En tiempo de calor, las culebras abandonan sus guaridas, no aguantan su piel antigua, abandonan su soledad sabia y eficaz, salen al rayo del sol para juntarse todas y corren por los campos trillados del Edén, arrastradas, antes de que la última piel se les caiga hecha jirones y se vuelvan puro esqueleto y ojos de huevo: no sé quién le tocó a quién, cuando el Rosa se levantó de la cama, en esa pirámide que se hizo rosca en el enorme colchón, no sé qué le contó el Rosa a la chaparrita de las toallas, a la flaca y fea y sarmentosa que se sentó junto a él en el mueble de tubo, siempre con las toallas al brazo, mientras la Capitana me daba el beso negro y creo que esos calcetines que andan por mis narices son los de Jakob.

– Escribí un librito. Dejé a mi madre. Encontré a una mujer. Fuimos a Grecia. Creo que eso es cierto. Pero el mundo no cambió para nada. Se negó. No quiso hacerme caso.

– Mire. El gallito.

– Quería ser uno con el mundo y el sueño y el arte y la acción.

– Mire, que mire.

– ¿He dejado de creer en la fuerza de mi deseo?

– Que le digo que yo me saqué el gallito.

– Sí, dejen que me descargue a favor de Franz. Acúsenme a mí.

– Que gané.

– ¿Que soy otro como él, pero sólo latente, sin grandeza, su larva? Yo le escurro el bulto a un toro como ése, chaparra. Me da miedo.

– Que me saqué la lotería.

– ¿Sabes? Nos dijeron que el mundo sólo se transforma cuando todos actúan juntos; uno solo… ¿no puede?

– La rifa. Que gané la rifa.

– ¿La historia no se piensa, se hace? ¿Cómo? ¿Cómo?

– ¿Y mi premio? ¿Cuándo?

– ¿No puede nada mi puro deseo? ¿Y el amor, que es el anuncio del deseo de todos?

– ¿No me la va a hacer buena?

– ¿Será el amor el resumen del mundo? ¿Al ser uno con la mujer podremos ser uno con el mundo?

– Estaría de Dios. ¿Quiere que me conforme con mirar?

– ¿Y el amor no es realmente, como el mundo, una lucha, una resistencia o nuestro deseo, que por fin nos vence o se deja vencer? ¿No se impone siempre un amante al otro, lo coarta, le impide crecer? Eh… ¿qué sigue? ¿Qué debo decir ahora? Maldita memoria. Etcétera.

Elena, Elenano, toalla al 6, dónde chingados se mete esa chaparra, para qué le pagan, le encanta oír a los borrachos, nació para confesora, estoy escurridísima, dónde se encondió.

– Si quieres, toca, chaparrita.

– Todo se me va en tentar.

– Tienes manos muy lindas.

– Algo me había de tocar. Todo anda mal repartido.

– Me gustan tus manos. Pesan como dos piedras húmedas, como una talega de plata.

– Será de tanto cargar toallas. A veces no siento los brazos.

– ¿Te conformas con ver?

– Fue pura lotería. Quién me manda meterme donde no debo. Luego me van a mirar gacho, de ladito, con resquemor. Más vale que regrese el gallito. Que lo use otra. Gracias, joven.

– ¿Te están gritando? ¿Es cierto que oyes confesiones?

– Sí, porque a nadie le importa lo que yo ande repitiendo. Me están llamando, jovenazo. Me van a correr si no me apuro.

– Quédate. Les pago tu sueldo. ¿Cuánto ganas?

– Nomás las propinas y las meriendas. Y uno que otro tanguarnís.

– Ven.

– No, a la cama no. Se van a enojar.

– Que vengas. Ven a oír. Nada más. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

– No. Por eso puede contarme todo. Mientras esperan, antes o después, los clientes me platican allí afuerita. Todo se me olvida. Dicen que soy el puro olvido. Elenano la olvidosa.

– Ven a olvidarte de cosas que no significan nada.

– No soy nadie para averiguar eso, señor.

– Ven. Acuéstate aquí. Ves que nadie puede.

Jey jonibonch, lovidovi, hazme un huequito, cherribloson, foquifoqui.

– ¡Ay!

– ¿Hasta ahí?

– Cachuchazo popular.

– ¿Hueles al Negro, chaparra? ¿Quién habrá inventado que huele distinto o peor que los demás? Toca la barba del Güero, acaricia la espalda de la Paliducha, Jakob, ¿qué haces con los calcetines en la cama?, ¿quieres llegar por fin al mundo exterior unido y fortalecido por el amor? ¿No te das cuenta de lo que el mundo ha hecho de sí mientras nos olvidábamos de él y amábamos solos? ¿No ves que en su propia lucha, paralela a la de mi amor, mi sueño original, el sueño de afuera, el sueño insurgente, ha sido derrotado por la resistencia del mundo?

