– Te veo muy pesimista.

– No, mujer, lo que estoy es preocupado.

– ¿Quieres que apague la radio?

– Sí, pon unos discos en la gramola.

– ¿Tangos?

– No, valses.

El murciélago es musaraña de mucho instinto y acomodo, los murciélagos llegan hasta donde nadie se atreve a llegar, los murciélagos tienen un pie en el aire de la tierra, como los demonios que andan a la caza de almas, y el otro en el aire del infierno, como los demonios que andan a la administración de almas, los murciélagos a veces llevan un vampiro en el corazón.

– Siga.

Bueno, seguiré, los enfermos, los presos y hasta los muertos son siempre los mismos, ¡allá usted con sus manías, sus remordimientos de conciencia, sus atriciones y contriciones y su dolor de corazón! La muerte cuelga de las vigas más altas y a oscuras, más enmohecidas y apolilladas, da grima ver a la muerte balanceándose como un ahorcado sobre una mancha de aceite que parece la península Ibérica.

– ¿Quieres bailar?

– Después.

Los pálidos anduvieron sembrando muertes con la regadera de la muerte pero, cuando Dios quiso, también empezaron a morir y quienes habían llorado pero seguían vivos, el hombre es animal que aguanta mucho, sembraron una abeleira por cada pálido muerto para que el jabalí tuviera siempre avellanas frescas. El mono Jeremías está cada vez más tísico y vicioso, tampoco toda la culpa es suya, la señorita Ramona se siente incapaz de defenderlo del asedio de Rosicler.

– Te dije mil veces que no se la menees más al mono, ¿no ves que el pobre tose sin parar?

La tortuga Xaropa lleva meses escondida, hasta que llegue el calor no se enseñará, y el caballo Caruso aguanta bien, es la única bestia no morriñenta de toda la casa, Etelvino lo saca todas las mañanas a que estire un poco la musculatura, también lo cepilla. Por las tardes, en cuanto se pone el sol, doña Gemma le dice a su marido,

– Dame un poco de anisado, Teodosio, que estoy que no aliento. Y tú mete la cabeza en una bolsa de hule y si no puedes respirar, pues mira, ¡peor para ti!

Doña Gemma no es simpática ni generosa pero sí sucia y beata, váyase lo uno por lo otro, doña Gemma tuvo un pasado tumultuoso pero ahora lee Los gozos de las madres. Meditaciones para la mujer cristiana, por el Rvdo. P. Zaqueo Mantecón, Pbro., Huelva, 1920. Doña Gemma sufre prurito anal que combate con baños de asiento de camomila.

– Para mí tengo que el anisado no te prueba, Gemma, eso te tiene que irritar el ojete.

– ¡Tú, calla!

– Bueno, como quieras, el picor es tuyo. ¡Qué horror, qué modales!

A don Teodosio, en la pila bautismal le pusieron Casiano pero después, cuando lo del sacramento de la confirmación, le cambiaron el nombre. Doña Gemma y don Teodosio viven en Orense, en la plaza de San Cosme, en el piso donde murieron los padres de ella, la casa está infestada de cucarachas, parece la selva, y el retrete lleva más de diez años atorado, hay que echar dos cubos de agua y ayudarse con una escoba, las baldosas de la galería pintan rayas, ángulos y cruces, cada baldosa tiene cuatro rayas y cuatro ángulos y cada ángulo está formado por dos rayas que al prolongarse dibujan tres ángulos más, uno al norte (o al sur), otro al este y otro al oeste, don Teodosio procura no pisar raya, ni ángulo, ni cruz y, claro es, marcha siempre escorado y en zigzag, cuando don Teodosio va a casa de la Parrocha pasa directamente a la cocina.

– ¿Está Visi?

– Está ocupada, don Teodosio, no creo que tarde porque lleva ya un buen rato con don Ezequiel, el del Monte de Piedad, ¿quiere usted que le llame a la Ferminita?, don Ezequiel es un poco pesado.

