El ya mencionado jueves 23 de abril de 1937 Antonia Josefa Ramírez, también llamada por algunos Rabadilla, y por otros Raba, se despertó con el piar de los pájaros anidados en el algarrobo del patio. Lo primero que vio fue el cúmulo de objetos arrumbados en su cuarto: botellas de lavandina, damajuanas de vino, latas de aceite, una barrica de vino oporto, ristras de ajo colgando de la pared, bolsas de papas, de cebollas, latas de kerosene y panes de jabón. Su dormitorio también servía de despensa. En vez de cuarto de baño contaba con una antigua letrina de campo y con la pileta del lavadero, al fondo del patio. A las 6:35 allí se lavó la cara, el cuello y las axilas. Después se aplicó el líquido antisudoral rojizo que le había comprado la patrona. Antes de ponerse el delantal gris de manga larga aleteó como un pájaro para que se le secaran debajo de los brazos las gotas rojas: la patrona le había dicho que de lo contrario se le quemaría la ropa. Encendió la cocina a leña y tomó una taza de café con leche con pan y manteca. Lavó camisetas, calzoncillos y camisas del patrón hasta las 7:45. Despertó a la patrona y preparó el desayuno para el matrimonio Aschero e hijos. Puso la mesa en el comedor diario anexado a la cocina. Preparó tostadas. Lavó los platos del desayuno. Barrió y sacudió el polvo del consultorio, de la sala de espera, del dormitorio de los niños, del dormitorio grande, de la sala de estar, del comedor y finalmente barrió la vereda. Fue interrumpida dos veces por la patrona: debió ir a la carnicería a retirar el pedido hecho por teléfono y al almacén a buscar queso de rallar. Uno de los niños derramó un vaso de leche en la sala de recibo y la patrona sufrió aprovechar la oportunidad para baldear el piso de mosaicos y darle una rápida mano de cera. A las 11:30 la patrona la interrumpió nuevamente pidiéndole que tendiera la mesa para el almuerzo mientras se bañaba. A las 12:00 se sentaron a la mesa la patrona y sus dos hijos, un varón y una niña. A las 12:30 salieron los tres rumbo a la escuela donde la patrona ejercía como maestra y los niños cursaban grados. Mientras tanto Raba limpió el baño, equipado con todas las comodidades modernas. A las 13:10 el patrón llegó del hospital y Raba le sirvió la comida preparada por la patrona. El patrón le miró las piernas y como de costumbre Raba evitó acercársele. A las 13:45 Raba se sentó a la mesa y comió las abundantes sobras del almuerzo. A las 15:06 terminó de lavar los platos y limpiar la cocina. Las tareas a realizar cuando el patrón estaba en casa eran las más pesadas, porque no podía acompañarse cantando, mientras que a la mañana entonaba diversas melodías, en general tangos, milongas y tangos-canción escuchados en las películas de su actriz-cantante favorita. Se refrescó con agua de la pileta del fondo y se acostó a descansar. Pensó en los consejos de la patrona. Según ésta las sirvientas no debían dejarse acompañar por la calle ni bailar más de una pieza en las romerías populares con muchachos de otra clase social. Debían descartar ante todo a los estudiantes, a los empleados de banco, a los viajantes, a los propietarios de comercio y a los empleados de tienda. Se sabía que la costumbre de ellos era noviar con chicas de familia -«haciéndose los santitos, Raba»-, para después en la oscuridad tratar de seducir a las sirvientas, las más vulnerables a causa de su ignorancia. La señora Aschero olvidó incluir en la lista a los hombres casados. Le recomendaba en cambio a cualquier muchacho bueno trabajador, palabras con las que designaba a los obreros de toda índole. Raba pensó en la película argentina que había visto el viernes anterior, con su actriz-cantante favorita, la historia de una sirvienta de pensión que se enamora de un pensionista estudiante de abogacía. ¿Cómo había logrado que él se enamorase de ella?, la muchacha había sufrido mucho para conseguirlo y Raba se dio cuenta de algo muy importante: la muchacha nunca se había propuesto enamorarlo, él había empezado a quererla porque la veía buena y sacrificada, al extremo de pasar por madre del bebé de otra chica soltera, hija de la dueña de la pensión. Más tarde el estudiante se recibía de abogado y la defendía ante la justicia, pues la muchacha quería quedarse con el bebé ajeno, ya encariñada como madre, pero al final todo se arreglaba. Raba decidió que si alguien de otra clase social, superior, un día le proponía matrimonio ella no iba a ser tonta y rechazarlo, pero tampoco sería ella quien lo provocase. Además había muchos muchachos buenos y trabajadores que le gustaban: Minguito el repartidor de pan, Aurelio el paisano, Pancho el albañil, Chiche el diariero. Pero al día siguiente tal vez no podría ir a la acostumbrada función de cine en Viernes Populares, porque los patrones tenían invitados a cenar. Raba sin saber por qué tomó una alpargata del suelo y la arrojó con