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– Rowan, ¡espera!

– No puedo -dijo ella, y las miradas se cruzaron. Te amo , articuló ella, muda. Luego dio media vuelta y corrió.

Bobby dio una patada a la doble de Rowan. Ignoraba si estaba muerta, pero la cara le sangraba y estaba inconsciente. Levantó la escopeta para un segundo disparo cuando un movimiento lo distrajo y levantó la mirada.

Una mujer sola corría hacia él. Miró su reloj. Dos minutos treinta segundos.

Bajó la escopeta para verla correr, asegurándose de que esta vez era la zorra de su hermana. Sí, era Lily, no había duda de ello.

Ella se detuvo a unos veinte metros de él y se lo quedó mirando.

– ¿A qué esperas? -gritó Bobby-. Sacó el mando a distancia del bolsillo-. ¿Esto?

Sonrió y pulsó el botón.

Una explosión sacudió la tierra. Madre mía, era mejor de lo que creía. ¡Qué impacto! Nadie situado a menos de doscientos metros se salvaría de esa detonación, pensó, feliz.

Los gritos de Lily le quedaron como un eco en los oídos, y le arrancaron una sonrisa. Ella se llevó la mano a la chaqueta. ¿Acaso pensaba dispararle? Ja.

No tan rápido. Sacó la pistola de dardos del bolsillo y disparó. Lily alcanzó a disparar una vez, pero falló. Bobby rió cuando la vio desplomarse, con las plumas amarillas del dardo asomando en el pecho.

El juego no acaba hasta que hayas muerto.