Al principio me propuse escribir una crónica o biografía, pero no logro contar la leyenda del Zorro sin caer en el desprestigiado género de la novela. Entre cada una de sus aventuras transcurrían largos períodos sin interés, que he suprimido para no matar de aburrimiento a mis posibles lectores. Por la misma razón, he adornado los episodios memorables, he hecho uso generoso de adjetivos y he añadido suspenso a sus proezas, aunque no he exagerado demasiado sus loables virtudes. A esto se le llama licencia literaria y, según entiendo, es más legítimo que la mentira a secas.

En cualquier caso, amigos míos, me queda bastante en el tintero. En las próximas páginas, que calculo en un número no menor de cien, narraré el viaje del Zorro con las niñas De Romeu y Nuria a través de medio mundo y los peligros que enfrentaron en el cumplimiento de sus destinos. Puedo adelantaros, sin temor a arruinar el final, que sobreviven ilesos y al menos algunos de ellos llegan a Alta California, donde desgraciadamente no todo será miel sobre hojuelas. En realidad, es recién en ese lugar donde comienza la verdadera epopeya del Zorro, la que le ha dado fama en el mundo entero. De modo que os ruego algo más de paciencia.