fuerza contra una estantería. Una botella de lavandina cayó y se rompió. Raba recogió los pedazos, secó el piso y volvió a la cama. A las 16:00 se levantó y puso la mesa para la merienda de la patrona y los niños. Llamó a la señora de edad que ayudaba como enfermera al patrón y le ofreció la taza de té habitual. A las 17:28 terminó de lavar los platos de la merienda y cruzó a la rienda «Al Barato Argentino» para retirar los repasadores encargados por la patrona. Nené le preguntó cómo la trataba la enfermera nueva, habían cambiado ya tres desde su partida. Raba pensó en su viejo banco de escuela, se sentaba en la cuarta fila con la actual sirvienta del Intendente Municipal, en la segunda fila Nené con Kela Rodríguez, en la primera fila Mabel Sáenz y Celina Etchepare. Mabel y Kela ya se estaban por casar. ¿El hermano de Celina se casaría con Nené a pesar del enredo con Aschero? Antes Nené le daba los vestidos viejos. ¿Cuántas personas en Vallejos sabían lo ocurrido? Raba pensó en pedirle a Nené alguna otra prenda vieja. Nené le había dado tantas cosas usadas bonitas ¡y como pago acaso ella se había portado bien? Pero Celina le había prometido recomendarla a la madre de Mabel para que la tomara como mucama, ya tenían cocinera y trabajaría menos, y no estaría el doctor Aschero mirándole las piernas. Sonaba la campana del recreo y corrían Mabel, Celina y Nené a saltar con la cuerda, una, dos, tres, cuatro, cien saltos hasta el otro toque de la campana: Nené le hizo el paquete de repasadores y la miró pero no hablaron como antes. Sí, Nené la había recomendado en casa de Aschero, la habían tomado como sirvienta gracias a la enfermera, gracias a Nené, gracias a su compañera de escuela ¿también varias prendas usadas de regalo? un pulóver, un vestido, un tapado, zapatos, cuando Nené trabajaba con el doctor Aschero. Raba salió de la tienda sin pedirle ropa vieja a la empaquetadora. A las 17:50 empezó a planchar las camisas lavadas esa mañana. A las 19:53 puso la mesa para la cena preparada por la patrona. A las 20:21 fue a la quinta del pollero a retirar los pollos que le mandaban de regalo al patrón. A las 20:40 Pancho el albañil se le acercó y le habló. Raba trató de ocultar su entusiasmo. Pancho tenía una camisa de mangas cortas de donde salían dos brazos musculosos cubiertos de espeso vello, el cuello de la camisa estaba abierto y se entreveía el pecho cubierto del mismo vello. Raba sin saber por qué pensó en un gorila temible, con las cejas tupidas pero bien delineadas, las pestañas arqueadas y el bigote cubriendo en parte la boca grande. La patrona no se enojaría al verla bailar con él en las romerías, Raba caminaba al lado del albañil, se retocaba el peinado de tanto en tanto, el pelo le nacía a Raba de la media frente, lacio, tupido y color tierra. A las 20:52 pasó sola por el Cine Teatro «Andaluz», se anunciaba para el día siguiente en Viernes Populares una película argentina cómica. A pesar de que no dieran una película con su actriz-cantante favorita, lo mismo asistiría a la función con la sirvienta del Intendente Municipal, como todos los viernes, cinco centavos las damas y diez los caballeros, ¿pero y si los invitados a cenar se retrasaban y ella no podía ir al cine? ya no le importaba casi ¿y la salida del domingo? en las romerías estaría Pancho quien ya le había manifestado su deseo de bailar alguna pieza con ella. Raba pensó sin saber por qué en los pájaros del algarrobo del patio, ya estarían acurrucados en sus nidos, bien abrigados uno contra otro. Sintió deseos de estar ya en su cama bien abrigada: una noche de frío había entrado la patrona a su cuarto, a buscar vino oporto de la barrica para convidar a amigos del marido, y al ver a Raba acostada la patrona le había preguntado si necesitaba otra frazada. Raba sintió deseos de estar en su cama bien abrigada, si entraba la patrona a su cuarto le contaría el encuentro con Pancho. A las 21:20 se sentó a comer las sobras de la cena. A las 22:15 terminó de lavar los platos y la cocina. Raba pensó en que el día había sido liviano, sin cortinados que lavar o pisos de madera que rasquetear. A las 22:25 su patrón le pidió que le fuera a comprar un atado de cigarrillos al bar. A las 23:02 se acostó y pensó que si se casaba con Pancho se conformaría con vivir en una casa de una pieza con techo de chapas, pero se opondría a que en el dormitorio guardaran objetos indebidos: le exigiría a Pancho que construyera por lo menos un alero para guardar botellas de lavandina, damajuanas, barricas, bolsas de papas, ristras de ajo y latas de kerosene. De repente recordó que Pancho era amigo del hermano de Celina, y el hermano de Celina noviaba con Nené. Pensó que se había portado mal con Nené, no había cumplido su promesa. Raba juntó las manos y pidió perdón a Dios. Recordó las palabras de Nené: «si me haces una mala pasada Dios te va a castigar».