—Me asombra que tú me lo preguntes, señor —respondió Éomer—. Porque en este asunto, como en todo lo demás, te considero libre de culpas; mas nunca supe que frío alguno haya herido a Éowyn, mi hermana, hasta el día en que posó los ojos en ti por vez primera. Angustias y miedos sufría, y los compartió conmigo, en los tiempos de Lengua de Serpiente y del hechizo del rey; de quien cuidaba con un temor siempre mayor. ¡Pero eso no la puso así!

—Amigo mío —dijo Gandalf—, tú tenías tus caballos, tus hazañas de guerra, y el campo libre; pero ella, nacida en el cuerpo de una doncella, tenía un espíritu y un coraje que no eran menores que los tuyos. Y sin embargo se veía condenada a cuidar de un anciano, a quien amaba como a un padre, y a ver cómo se hundía en una chochez mezquina y deshonrosa; y este papel le parecía más innoble que el del bastón en que el rey se apoyaba.

”¿Supones que Lengua de Serpiente sólo tenía veneno para los oídos de Théoden? ¡Viejo chocho! ¿Qué es la casa de Eorl sino un cobertizo donde la canalla bebe hasta embriagarse, mientras la prole se revuelca por el suelo entre los perros?

”¿Acaso no has oído antes estas palabras? Saruman las pronunció, el amo de Lengua de Serpiente. Aunque no dudo que Lengua de Serpiente empleara frases más arteras para decir lo mismo. Mi señor, si el amor de tu hermana hacia ti, y el deber no le hubiesen sellado los labios, quizá habría oído escapar de ellos palabras semejantes. Pero ¿quién sabe las cosas que decía a solas, en la oscuridad, durante las amargas vigilias de la noche, cuando sentía que la vida se le empequeñecía, cuando las paredes de la alcoba parecían cerrarse alrededor de ella, como para retener a alguna bestia salvaje?

Éomer no respondió, y miró a su hermana, como estimando de nuevo todos los días compartidos en el pasado.

Pero Aragorn dijo: —También yo vi lo que tú viste, Éomer. Pocos dolores entre los infortunios de este mundo amargan y avergüenzan tanto a un hombre como ver el amor de una dama tan hermosa y valiente y no poder corresponderle. La tristeza y la piedad no se han separado de mí ni un solo instante desde que la dejé, desesperada en El Sagrario, y cabalgué a los Senderos de los Muertos; y a lo largo de ese camino, ningún temor estuvo en mí tan presente como el temor de lo que a ella pudiera pasarle. Y sin embargo, Éomer, puedo decirte que a ti te ama con un amor más verdadero que a mí: porque a ti te ama y te conoce; pero de mí sólo ama una sombra y una idea: una esperanza de gloria y de grandes hazañas, y de tierras muy distantes de las llanuras de Rohan.

”Tal vez yo tenga el poder de curarle el cuerpo, y de traerla del valle de las sombras. Pero si habrá de despertar a la esperanza, al olvido o a la desesperación, no lo sé. Y si despierta a la desesperación, entonces morirá, a menos que aparezca otra cura que yo no conozco. Pues las hazañas de Éowyn la han puesto entre las reinas de gran renombre.

Aragorn se inclinó y observó el rostro de Éowyn; y parecía en verdad blanco como un lirio, frío como la escarcha y duro como tallado en piedra. Y encorvándose, le besó la frente, y la llamó en voz baja, diciendo: —¡Éowyn, hija de Éomund, despierta! Tu enemigo ha partido para siempre.

Éowyn no hizo movimiento alguno, pero empezó a respirar otra vez profundamente, y el pecho le subió y bajó debajo de la sábana de lino. Una vez más Aragorn trituró dos hojas de athelasy las echó en el agua humeante; y mojó con ella la frente de Éowyn y el brazo derecho que yacía frío y exánime sobre el cobertor.

