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– Por lo menos no ha estado mucho tiempo en el agua -dijo Laurie mirando el cadáver. No está descompuesto.

– Sólo se dio un chapuzón para refrescarse -bromeó Jack.

– ¡Qué herida de bala! -se asombró Laurie, observando el siniestro agujero. Luego vio los múltiples cortes y añadió-:

Estos parecen hechos por una hélice.

Jack se irguió.

– ¿Qué pasa, Laurie? -preguntó-. No has venido aquí para ayudarnos, ¿verdad?

– No -admitió Laurie. Su voz tembló detrás de la mascarilla-. Supongo que necesitaba un poco de apoyo moral.

– ¿Por qué? -preguntó Jack.

– Calvin acaba de meterme bronca -dijo Laurie-. Por lo visto, el asistente del turno de noche, Mike Passano, le dijo que anoche lo acusé de estar involucrado en la desaparición del cadáver de Franconi. ¿Puedes creerlo? Bueno, Calvin estaba hecho una furia, y ya sabes cuánto detesto los enfrentamientos.

Acabé llorando, y después me enfadé conmigo misma.

Jack resopló. Se preguntó qué podía decirle, aparte de "te lo dije", pero no se le ocurrió nada.

– Lo siento -dijo sin convicción.

– Gracias -respondió Laurie.

– Derramaste unas cuantas lágrimas -dijo Jack-. No pasa nada. No seas tan dura contigo misma.

– Pero detesto estos arrebatos -protestó Laurie-. Son muy poco profesionales.

– Yo no me preocuparía -repuso Jack-. A veces me gustaría ser capaz de llorar. Podríamos hacer un trueque parcial de debilidades. Los dos saldríamos ganando.

– ¡Cuando quieras! -dijo Laurie con vehemencia. Era la primera vez que Jack admitía algo que ella había sospechado durante mucho tiempo: reprimir el dolor era el principal obstáculo para su felicidad.

– Bueno; al menos ahora abandonarás tu minicruzada -dijo Jack.

– ¡En absoluto! -respondió Laurie-. Al contrario; esto refuerza mi decisión porque prueba exactamente lo que me temía. Calvin y Bingham se proponen esconder este episodio debajo de la alfombra. Y eso no está bien.

– ¡Ay, Laurie! -protestó Jack-. ¡Por favor! Este enfrentamiento con Calvin no es más que un preludio de lo que te espera. Lo único que conseguirás es crearte problemas.

– Es una cuestión de principios -afirmó Laurie-. Así que no me sermonees. He venido a buscar apoyo moral.

Jack suspiró, empañando su mascarilla de plástico por un instante.

– De acuerdo -dijo-. ¿Qué quieres que haga?

– Nada en particular -respondió Laurie-. Sólo que estés disponible para cuando te necesite.

Quince minutos después, Laurie salió de la sala de autopsias.

Jack le había enseñado todas las lesiones externas, incluyendo las dos heridas por punción. Ella lo había escuchado a medias, obviamente preocupada por el caso Franconi. Jack había tenido que morderse la lengua para no repetirle su opinión al respecto.

– Acabemos con la revisión externa -dijo Jack a Vinnie-.

Pasemos al examen del interior.

– Ya era hora -protestó Vinnie. Eran más de las ocho y estaban llegando otros cadáveres, acompañados de los forenses y sus asistentes. A pesar de que habían empezado tem prano, no le sacaban mucha ventaja a los demás.

Jack dejó a un lado las burlas sobre el desventurado cadáver. Con tantas lesiones evidentes, tenía que variar el procedimiento tradicional y eso exigía toda su concentración.

A diferencia de Vinnie, no se daba cuenta del paso del tiempo.

Pero una vez más, su meticulosidad dio frutos. Aunque el hígado estaba prácticamente destrozado por las balas, Jack descubrió algo que se le habría pasado por alto a cualquiera que hubiera hecho un trabajo más superficial y sumario.

Encontró diminutos restos de suturas quirúrgicas en la vena cava y en el borde irregular de la arteria hepática. La arteria hepática conduce la sangre al hígado, mientras que la vena cava es la más larga del abdomen. Jack no encontró sutura alguna en la vena porta porque ésta estaba prácticamente destrozada.

– Ven aquí, Chet -llamó Jack.

Chet McGovern, el compañero de despacho de Jack, estaba trabajando en la mesa contigua. Dejó su escalpelo y se acercó a la mesa de Jack. Vinnie se movió hacia la cabecera para hacerle sitio.

– ¿Qué has encontrado? -preguntó Chet-. ¿Algo interesante? -Miró el interior del orificio donde estaba trabajando

– Desde luego -respondió Jack-. Tengo unas cuantas balas, pero también algunas suturas vasculares.

– ¿Dónde? -preguntó Chet, que no veía ninguna anomalía anatómica.

– Aquí -Jack señaló con la punta del escalpelo.

– Sí, las veo -dijo Chet con admiración-. Estupendo hallazgo. No hay mucha endotelización. Yo diría que no son muy antiguas.

– Es lo que pensé -convino Jack-. Calculo que tienen un mes o dos. Seis como máximo.

– ¿Qué interés crees que tienen?

– Pues supongo que las posibilidades de identificación acaban de multiplicarse en un mil por ciento -dijo Jack. Se irguió y se estiró.

– Bueno -dijo Chet-. Tu descubrimiento indica que la víctima fue sometida a cirugía abdominal. Hay mucha gente que ha pasado por esas operaciones.

– No como ésta -replicó Jack-. Las suturas en la vena cava y en la arteria hepática indican que pertenecía a un grupo muy reducido. Apuesto a que le hicieron un trasplante de hígado hace poco tiempo.