al Señor
los que por medio del Guru
reciban la iniciación.
Su nombre impronunciable
no se halla en las escrituras
sino en el interior.

– Señor, ¿entonces nosotros podremos ver a Dios? -de nuevo preguntó el califa, y el Baba cantó así:

El tiempo es propicio
la hora venturosa
si el corazón lo anhela
con El os encontraréis.

Cuando Nanak concluyó, ambos, el kazi y el califa, besaron sus manos y sus pies y les fue revelada la visión del Señor.

Y habiendo recibido el Santo Nombre, comenzaron a pronunciarla en su interior.

El Baba estaba muy feliz y dejando aquellas tierras volvió a casa.