CARTA 0. EL TONTO
Y vi otro hombre.
Cansado y débil, él se arrastraba por un camino polvoriento, a través del llano desierto bajo los abrasadores rayos del sol. Echó un vistazo de soslayo con estupidez, los ojos fijos, una media sonrisa, media sarcástica en su cara; no sabía adónde iba, pero estaba absorbido en sus sueños quiméricos que funcionaban constantemente en el mismo círculo. Su tonta capa estaba puesta en el lado frontal incorrecto, sus ropas estaban rasgadas en la parte posterior; un lince salvaje con ojos que brillaban intensamente saltó sobre él desde detrás de una roca y enterró sus dientes en su carne. Él tropezó, casi se cayó, pero continuó arrastrándose hacia adelante, sosteniendo todo el tiempo en sus hombros un bolso conteniendo cosas inútiles, que él, en su estupidez, las llevaba dondequiera que fuera.
Ante él una grieta cruza el camino y un profundo precipicio aguarda al tonto vagabundo. Entonces un cocodrilo enorme con las fauces abiertas se arrastró hacia fuera del precipicio. Y escuché la voz que dijo: -
¡"Mira! Éste es el mismo hombre."
Sentí mi cabeza girar.
"¿Qué tiene en el bolso?" Pregunté, no sabiendo por qué preguntaba. Y después de un largo silencio la voz replicó: "Los cuatro símbolos mágicos, el cetro, la copa, la espada y el pantáculo. El tonto los lleva siempre, aunque hace mucho tiempo olvidó lo que significan. Sin embargo pertenecen a él, aunque no sabe su uso. Los símbolos no han perdido su poder, ellos lo conservan en sí mismos.