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CARTA XX. EL JUICIO.

Vi un llano de hielo, y en el horizonte, una cadena de nevadas montañas. Una nube apareció y comenzó crecer hasta que cubrió un cuarto de cielo. Dos ardientes alas rápidamente se expandieron en la nube, y supe que miraba al mensajero de la Emperatriz.

Él levantó una trompeta y sopló a través de ella vibrantes y poderosos tonos. El llano tembló en respuesta a él y las montañas fuertemente rodaron sus ecos. Uno después de otro, los sepulcros se abrieron en el llano y de ellos vinieron hombres y mujeres, viejos y jóvenes, y niños. Estiraron sus brazos hacia el mensajero de la Emperatriz y retuvieron los sonidos de su trompeta.

Y en sus tonos sentí la sonrisa de la Emperatriz y en los sepulcros abiertos vi las flores abiertas cuya fragancia parecía ser de la abertura que vi que las flores de la abertura que fragancia se parecía fluir a través de los brazos extendidos.

Entonces entendí el misterio del nacimiento en la muerte.