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Fueron éstas las de Maria Alíete Galhoz y Teresa Sobral Cunha, que realizaron la recolección y transcripción de los textos y sus variantes, y las de Jacinto do Prado Coelho, que se encargó de su organización. Por fin, el año 1982, es decir, trece después de la renuncia de Sena -lo que demuestra la ímproba tarea que fue llevaba a cabo por estos tres estudiosos- apareció la edición de la que es traducción este volumen.

Los originales del Libro del desasosiego se encuentran actualmente en nueve sobres. Los cinco primeros son el desglose de uno que el mismo Pessoa rotuló de su puño y letra, mientras los cuatro restantes contienen los originales encontrados por sus estudiosos, algunos de ellos en cuadernos manuscritos. En la edición príncipe se indica la procedencia de cada uno de los fragmentos y a ella remitimos al lector curioso y, por supuesto, a los estudiosos, pues consideramos que una como la presente no debe ser sobrecargada con estos detalles.

Pessoa dejó entre sus papeles varias notas que se refieren a la organización del Libro del desasosiego pero que no son de decisiva utilidad debido a las dudas y contradicciones que en ellas se encuentran, cosa que no puede parecer sino natural, dado, de una parte, que son muchas las diferencias estilísticas entre los distintos fragmentos y grupos de ellos, y, de otra, el estado no definitivo de la mayor parte de los textos. Pero hay una tercera circunstancia a la que Jacinto do Prado Coelho se refiere, en la «Nota sobre la ordenación de los textos», con las siguientes palabras: «El orden aleatorio del inventario del legado literario de Fernando Pessoa me pareció rechazable in limine, ya que, al desorientar la lectura, obligaría a cada uno de los lectores a hacer él mismo un montaje, juego de puzzle que, además de ser penoso, exigiría una capacidad de construcción de la que sólo dispondrían los lectores privilegiados. No era por cierto el Libro del desasosiego en estado informe, caótico, lo que se esperaba de los responsables de esta edición. Otra hipótesis, aparentemente plausible, sería adoptar el orden cronológico. También me pareció, sin embargo, inadecuado. En primer lugar, la gran mayoría de los textos y fragmentos a integrar no se encontraban datados ni eran datables. Es verdad que, tanto mediante el análisis de los contenidos como mediante el análisis de la letra, del papel y, eventualmente, de la tinta, se podría intentar situarlos en determinado período de la vida de Pessoa. ¿Pero valdría la pena? ¿Sería pertinente la intención? Nada nos asegura que él, llegado el momento, aplazado hasta la muerte, de proceder a la organización del Libro, los hubiese sometido a una cronología veraz, de historiador, que ni siquiera su memoria estaría en condiciones de reconstruir; si hubiese decidido datar los textos, probablemente habría fingido una cronología, ajustada al estatuto ficcional de Bernardo Soares, de acuerdo con una “biografía interior” en que el otrora : se produce ahora, como dice un verso famoso del poeta; esa cronología obedecería, por otro lado, a una estrategia para una lectura que se quería literaria» [23] .

En vista de lo anterior, do Prado Coelho decidió -acertadísimamente a mi juicio- organizar el Libro del desasosiego «en manchas temáticas, sin vallas que las separasen, sugiriendo nexos y contrastes mediante la simple yuxtaposición, colocando, sin embargo, al comienzo del itinerario, textos y fragmentos a los que atribuye una función periférica, introductoria, y llevando al lector a concentrar su atención en zonas de relativa homogeneidad…» [24]

Por mi parte, y respetando en lo esencial la organización llevada a cabo por el estudioso portugués, me he permitido cuatro modificaciones. La primera de ellas consiste en la supresión, tanto de una serie de textos introducidos por Maria Aliete Galhoz inmediatamente antes del comienzo del Libro, como de los diez puestos por do Prado Coelho al principio de éste. Los primeros son notas sobre la organización de la obra de Pessoa, fragmentos de cartas y el titulado «Aspectos» que figura, más arriba, en esta introducción. Dichos documentos son importantes para la organización del Libro pero no pertenecen a él, y si su inclusión está plenamente justificada en el caso de la primera edición original, creo que, por el contrario, resultaría ociosa en esta traducción. Los segundos tienen un carácter tan semejante al de los primeros que las mismas razones que me han aconsejado suprimir unos abonan el que haya suprimido los otros.

