Aunque el tatuaje es la menor de mis preocupaciones. También se ha puesto un piercing en la lengua. Rupert se lo ha hecho sin cobrar. Cuando habla parece que tenga una patata caliente en la boca. Así que no es de extrañar que me haya quedado pasmada cuando ha entrado en casa poniendo cara de monstruo y tras decir «tachán tachán» se ha levantado la blusa. John también se ha hecho un tatuaje pero el suyo es de un stick y una pelota de hurling. No quieras saber lo que parece ese dibujo. Rupert ha puesto la pelota demasiado cerca y en el extremo equivocado del stick, no sé si me entiendes.

Supongo que podría ser peor: podrían haberse tatuado sus nombres respectivos. Y Katie podría haber elegido tatuajes peores que una fresita del tamaño de mi uña del pulgar.

¿Estoy reaccionando de manera exagerada?

¡No quiero ni pensar cómo os tuvisteis que sentir tú y papá cuando os dije que estaba embarazada!

Ahora que lo pienso, quizá debería darle un premio a Katie. En fin, tengo que volver arriba y enfrentarme a la música (a todo volumen). Además tengo que seguir estudiando. Me cuesta creer que haya llegado al último curso. Estos dos años han pasado volando y pese a que me era prácticamente imposible estudiar de noche, trabajar de día e intentar ser una buena madre mientras hacía ambas cosas, me alegra no haber tirado la toalla ninguna de las cien veces al día que amenazaba con hacerlo. ¡Figúrate, tendré una ceremonia de graduación! Tú y papá por fin podréis tomar asiento entre el público mientras recojo mi diploma vestida con una de esas togas tan poco favorecedoras y un birrete en la cabeza. Sólo será catorce años más tarde de lo previsto en un principio, pero supongo que más vale tarde que nunca.

No obstante, no llegaré a la ceremonia de graduación si no apruebo los exámenes, así que no más distracciones. ¡Me voy a estudiar!

Besos,

Rosie

De: Rosie

Para: Alex

Asunto: Papá

Ha ocurrido algo espantoso. En tu trabajo me han dicho que estabas en quirófano, pero, por favor, ponte en contacto conmigo en cuanto recibas mis mensajes y este e-mail.

Mamá acaba de llamarme hecha un mar de lágrimas porque mi padre ha tenido un infarto y se lo han llevado al hospital. Está muy impresionada, pero me ha dicho que no vaya a verla porque mañana tengo mi primer examen. No sé qué hacer. No sé lo grave que es, los médicos aún no quieren decirnos nada. He pensado que a lo mejor podrías llamar al hospital y averiguar qué está pasando. Tú entiendes de esto. No sé qué hacer. Ojalá recibas este e-mail a tiempo. No sé a quién más recurrir.

No quiero que mamá esté sola, aunque Kevin va para allá mañana mismo. Tampoco quiero que papá esté solo. Estoy hecha un lío.

Dios mío, Alex, ayúdame por favor. No quiero perder a mi padre.

De: Alex

Para: Rosie

Asunto: Re: Papá

He intentado llamarte, pero estabas comunicando. Mantén la calma. He llamado al hospital y he hablado con el doctor Flannery. Es el médico que atiende a tu padre y me ha explicado el estado en que se encuentra Dennis.

Te sugiero que hagas una maleta para varios días y que cojas el primer autobús que salga hacia Galway. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Olvídate de tus exámenes, esto es más importante. Mantén la calma, Rosie, y apoya a tu madre y a tu padre. Di a Stephanie que también venga a casa si puede. Dime algo esta noche.

Capítulo 43

Querido Alex:

Los ataúdes no pueden tener más de 76 cm. de anchura; pueden estar hechos de aglomerado con enchapados y plásticos homologados para cremación. ¿Lo sabías? Sólo se autoriza el uso de un número limitado de tornillos ferrosos y por eso se refuerzan con abrazaderas de madera, que sólo pueden colocarse en el interior del ataúd.

El ataúd tiene que llevar el nombre completo del fallecido en la tapa. Supongo que la idea es evitar confusiones. Lo que realmente hubiese preferido seguir ignorando es que el ataúd debe forrarse con una sustancia llamada «Cremfilm», o usar tela absorbente o relleno de algodón porque según parece los cadáveres a veces pierden fluidos.

No sabía nada de esto.

Y luego los formularios. Montones de formularios. Los formularios A, B, C, F y todos los formularios médicos. Nadie mencionó los formularios D y E. No sabía que se necesitaran tantas pruebas para demostrar que estás muerto. Pensaba que el hecho de dejar de vivir y respirar era prueba suficiente. Pero según parece no es así.

Supongo que es como irse a vivir a otro país. Papá tuvo que arreglar sus papeles, vestirse de punta en blanco, contratar los medios de transporte para irse a su destino final, dondequiera que esté. Ay, cuánto le habría gustado a mamá hacer este viaje con él, pero sabe que no puede.

En el funeral no paraba de decir a todo el mundo: «Simplemente no se despertó. Le llamé una y otra vez pero no se despertó». No ha dejado de temblar desde que ocurrió y parece que haya envejecido veinte años de golpe. Sin embargo, se la ve más joven. Como una niña perdida que mira a su alrededor sin saber adónde ir, como si de repente estuviera en un sitio nuevo y no supiera hacia dónde tirar.

Supongo que lo está. Supongo que todos lo estamos.

