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– ¿A qué te refieres?

– Porque, bueno…, cómo te diría…, Lan ya no era virgen.

Me sorprendió oírlo conociendo la severa moralidad de la China interior. Tal vez Lan fuera más progresista de lo que yo creía, tal vez se querían lo suficiente como para hacer frente a la hostilidad de la sociedad, tal vez… Entonces interrumpí bruscamente la línea de mis pensamientos. Me sentía triste, celosa y enojada. «Esto es más de lo que quiero saber», me dije a mí misma.

Dong Yi continuó hablando:

– Cuando le hablé de ti a Lan le hice mucho daño. Yo no podía soportar ver que era desdichada. Nos habíamos amado durante mucho tiempo. Tenía que resarcir a Lan y hacer lo que me correspondía para devolver la felicidad a nuestras vidas.

– Pero si nosotros ni siquiera llegamos a besarnos -farfullé.

– Eso a ella no le importaba. Lo que le molestó era lo que yo sentía por ti. En muchos sentidos tenía razón, algo puramente físico habría dolido menos. También le sentó mal que siguiéramos siendo buenos amigos. Me preguntó por qué. No supe qué decirle. Ella creía que, al igual que el Partido, yo «prefería lo nuevo a lo viejo». Dijo que desde que había venido a la Universidad de Pekín la miraba por encima del hombro y no le agradecía todo lo que ella había hecho por mí: cuidar de mis padres, cocinar, limpiar, etc. Toda la gente de su entorno dijo lo mismo. -Dong Yi bajó la voz hasta que no fue más que un susurro-. Lan les habló de ti a mis padres y a su familia. Todos se pusieron de su lado. Wei, tú sabes lo complicada que puede ser la vida, ¿no?

Hizo una pausa. ¿Esperaba de mí comprensión o lástima? «Amor mío, ¿qué esperas que diga?» Quería perderme en sus ojos, de tan dulces que eran. Pero yo estaba deshecha. Así que no dije nada. No podía ayudarle, en aquel momento no podía.

– Así pues, hicimos lo más fácil y nos casamos. Ya era hora de poner fin a todo el sufrimiento.

– ¿El tuyo o el mío?

– No seas cruel, Wei. Ojalá pudiera parecerme más a ti. En realidad, nunca he conocido a nadie como tú. A la más mínima puedes volver a empezar tu vida de nuevo. Por el contrario, yo soy un cobarde. Pero creo que es lo mejor para todo el mundo. Soy lo único que tiene Lan, pero tú tienes el mundo entero a tus pies.

– No seas demasiado duro contigo mismo -dije yo. De repente volví a tomar conciencia de dónde nos encontrábamos, de los gritos de los estudiantes de primer año y del olor a grasa para cocinar y a salsa picante del comedor estudiantil-. No eres un cobarde. Sencillamente, eres mejor persona que yo.

En aquel momento, sumergiéndome en el sonido del atareado mundo que me rodeaba, me di cuenta de que tenía frente a mí al hombre que encarnaba todo lo que yo siempre había querido y todo lo que había perdido. Dong Yi había encomendado su felicidad futura, y a él mismo, a otra persona.