La segunda modificación consiste en el desplazamiento al principio del libro de los siguientes textos: el que en la edición portuguesa lleva el número 192 pasa a ser, en nuestra traducción, el número 2; el 194 pasa a ser el 3; el 195, el 4; el 114, el 6; el 91, el 7; el 155, el 8, y el 85 pasa a figurar con el número 9. El objeto de estos cambios no es otro que el de situar al lector, desde el principio, en el ambiente cultural del libro -cuestión importante para su autor- y dar a conocer el de la oficina en la que trabaja Soares. A partir del fragmento 10 de la traducción, se mantiene el orden de la edición original, salvo que se desplaza al último lugar, es decir, al señalado con el número 476, el fragmento 369, cosa que aconsejan su título y la fecha de su composición.

La tercera modificación requiere una justificación más detenida. Pessoa empezó a escribir el Libro del desasosiego en un año muy próximo al 1912, si no fue ese mismo año, y lo terminó el de su muerte o el anterior. Consecuencia de ello es que, a lo largo de todo este tiempo, cambiasen sus ideas respecto a la naturaleza, la organización y el contenido de esta obra; y, por supuesto, evolucionase su visión de la poesía y de la literatura en general. Así, en el texto número 3 de la edición portuguesa -que es una nota en la que figuran diez de los títulos que habían de formar parte del Libro - vemos que uno de ellos es el de su célebre poesía «Chuva obliqua» (Lluvia oblicua), mientras que en el texto número 7, que lleva el título de «Nota para las ediciones propias (y aprovechable para el “Prefacio”)», se lee: «Reunir más tarde, en un libro aparte, los poemas que tenía la equivocada intención de incluir en el Libro del desasosiego; este libro debe tener un título más o menos equivalente a decir que contiene residuos o intervalos, o cualquier palabra igualmente distanciadora». Quedan, pues, excluidos los versos del Libro del desasosiego. En el texto número 8 se lee que «La organización del libro debe basarse en una selección, tan rígida como sea posible, de los trechos variadamente existentes, adaptando, sin embargo, los más antiguos, que no obedezcan a la psicología de Bernardo Soares, tal como ahora surge, a esa verdadera psicología. Aparte de esto, hay que hacer una revisión general del propio estilo, sin que éste pierda, en la expresión íntima, el devaneo y el desconexo [sic] lógico que lo caracterizan». Y continúa: «Hay que estudiar el caso de si se deben incluir trechos grandes, clasificables bajo títulos grandiosos, como la Marcha Fúnebre del Rey Luis de Baviera, o la Sinfonía de la Noche Inquieta. Existe la hipótesis de dejar como está el trecho de la Marcha Fúnebre, y existe la hipótesis de transferirla a otro libro, en el que quedasen los Grandes Trechos juntos».

Por supuesto, la misma prudencia que ha llevado a Jacinto do Prado Coelho a no suprimir ninguno de los trechos que ha considerado susceptibles de publicación, por muy incompletos que apareciesen, me ha llevado a seguir su ejemplo, teniendo en cuenta, desde luego, el interés, unas veces mayor y otras menor, que todos ellos tienen. Y claro es que sólo el propio Pessoa era la persona apta para hacer las correcciones de estilo a que se refiere el primero de los párrafos transcritos. En cambio, y aceptando la idea pesoana expresada en el segundo, he reunido en un «Apéndice» la «Marcha Fúnebre» y los textos semejantes a ella; y lo que me ha movido a hacerlo es que, lo mismo que Pessoa, he comprendido que el estilo y la naturaleza lírica de estos fragmentos es muy diferente del estilo y la naturaleza de los demás, hasta el punto de que, según mi propia experiencia de lector y traductor, interfieren en una lectura coherente del Libro. Estos textos reflejan el ambiente decadentista de la primera época de Pessoa y representan a un personaje que poco tiene que ver, a mi juicio, y espero que al del lector, con el Bernardo Soares ayudante de contabilidad, de estilo nada espectacular ni grandilocuente y, por supuesto, no dominado por las aspiraciones aristocratizantes que se descubren en estos trechos [25] .

