Carmela iba a recoger a sus hijos. Carlos la esperaba con ellos en el portal de la casa. Cuando la vieron por la acera, corrieron a su encuentro con los brazos abiertos. ¿Quién me quiere a mí? Yo. Yo. Yo. Casilda. Mario. Carlota.

—Mamá, ¿de verdad vamos a vivir contigo? —preguntó Carlota.

—Sí, mi amor.

—Pues ahora ya te puedo decir una cosa —le susurró al oído.

—¿Sí, cuál?

—Me enfadé contigo cuando te fuiste.

—Ya no vas a enfadarte nunca más —la madre la abrazó.

El traslado era una fiesta. Carmela había encontrado un piso cerca de la casa de Blanca. Había conseguido unos pocos muebles con el dinero que le dieron por sus anillos de oro, sus cadenas, la medalla de su primera comunión, un reloj que le había regalado su suegra. Blanca se encargó de los colchones y las mantas, almohadas también. Carlos les llevó a todos en coche hasta la puerta, con sus equipajes. Arriba esperaba Blanca. Los niños se despidieron de su padre y corrieron hacia el portal impacientes por ver la casa nueva. Una puerta de forja de hierro daba paso a una segunda de cristal y madera donde podía leerse: HAY ASCENSOR, escrito sobre el cristal con grandes letras.

—Hay ascensor —gritaban los niños. Reían.

Blanca oía los gritos desde arriba. Su hermana y sus sobrinos intentaban entrar con los equipajes en el ascensor, se tropezaban unos con otros, con las bolsas de viaje, con las maletas. Reían. Reían.

Blanca escuchaba las risas de Carmela. Por fin. Carmela había salido a flote. Había superado su propio naufragio. Todo el mundo pensaba que a Carmela el agua le llegaba al cuello. Que Carmela tenía vocación de ahogada. «Un barco demasiado pequeño para el mar.» Ahora demostraba al mundo que no. Que la profundidad del mar depende de los pies. De los pasos que uno esté dispuesto a dar hacia dentro. Hay gente a la que el mar le llegará siempre a la cintura, sólo a la cintura. Y otros que se quedan en la playa toda la vida. Carmela no. Ella se había atrevido a entrar hasta lo profundo. A Carmela el agua le llegaba al cuello, pero había aprendido a nadar.