Entonces, sea porque Aragorn poseyera en verdad algún olvidado poder del Oesternesse, o acaso por el simple influjo de las palabras que dedicara a la Dama Éowyn, a medida que el aroma suave de la hierba se expandía en la habitación todos los presentes tuvieron la impresión de que un viento vivo entraba por la ventana, no un aire perfumado, sino un aire fresco y límpido y joven, como si ninguna criatura viviente lo hubiera respirado antes, y llegara recién nacido desde montañas nevadas bajo una bóveda de estrellas, o desde playas de plata bañadas allá lejos por océanos de espuma.

—¡Despierta, Éowyn, Dama de Rohan! —repitió Aragorn, y cuando le tomó la mano derecha sintió que el calor de la vida retornaba a ella—. ¡Despierta! ¡La sombra ha partido para siempre, y las tinieblas se han disipado! —Puso la mano de Éowyn en la de Éomer y se apartó del lecho—. ¡Llámala! —dijo, y salió en silencio de la estancia.

—¡Éowyn, Éowyn! —clamó Éomer en medio de las lágrimas.

Y ella abrió los ojos y dijo: —¡Éomer! ¿Qué dicha es ésta? Me decían que estabas muerto. Pero no, eran las voces lúgubres de mi sueño. ¿Cuánto tiempo he estado soñando?

—No mucho, hermana mía —respondió Éomer—. ¡Pero no pienses más en eso!

—Siento un cansancio extraño —dijo ella—. Necesito reposo. Pero dime ¿qué ha sido del Señor de la Marca? ¡Ay de mí! No me digas que también eso fue un sueño, porque sé que no lo fue. Ha muerto, tal como él lo había presagiado.

—Ha muerto, sí —dijo Éomer—, pero rogándome que le trajera un saludo de adiós a Éowyn, más amada que una hija. Yace ahora en la Ciudadela de Gondor con todos los honores.

—Es doloroso, todo esto —dijo ella—. Y sin embargo, es mucho mejor que todo cuanto yo me atrevía a esperar en aquellos días sombríos, cuando la dignidad de la Casa de Eorl amenazaba caer más bajo que el refugio de un pastor. ¿Y qué ha sido del escudero del rey, el Mediano? ¡Éomer, tendrás que hacer de él un Caballero de la Marca, porque es un valiente!

—Reposa cerca de aquí en esta Casa, y ahora iré a asistirlo —dijo Gandalf—. Éomer se quedará contigo. Pero no hables de guerra e infortunios hasta que te hayas recobrado. ¡Grande es la alegría de verte despertar de nuevo a la salud y a la esperanza, valerosa dama!

—¿A la salud? —dijo Éowyn—. Tal vez. Al menos mientras quede vacía la silla de un Jinete caído, y yo la pueda montar, y haya hazañas que cumplir. ¿Pero a la esperanza? No sé.

Cuando Gandalf y Pippin entraron en la habitación de Merry, ya Aragorn estaba de pie junto al lecho.

—¡Pobre viejo Merry! —exclamó Pippin, corriendo hasta la cabecera; tenía la impresión de que su amigo había empeorado, que tenía el semblante ceniciento, como si soportara el peso de largos años de dolor; de pronto tuvo miedo de que pudiera morir.

—No temas —le dijo Aragorn—. He llegado a tiempo, he podido llamarlo. Ahora está extenuado, y dolorido, y ha sufrido un daño semejante al de la Dama Éowyn, por haber golpeado también él a ese ser nefasto. Pero son males fáciles de reparar, tan fuerte y alegre es el espíritu de tu amigo. El dolor, no lo olvidará; pero no le oscurecerá el corazón, y le dará sabiduría.

Y posando la mano sobre la cabeza de Merry, le acarició los rizos castaños, le rozó los párpados, y lo llamó. Y cuando la fragancia del athelasinundó la habitación, como el perfume de los huertos y de los brezales a la luz del sol colmada de abejas, Merry abrió de pronto los ojos y dijo:

—Tengo hambre. ¿Qué hora es?