La cuarta modificación consiste en haber suprimido -o, mejor dicho, en no haber traducido- los seis poemas y esbozos de poemas atribuidos a B. Soares y reunidos en apéndice por los editores. Se trata de poesías poco significativas -salvo, si queremos, de que Soares no era poeta -que, cuando no recuerdan al Pessoa ortónimo, hacen pensar en los heterónimos Ricardo Reis o C. Pacheco.

La prosa del Libro del desasosiego es en ocasiones difícil, no sólo de traducir, sino también de entender, debido tanto a su calidad innovadora como a la provisionalidad -ya irremediable- de gran parte de ella, que sólo ha sido abocetada. De ahí que el lector vaya a encontrarse con frases incompletas -ya por no haber sido completadas por Pessoa, ora por haber resultado imposible leerlas enteras-, con algunos anacolutos y con no pocas ambigüedades. Nada de lo cual obsta, en una visión de conjunto, a la extraordinaria calidad de este libro; es más, debido a un verdadero prodigio artístico, las frases incompletas o abocetadas llegan a convertirse, en esta prosa admirable, en recursos estilísticos, tal vez no queridos por su autor, y hasta en insólitas figuras de dicción (o de no dicción). De ahí que, al hacer la traducción, haya respetado escrupulosamente, y sin pretender completarlas o aclararlas, las lagunas y las ambigüedades del texto original.

Wittgenstein discute, en su obra Philosophical Investigation, la posibilidad de un lenguaje que sólo pueda ser entendido por un individuo, y por él oído, y que se refiera a acontecimientos mentales interiores y, por lo tanto, ocultos o secretos para los demás. Si ese lenguaje existe, Wittgenstein piensa que es intraducible debido a que el lenguaje es un hecho social cuya formación y comprobación -y aun corrección- depende, no de la falible memoria individual, sino de la memoria colectiva, que es la condición precisa para que el lenguaje sea propiamente tal, sea comunicable y, por lo tanto, traducible [26] . Sin llevar las cosas tan lejos, hay que advertir que el lenguaje de el Libro del desasosiego es, en ocasiones, un idiolecto que tiende a lo secreto, a lo incomunicable, y que, debido a ello, bordea, también en ocasiones, la intraducibilidad. El individualismo de Bernardo Soares, su retraimiento ante los demás, su falta de solidaridad con ellos, y sobre todo su dolor individual -factor, este del dolor, al que Wittgenstein atribuye gran importancia como causa de los lenguajes secretos- [27] , inclinan a Pessoa a crear un lenguaje casi privado, un lenguaje «in isolation» que tiene, según el autor recién citado, algo del juego de los solitarios [28] ; y Pessoa se refiere precisamente a este libro como a un juego de solitarios.

[23] Livro do Desassossego, vol. I, pp. xxxi-xxxii.


[24] Op. cit., p. xxxii.


[25] Doy entre paréntesis los números que corresponden en el texto original a los fragmentos que he reunido en el apéndice: 1 (108), 2 (245), 3 (246), 4 (247), 5 (248), 6 (249), 7 (250), 8 (251), 9 (252), 10 (253), 11 (254), 12 (255), 13 (256), 14 (257), 15 (258), 16 (259), 17 (260), 18 (261), 19 (265), 20 (266), 21 (270), 22 (271), 23 (272), 24 (278), 25 (301), 26 (329), 27 (335), 28 (336), 29 (366), 30 (397), 31 (398), 32 (468), 33 (481), 34 (485).


[26] Conf. G. Steiner, After Babel. Aspects of Language and Translation, Oxford University Press, Oxford-London-New York, 1975, pp. 161-164.


[27] Op. cit., p. 165 y v. también p. 162.


[28] Op . cit., pp. 167 y ss.