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– ¿Qué es lo que enseñas, pandit? – le preguntó Guru Nanak.

– Enseño al mundo a leer y a escribir las palabras del Supremo Brahman -respondió Cartu-Das.

Y Nanak le contestó a su vez:

No conoces el Nombre del Señor
el Nombre del amor.
¿Cómo pretendes dar lecciones
cómo quieres enseñar a los corazones?

El pandit continuó:

– La tierra está ya acabada y preparada; mas sin ser regada, ¿cómo se llenará de verdor?

Y Nanak le reveló el Nombre Supremo. Entonces Cartu-Das, cayendo a sus pies, comenzó a pronunciarlo en su interior, volviéndose un esclavo de su Santo Nombre.

CAPITULO XI

LA HISTORIA DE LOS DOS DEVOTOS Y SU DESTINO

Luego el Baba y el fiel Mardana abandonaron el lugar. Por el camino Mardana le preguntó:

– Señor, ¿dónde pasaremos la estación de las lluvias?

Nanak le contestó:

– Si encontramos una ciudad, allí nos quedaremos.

Habían andado un Kos cuando una aldea apareció ante ellos. Entraron en ella y se sentaron. En esa ciudad vivía un Khatri que conocía a Nanak. Vino un día a entrevistarse con él y luego siguió acudiendo regularmente a prestarle sus servicios.

Uno de sus vecinos le preguntó:

– Hermano, ¿dónde vas tan regularmente, a qué cita acudes con tanta exactitud?

El discípulo replicó:

– Ha llegado a la ciudad un hombre santo y voy a verle todos los días.

– Me gustaría verle también -le dijo aquél.

Así pues, empezaron a ir juntos, hasta que un día, por el camino, el vecino conoció a una esclava del amor. Y a partir de entonces ambos salían juntos, pero uno iba a la casa de prostitución y el otro a servir a su Guru, a su Señor.

Un día éste le dijo al discípulo:

– Hermano, yo voy a hacer algo malo y tú vas a hacer servicio. Al ponerse el sol nos encontraremos y veremos lo que ha ocurrido en nuestra vida.

Este partió a continuación en busca de la mujer, pero no la encontró en la casa. Se fue entonces a dar un paseo y se sentó en un lugar solitario; enfrascado en sus descarriados

pensamientos comenzó a cavar con su alfanje en el terreno.

Y he aquí que topó con una moneda de oro. Siguió cavando y encontró una ánfora llena de trozos de carbón.

El discípulo, después de haber besado los pies de su Guru, se dispuso a partir. Al salir pisó un pincho que le atravesó el pie. Vendándose la herida, que sangraba abundantemente, con un jirón de su túnica, regresó a casa cojeando. Su vecino, al verle, le inquirió por lo ocurrido. Este le contó lo sucedido y aquél replicó.

– En el mismo día, yo he encontrado una moneda de oro y tú te has herido el pie. Debemos preguntar cómo es posible esto, pues tú vas a hacer servicio a tu Guru y yo a pecar.

Ambos acudieron a casa de Nanak y le contaron lo acaecido, pidiéndole una explicación a tal extraño destino.

El Guru les rogó que guardaran silencio y les dijo:

– El ánfora llena de carbón estaba antes repleta de monedas de oro. El había dado en su vida anterior una moneda de oro a un santo, y como premio le esperaba el ánfora llena de monedas, pero como su vida había sido conducida por caminos de maldad, las monedas de oro se tornaron en trozos de carbón. En su destino una horca estaba escrita, y en el tuyo también, pero como me habías hecho servicio, se redujo a una pequeña herida.

Entonces ambos se postraron a sus pies y se convirtieron en devotos del Santo Nombre; y en su corazón lo sintieron resonar majestuoso.

CAPITULO XII

LA HISTORIA DE LOS ASALTADORES DE CAMINOS

Dejaron el lugar y prosiguieron su ruta. Se estaban consumiendo las últimas horas de la tarde cuando fueron sorprendidos por los temibles Thags.

