Prudencia no sabía muchas veces que yo la estaba mirando. Cuando se quedaba parada delante de la ventana durante todo el día, con una copita de anís. Me daba mucha lástima verla así. Y es que hay personas que no saben vivir lo que les ha tocado y quisieran vivir la vida de otro. Siempre la sorprendía observando a la gente que pasaba como si tuviera que escoger entre ellos por quién cambiarse.

Suspiraba profundamente y se alejaba de la ventana cojeando mientras decía, ay Dios mío, ay Dios mío.