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Después de haber visto a su familia, fue al jardín que había frente a la casa de Kalú y le tendieron una costosa alfombra sobre la hierba y allí se sentó.

Entonces la madre del Baba llegó y echándose sobre su cuello comenzó a llorar desconsoladamente.

– Mardana, ¿de dónde sales, nos traes alguna nueva sobre Nanak?

Y toda la gente que le rodeaba, apretujándose a su alrededor empezaron a hacerle preguntas.

– Cuando el Baba estaba en Sultanpur, yo le acompañaba como músico, desde entonces nada sé de él -repuso Mardana.

Permaneció con ellos una media hora y después se levantó

y; partió;

La madre del Baba pensó para sí: "Debe de haber alguna razón para que se haya ido tan rápidamente". E irguiéndose con presteza, cogió ropas y algunos dulces y siguió tras Mardana a quien alcanzó y dijo:

– Llévame con Nanak, oh fiel amigo.

Este no respondió y continuaron andando. Y llegaron al lugar donde Nanak se hallaba.

Cuando el Baba vio a su madre se levantó y cayó a sus pies. Esta comenzó a llorar y besando su cabeza musitaba:

– Hijo mío, sacrifico mi ser por ti, me has hecho tan feliz por poder haber visto de nuevo tu rostro.

El Baba, viendo el amor de su madre, se enterneció y empezó a llorar. Después riéndose le dijo a su amigo:

– Mardana, toca la cítara.

Y su bellísima voz cantó este son:

Cuando el amor se encuentra
los cielos estallan de júbilo
Es el momento de la unión
el fin de la separación.

Luego su madre le ofreció los dulces y Nanak complacido los compartió con su fiel amigo.

Su padre había escuchado las nuevas de la llegada de Nanak y montando un caballo llegó allí. Cuando estuvo ante Nanak, éste se postró a sus pies y le rindió reverencia.

Las lágrimas resbalaban por e] rostro de Kalú y entrecortado por la emoción le dijo:

– Nanak, monta el caballo y vuelve con nosotros. Hemos construido una nueva casa. Toda la familia está allí. Ven a verles y luego si te place, puedes irte.

y el Baba respondió.

– Padre, el Ser Supremo es mi única relación, sólo la unión hecha por él es la verdadera.

Su madre, airada por su negativa, le atajó:

– ¡Hijo, deja esta charla perversa y vete ya! ¿Qué unión será hecha por la que podamos encontrarnos de nuevo?

– Padres -repuso amorosamente el Baba-, así como hemos venido vendremos otra vez cuando el tiempo sea oportuno. Pero respetad ahora mi deseo: Soy un faquir.

Su madre replicó:

– Hijo mío, ¿cómo esto que dices traerá el contento a mi corazón? Vuelves después de tantos años, ¿quién sabe cuándo te veremos otra vez?

Nanak dijo:

– Si obedeces mi palabra, tu corazón encontrará el contento.

Su madre guardó silencio y el Santo Guru abandonó el lugar.

CAPITULO XIX

LA HISTORIA DEL JEQUE IBRAHIM

Siguiendo su camino cruzaron una espesa jungla y llegaron al país de Patan. A tres Kos de la ciudad acamparon junto a unas montañas en las que había espesos bosques.

El Pir de Patan había sido Sheikh Farid; en su trono se sentaba ahora Sheikh Ibrahim. Uno de sus vasallos, por nombre Sheikh Kamal, que se hallaba recogiendo madera en un bosque, vio a Nanak y a su amigo recostados en un árbol de pan. Mardana, acompañándose a la cítara cantaba esta canción:

Oh Nanak
tú eres la pizarra
eres también la pluma
y el que sobre ella escribe
¿Por qué debería llamarse al Señor
oh Nanak, con otro Nombre más que el tuyo?

Cuando Kamal escuchó este son dejó la madera y acercándose pidió a Nanak:

– Señor, decidle al Rababi que repita de nuevo la canción.

Así lo hizo y Kamal la aprendió; luego tomó su madera y haciendo salam, retornó al palacio. Dejando su bulto corrió hasta el Pir y después de hacerle su salam le habló así:

– ¡Salud, oh Pir! Un hombre amado por Dios se ha cruzado en mi camino.

– ¿Dónde le encontraste? -preguntó éste.

Kamalle relató su encuentro.

– Había ido a recoger madera a un bosque no lejos de aquí cuando le vi recostado contra un árbol, toda su figura rebosaba paz y armonía, y su semblante sereno miraba hacia e1

cielo como en una muda contemplación. Junto a él estaba un Rababi cantando una canción bellísima.

– ¿No recuerdas alguna estrofa? -le preguntó el califa.

– Sí, oh Pir, en mi memoria quedaron impresos estos versos:

Tú eres la pizarra
tú eres también la pluma
y el que sobre ella escribe.
¿ Por qué debería llamarse al Señor
oh Nanak, con otro Nombre más que el tuyo?

El Pir dijo:

– ¿Has comprendido el significado de estos versos?

Kamal respondió:

– Salud, oh Pir. para ti todo es manifiesto.

Y el Pir agregó:

– Hijo, aquel que este verso nombra, es un gran faquir de Dios. Por su inmensa gracia tuve la oportunidad hace ya tiempo de conocerle. Llévame presto ante él.

Luego Seikh Ibrahim llevando a su vasallo ascendió a su paladín real y llegó hasta donde Nanak se hallaba sentado.

Y bajándose det paladín le saludó:

– ¡La paz sea contigo, Nanak!

– Contigo sea -respondió Nanak. Y luego añadió-: Dios ha sido misericordioso con nosotros, mis ojos se regocijan de volverte a ver.

Después de haberse besado las manos mutuamente ambos se sentaron.

El Pir preguntó:

– Te ruego, oh Nanak, que me expliques el significado de estos versos. Decías en ellos que sólo hay un Dios, pero 1os hindúes dicen que la verdad está con ellos, y los musulmanes pregonan lo mismo. ¿Quiénes, pues, tienen la razón?

Baba Nanak respondió con esta canción:

Hay un solo Dios y una sola definición
Descubre el Nombre del único Señor,
creador del cielo y de la tierra.

El Pir le repuso a su vez:

– Rasgaré mi manto de seda, haré con él una bandera de faquir, y llevaré la vida recta por la que el Amante es obtenido.

Y el Guru Baba añadió:

No rasgues tu manto
no cambies tu vida
sentado en tu casa
conseguirás al Amante
si enfocado en él
mantienes tu mente.
En casa está la mujer
su amado lejos
recordándole ella
llora desconsolada
si su deseo es sincero
él acudirá sin demora.

El califa intervino:

He sido joven e inconsciente
y él no vino a jugar conmigo
La mujer está sumida en amargo llanto
"No he encontrado a mi Señor"

Nanak respondió:

La mujer es necia, su corazón impuro
Si ella fuese virtuosa, constantemente
disfrutaría de su Señor.
Por sus vicios está confundida.
Sin el poder de la Palabra
la gema del amor
jamás iluminará su vida.

El Pir preguntó de nuevo: