Pero se equivocaba. El joven Marco Antonio Guerra sí se había dado cuenta. Y además se había dado cuenta de que él también se había dado cuenta. La vida no vale nada, le dijo al oído cuando salieron al jardín. Rosa se sentó junto a la mujer del rector y la profesora Pérez. El rector se sentó en la única mecedora que había en la pérgola. El decano Guerra y dos profesores de filosofía se sentaron a su lado. Las esposas de los profesores buscaron un lugar junto a la mujer del rector. Un tercer profesor, soltero, se quedó de pie, junto a Amalfitano y el joven Guerra. Una sirvienta vieja, casi una anciana, entró al cabo de un rato portando una enorme bandeja llena de vasos y copas que dejó sobre la mesa de mármol. Amalfitano pensó en ayudarla, pero luego consideró que tal vez su acto fuera malinterpretado como una descortesía. Cuando la anciana volvió a aparecer trayendo más de siete botellas en precario equilibrio, Amalfitano no pudo contenerse más y fue en su ayuda. La anciana, al verlo, abrió los ojos de forma desmesurada y la bandeja empezó a resbalar de sus manos. Amalfitano oyó el grito, un gritito ridículo, que profería la mujer de uno de los profesores, y en ese mismo momento, mientras la bandeja caía, distinguió la sombra del joven Guerra que volvía a dejar todo en perfecto equilibrio. No te apenes, Chachita, oyó que decía la mujer del rector. Después oyó que el joven Guerra, tras dejar las botellas sobre la mesa, le preguntaba a doña Clara si no tenía en su licorero mezcal Los Suicidas. Y también oyó que el decano Guerra decía: no le hagan caso, son las cosas que tiene mi hijo.

Y oyó que Rosa decía: mezcal Los Suicidas, qué nombre más bonito. Y oyó que la mujer de un profesor decía: qué nombre más original, eso sí que sí. Y oyó a la profesora Pérez: qué susto he pasado, pensé que se caían. Y oyó a un profesor de filosofía que, para cambiar de tema, hablaba de música norteña. Y oyó que el decano Guerra decía que la diferencia entre un conjunto musical norteño y uno del resto del país estribaba en que el conjunto norteño siempre usaba un acordeón y una guitarra, con acompañamiento de bajo sexto y algún brinco. Y oyó que el mismo profesor de filosofía preguntaba qué era un brinco.

Y oyó que el decano respondía que un brinco era, para poner un ejemplo, como la percusión, como la batería en un grupo de rock, como los timbales, y que en la música norteña un brinco legítimo podía ser la redova o más usualmente los palitos. Y oyó que el rector Negrete decía: así es. Y luego aceptó un vaso de whisky y buscó el rostro de quien se lo había puesto en la mano y encontró la cara blanqueada por la luna del joven Guerra.

La prueba número 2, sin duda la que más interesaba a Amalfitano, se titulaba Es hijo de mujer araucana y empezaba de la siguiente manera: «A la llegada de los españoles, los araucanos establecieron dos conductos de comunicaciones desde Santiago: la telepatía y el adkintuwe.55 Lautaro,56 por sus relevantes condiciones telepáticas, siendo todavía niño, fue llevado al norte con su madre, para ponerlo al servicio de los españoles.

Fue de esta forma como Lautaro contribuyó a la derrota de los españoles. Como los telépatas podían ser eliminados y cortadas las comunicaciones, se creó el adkintuwe. Sólo después del año 1700 se percataron los españoles del envío de mensajes por medio del movimiento de las ramas. Estaban desconcertados por el hecho de que los araucanos sabían todo lo que pasaba en la ciudad de Concepción. Aunque lograron descubrir el adkintuwe, jamás lograron traducirlo. De la telepatía no sospecharon jamás, atribuyéndolo a «contacto con el diablo», el que les comunicaba las cosas que pasaban en Santiago. Desde la capital partían tres líneas de adkintuwe: una por los contrafuertes de la cordillera de Los Andes; otra por la orilla del mar, y una tercera, por el valle central. El hombre primitivo desconocía el lenguaje; se comunicaba por emisiones de la mente, como lo hacen los animales y las plantas. Cuando recurrió a los sonidos y a los gestos y movimientos de las manos para comunicarse, empezó a perder el don de la telepatía, lo que se acentuó al encerrarse en las ciudades alejándose de la naturaleza. Aunque los araucanos tenían dos clases de escritura, el Prom, con nudos hechos en cuerdas,57 y el Adentunemul,58 escritura en triángulos, jamás descuidaron la telecomunicación; muy al contrario, especializaron algunos Kügas cuyas familias fueron repartidas por toda la América, islas del Pacífico y extremo sur, para que jamás un enemigo los cogiera de sorpresa. Por medio de la telepatía se mantuvieron siempre en contacto con los emigrantes de Chile que primero se establecieron en el norte de la India, donde fueron llamados arios, de ahí se dirigieron a los campos de la primitiva Germania para bajar después al Peloponeso, de donde viajaban hacia Chile, por el camino tradicional hacia la India y a través del Océano Pacífico.» Acto seguido y sin que viniera a cuento, Kilapán decía: «Killenkusi fue sacerdotisa Machi, 59 su hija Kinturay debía sucederle en su cargo o dedicarse al espionaje; se decidió por esto último y el amor por el irlandés; le brindaba esta oportunidad la esperanza de llegar a tener un hijo que, como Lautaro y el mestizo Alejo, se criaría entre los españoles, y como ellos un día pudiera capitanear las huestes de los que deseaban expulsar a los conquistadores más allá del Maule, porque la ley del Admapu prohíbe a los araucanos pelear fuera del Yekmonchi. Su esperanza se hizo realidad y en la primavera60 del año 1777, en el lugar llamado Palpal, una mujer araucana soportaba de pie los dolores del parto, porque la tradición decía que no puede nacer un hijo fuerte de una madre débil. El hijo llegó y se convirtió en el Libertador de Chile.»

Las notas a pie de página dejaban bien claro, por si aún no lo estaba, la clase de barco ebrio en que se había embarcado Kilapán.

La nota 55, Adkintuwe, decía: «Los españoles después de muchos años lograron percatarse de su existencia, pero jamás lograron traducirlo.» La 56: «Lautaro, sonido veloz (taros en griego significa veloz).» La 57: «Prom, palabra contracta del griego por Prometeo, Titán que robó la escritura a los dioses, para dársela a los hombres.» La 58: «Adentunemul, escritura secreta, compuesta de triángulos.» La 59: «Machi, adivina. Del verbo griego mantis, que significa adivinar.» La 60: «Primavera.

La Ley del admapu ordenaba que los hijos fueran engendrados en verano, cuando todos los frutos están maduros; en esta forma nacen en la primavera cuando la tierra despierta con toda su fuerza; cuando nacen todos los animales y las aves.»

Por lo que se concluía que, 1: todos los araucanos o buena parte de éstos eran telépatas. 2: la lengua araucana estaba estrechamente ligada a la lengua de Homero. 3: los araucanos viajaban por todas partes del globo terráqueo, especialmente por la India, por la primitiva Germania y por el Peloponeso. 4: los araucanos eran unos estupendos navegantes. 5: los araucanos tenían dos clases de escritura, una basada en nudos y la otra en triángulos, esta última secreta. 6: no quedaba muy claro en qué consistía la comunicación que Kilapán llamaba adkintuwe y que los españoles, aunque se percataron de su existencia, nunca fueron capaces de traducir. ¿Tal vez el envío de mensajes por medio del movimiento de las ramas de árboles situados en lugares estratégicos como cimas de montes? ¿Algo similar a la comunicación por medio de humo de los indios de las praderas de Norteamérica? 7: por el contrario, la comunicación telepática jamás fue descubierta y si en algún momento dejó de funcionar fue porque los españoles mataron a los telépatas. 8: la telepatía, por otra parte, permitió que los araucanos de Chile se mantuvieran en contacto permanente con los emigrantes de Chile desparramados por lugares tan peregrinos como la poblada India o la verde Alemania. 9: ¿se debía deducir de todo esto que Bernardo O’Higgins también era telépata? ¿Se debía deducir que el propio autor, Lonko Kilapán, era telépata? Pues sí, se debía deducir.