Rodearon al Baba y se encararon con él, pero al ver su mirada se sintieron débiles.

El Guru les preguntó:

– ¿Quiénes sois, hermanos?

– Somos Thags y queremos tus joyas y tu vida -le respondieron ellos.

– Está bien -dijo el Baba-, después de hacer una última tarea, me podéis matar. ¿Véis aquel humo?, vayamos hasta él; allí podéis quemar mi cuerpo.

Algunos Thags decían, impacientes:

– ¿Qué dice este hombre? No perdamos más tiempo y matémosle aquí mismo.

Mas otros oponían:

– Hemos matado a muchos hombres, pero ninguno nos dijo riendo: "¡mátame!"

Por fin los Thags corrieron hacia el fuego. Cuando llegaron, vieron una pira funeraria ardiendo ya las tropas de Yama luchando contra las de Rama.

– ¿Quiénes sois vosotros y por qué peleáis? -preguntáronles los Thags.

Y aquellos les replicaron:

– Somos los ayudantes de Yama. Hemos recibido orden del Señor de llevar a esta criatura al infierno, pero las tropas de Rama se han interpuesto y nos lo han arrebatado. Preguntadles por qué lo han hecho.

Los Thags fueron ante el ejército de Rama y les preguntaron:

– ¿Por qué os habéis interpuesto en los designios del Señor, impidiendo que su voluntad fuese ejecutada?

Las tropas de Rama contestaron:

– El Guru, el Señor, a quien vosotros queréis matar, ha prendido con su benevolente mirada la pira, y habiendo sido consumido como sacrificio a El, esta alma ha alcanzado el paraíso.

Los Thags, al oír esto, regresaron apresuradamente y relataron a los demás lo ocurrido y todos se postraron a los pies de Nanak, y con sus manos juntas en humilde petición comenzaron a implorarle:

– Señor, hemos cometido los más horribles pecados. Destrúyelos y perdonanos. Préndenos a tu Santo Nombre.

Guru Nanak, movido por la compasión, dijo:

– Vuestros pecados serán extinguidos cuando abandonéis esta ocupación y trabajéis en la agricultura; y cualquier resto de botín que os quede dad lo al servicio del Señor. Buscad siempre la compañía de los devotos.

Entonces ellos obedeciendo su mandato, colocaron ante él todo lo que tenían. Nanak les reveló el Santo Nombre, con lo cual, obteniendo el verdadero propósito de su vida, en su alma comenzaron a recordarlo.

El Baba estaba muy complacido con ellos y les cantó estos versos:

El que conoce la Palabra del Guru
en su corazón descubre un nuevo amanecer
dejados los caminos del pecado
han descubierto al fin a su Amado.

CAPITULO XIII

EN EL REINO DE LAS BRUJAS

Luego partieron y siguiendo su camino llegaron al país de Kamarup. Un día Mardana estaba muy hambriento y fue a la casa de una mujer, quedándose de pie ante ella. Esta lo llamó y lo hizo entrar preguntándole si deseaba comer algo.

Cuando Mardana se hallaba descuidado, cayó sobre él y lo maniató, y convirtiéndole en un carnero se montó sobre él.

Luego lo dejó bien seguro y se fue a buscar agua. Entonces Nanak llegó a la casa y viendo a Mardana, riendo, comenzó a balar como una oveja. Cuando la maga regresó con su jarra de agua, Guru Nanak le preguntó:

– ¿Ha venido por aquí mi amigo?

– Nadie ha venido, míralo tú mismo -respondióle ella.

Y al decir esto, la jarra de agua que llevaba en su cabeza se quedó pegada como castigo a su falsedad.

Cuando Nur Shahi, la reina maga, oyó lo que había ocurrido, ordenó que todas las brujas del país se presentaran inmediatamente.

Todas y cada una de ellas estaban versadas en un arte o conjuro especial. Una vino montada en un árbol, otra en una piel de ciervo. Otra se presentó sobre la Luna, y otra acompañada de un tigre. Los tambores resonaron y todas comenzaron a practicar sus hechizos y sortilegios.