Es la primera vez que estoy aquí. Tengo treinta y cinco años y hasta ahora nunca había perdido a nadie próximo a mí. He asistido a diez funerales en mi vida, pero todos eran de parientes lejanos, amigos de amigos y parientes de amigos cuya desaparición no ha afectado para nada a mi vida.

Pero ¿que se vaya papá? Dios, eso sí que me afecta.

Sólo tenía sesenta y cinco años. No era ni mucho menos viejo. Y gozaba de buena salud. ¿Qué hace que un hombre saludable de sesenta y cinco años se duerma y no vuelva a despertar? Sólo logro consolarme pensando que vio algo tan hermoso que no tuvo más remedio que marcharse. Es la clase de cosa que haría mi padre.

Hay algo tremendamente desconcertante en lo de ver a tus padres disgustados. Supongo que es porque se supone que ellos tienen que ser los fuertes, pero no es sólo eso. Las personas, cuando son niños, usan a sus padres como una especie de rasero para saber lo grave que es una situación determinada. Cuando te caes al suelo, te das un buen golpe y no sabes si te duele o no, miras a tus padres. Si los ves preocupados y corren hacia ti, lloras. Si ríen y patean el suelo diciendo: «suelo malo», te pones de pie enseguida como si tal cosa.

Cuando descubres que estás embarazada y estás tan aturdida que no sabes lo que sientes, observas sus reacciones. Cuando tanto tu padre como tu madre te abrazan y te dicen que todo irá bien y que cuentas con su apoyo, sabes que no es el fin del mundo. Pero según con qué padres, podría haber faltado muy poco para que lo fuera.

Los padres son los barómetros de las emociones para los niños y eso tiene un efecto dominó. No había visto llorar tanto a mi madre en toda mi vida, cosa que me asustó y me hizo llorar, lo cual asustó a Katie y la hizo llorar. Lloramos las tres juntas.

En cuanto a papá, se suponía que iba a vivir para siempre. Era quien podía abrir la tapa de todos los tarros, quien arreglaba todo lo que se había roto, se suponía que lo haría para siempre. El hombre que dejaba que me subiera a sus hombros, que me encaramara a su espalda, que me perseguía haciendo ruidos de monstruo, que me lanzaba al aire y me recogía al vuelo, que me hacía girar hasta que me mareaba y acababa en el suelo muerta de risa.

Y al final, sin haber tenido ocasión de decirle gracias y despedirme como es debido, mis últimos recuerdos de él son los tamaños de los ataúdes y los formularios médicos.

Sigo en Galway con mamá. En el salvaje Oeste. Hace un verano tan bonito que a ratos parece fuera de lugar. El ambiente no encaja con nuestro estado de ánimo, la risa de los niños que juegan en la playa llega hasta nuestras ventanas, los pájaros cantan y bailan por el cielo, lanzándose en picado para capturar comida fresca en el mar. No parece correcto amar el mundo y ver tanta alegría cuando ha sucedido algo tan espantoso.

Es como oír el eco del gorjeo de los bebés en la iglesia durante el funeral. No hay nada más alentador que oír la felicidad de un niño inocente en un sitio lleno de gente triste. Te recuerda que la vida sigue, que no se para salvo para aquel a quien estás despidiendo. Las personas llegan y se van y todos sabemos que así tiene que ser; sin embargo nos horroriza cada vez que sucede. Para usar el viejo tópico, la única certidumbre de la vida es la muerte. Es una certidumbre, es la única condición que nos imponen para vivir, pero a menudo dejamos que nos haga pedazos.

No sé qué hacer ni qué decirle a mamá para que se sienta mejor; supongo que nada lo conseguiría, pero verla llorar en silencio todo el día me deja hecha polvo. Puedo oír su dolor en sus lágrimas. A lo mejor se le acaban.

Alex, tú eres médico del corazón. Conoces el corazón de pe a pa. ¿Qué puede hacerse cuando a alguien se le rompe el corazón? ¿Tienes alguna cura para eso?

Gracias por venir al funeral. Fue estupendo verte. Lástima que fuera en estas circunstancias. También fue todo un gesto que vinieran tus padres. A mamá le llegó al alma. Gracias por librarme de Comosellame; lo cierto es que no estaba de humor para discutir con él en la iglesia. Estuvo bien que viniera, pero si papá lo hubiese visto habría saltado de ese maldito ataúd y lo habría metido a él en su lugar.

Stephanie y Kevin volvieron a casa hace unos días, pero yo voy a quedarme un poco más. Me resisto a dejar sola a mamá. Los vecinos se portan de maravilla con ella. Me consta que estará en buenas manos cuando finalmente me vaya. No me he presentado a ningún examen y según me han dicho tendré que repetir el curso entero si quiero presentarme otra vez. Aunque no tengo muy claro que quiera pasarme un año más estudiando.

De todos modos tendré que irme a casa dentro de unos días ya que sin duda habrá un montón de facturas esperándome en el buzón. Es imprescindible que regrese antes de que me lo corten todo y me desahucien.

Gracias por haber estado a mi lado una vez más, Alex. ¿No empieza a ser típico que sea una tragedia lo que nos reúna?

Un beso,

Rosie

De: Rosie

Para: Alex

Asunto: Papá

Acabo de llegar a casa desde Connemara y me ha recibido un buzón lleno a reventar. Entre el montón de facturas había la carta siguiente. Lleva matasellos del día antes de que muriera papá.