Estoy sofocado, junto, bajo, entre, sobre los cuerpos y me aterra la ausencia de risas, la cadavérica solemnidad de nuestra pirámide sin tactos, la máscara salvavidas del idioma inglés en boca de las cariñosas honeybunch, cherryblossom: cuando el Rosa-Correosa apagó la luz, todas las manos huyeron de las pieles ajenas, la oscuridad les arrebató el placer profesional y las manos se refugiaron en la propia piel protectora y la lingua franca del joven, imberbe Rosa impone el abandono a quienes entendemos su inglés germánico, los destructores de ídolos son ahora los adoradores de ídolos: el Rosa ha recostado, como una sardinilla, al filo de la cama crujiente y callada, a la muchacha de las toallas, la rebelión triunfante se vuelve también institución y ley de una nueva opresión: impone el respeto a las hullas que deben imaginar una locura intocable y un daño reciente que han venido a contagiarlas: la lengua extraña las inmoviliza, coarta la burla, destierra el albur; a su manera, ellas están en el juego, le escuchan sin entenderlo:

– What is left of our dream?

La Pálida suspira a mi lado, se separa penosamente de todos los brazos fríos.

– La tragedia de los pequeños. La tragedia sin máscaras. La definición de lo posible y la pérdida de las ilusiones.

– Se acepta la aportación de la testigo – la Negra Morgana satisfecha susurra con la almohada sobre el rostro. Ah qué relajo de juez. Trae bien mojada y apretada entre los muslos la peluca ceremonial de la magistratura: la pararon de cabeza en el estrado de Old Bailey y dictó sentencia con el ombligo y nadie se enteró. Ahí está, cuando el Rosa vuelve a encender la luz y todas chillan y se tapan, se levantan y se hincan, agarran los rollos de papel de excusado y se los meten entre las piernas, se dan friegas de alcohol y se acabó el show, ahí está el show, con las piernas levantadas y apoyadas contra el respaldo de caoba y el Rosa dice al encender la lamparita de noche:

– Y yo sigo sin saber algo.

Toma el lápiz labial que le tiende la Pálida, que ya está de pie, metiendo mano en las bolsotas de su trinchera:

– El testigo es impertinente. -No, no. “Avez-vous déjà giflé un mort?” “Avez-vous déjà tué un juif?”-y traza en el vientre de la Negra la máscara del Cíclope Ciclón B, el ojo-ombligo de un payaso con bigotillo tirolés.

– Eso quería decir.

La Capitana, desilusionada -aquí no ha pasado nada- le tiende los pantalones de charro al Negro que habla mientras se faja, se acomoda los güevos en la estrechez de calzador, se encaja bien las nalgas.

– El amor es satisfactorio aun cuando es doloroso. Y amamos a quienes nos hieren más, porque sabemos que les importamos.

– Sentencias. Sofismas-. Jakob se levanta los calcetines y la Pálida se mueve entre las huilas que huyen, abren la puerta, piden toallas, reciben nuestra ropa seca y planchada y Elena es empujada fuera de la cama, se acabó la pachanga chaparra, dale a la chamba y la Pálida cierra la puerta, impide el paso, toma a Elena de los hombros y la fija, de cara a nosotros, de espaldas a la Pálida que le mesa los cabellos, los dos, ¿por qué no lo aceptan?, ¿por qué viven de los fantasmas?, le levanta la cabeza con un dedo bajo la barbilla, ¿por qué no prefieren cualquier cosa viva, a pesar de las cadenas, una mujer real?, Elena trata de sonreír, de cerrar los ojos, de entrar al show, ¿una mujer real, con cuerpo, con rostro, es una cadena? Dogal de flores, la chaparrita empieza a reír, ¿por qué prefieren amar su propia imaginación, el harem masturbador, el serrallo de los eunucos?, todos te miran, ah chaparra flaca y sarmentosa, ¿a amar una mujer real?, ahora es cuando, Elenano, muere en la raya, levanta los brazos y muestra los dientes con los ojos cerrados y contonéate y trata de bailar y baila como un títere de yeso, avergonzada, vestida con su suéter de botones y sus medias de algodón, baila ese paso de indio, un-dos-tres, undostrés, dos pasitos para acá, un pasito para allá, como en las ceremonias del origen que son las del terror aplacado, frente a los dioses y a las madres.