– No, no, prefiero esperar, muchas gracias.

– Como guste, usted manda.

Gaudencio toca el acordeón con tristeza, las notas no le salen tan limpias como de costumbre, Gaudencio lleva unos días triste y medio preocupado.

– ¿No se habrá vuelto loca la gente?

– No sé, muy cuerda no parece estar.

Doña Gemma es natural de Villamarín, sus padres tenían una fábrica de sifones y gaseosas, Espumosos Vilela, y otra de lejía, La Sobreirana, y se defendieron bien y con holgura hasta que don Antonio, el cabeza de familia, inventó el jugo de carne Excavacón, extracto carne vacuno concentrado, y la inspección de sanidad le cerró la fábrica porque usaban perros y lagartos, eso le llevó a la ruina. En casa de la Parrocha tienen innúmeras consideraciones con don Teodosio.

– ¿Quiere usted que le llame a Marta la Portuguesa para que se vaya calentando?

– ¡Mujer, muy agradecido! ¡Usted siempre tan detallosa y amable!

– ¡No diga, don Teodosio! Lo único que servidora desea es complacer a los buenos amigos.

Visi es de Penapetada, en la Puebla de Trives, pero habla con acento andaluz, todavía no le sale demasiado bien pero ya irá aprendiendo. La Parrocha tiene tres colecciones muy valiosas, una de abanicos, otra de sellos y otra de monedas de oro, se las dejó en testamento don Perpetuo Carnero Llamazares, del comercio de la ciudad de León, por los entresijos de las ramerías se cuelan sucesos muy raros, es una pena que esa historia se quede sin escribir, la Parrocha no tiene pensado el destino que dará a las colecciones cuando muera.

– ¡Si me diese con alguien de confianza para nombrarlo heredero universal! Hijos no tuve y mis sobrinos no quieren saber nada de mí, ¡peor para ellos! A un señor no se lo puedo dejar, claro, ni al cabildo tampoco, ¡menudo lío!, al final acabaré dejándoselo a las niñas, que lo vendan todo y se repartan los cuartos; a mí me gustaría que me enterrasen con los abanicos, el mantón de Manila y las monedas de oro, con los sellos no, pero acabarían robando la sepultura.

– Eso no lo dude.

A Gaudencio le piden pasodobles, muchos pasodobles, los caballeros gritan ¡viva España! y piden pasodobles, muchos pasodobles, mientras las mujeres ríen, unas con cachondeo y otras con resignación.

– Quítate el sostén.

– No me da la gana.

Rómulo y Remo, los cisnes del estanque de la señorita Ramona, se llegan hasta el río por las mañanas, a veces pescan algún pez que engullen entero, empiezan a digerirlo antes de haberlo matado. Si dejara de llover de golpe nos quedaríamos todos muy desorientados, don Jesús Manzanedo también era buen cliente de la Parrocha, cuando empezó a hacer de hiena en las madrugadas don Teodosio dejó de saludarlo, no le retiró el saludo, no es eso, sino que lo fue dejando de saludar poco a poco, en esto hay un matiz.

– ¿Ha oído usted algo, Pura? ¿Ha oído lo que se anda diciendo por ahí?

– Yo soy ciega y sorda, don Teodosio, yo ni sé nada ni quiero saber nada, para mí que la gente ha loqueado toda al tiempo, no hay otra explicación, ¡que Dios nos coja confesados!

A Gaudencio se le secó la garganta.

– ¿Me traes una gaseosa?

– Sí.

Don Jesús Manzanedo es muy cuidadoso, el orden es el orden, y apunta las muertes en una libreta, número en su cuenta particular, fecha, nombre y apellidos, profesión, lugar e incidencias, casi nunca hay incidencias: n.° 37, 21 oct. 36, Inocencio Solleiros Nande, empleado de banca, Alto del Furriolo, murió confesado. Inocencio Solleiros Nande era el padre de Rosicler, ¡también es ocurrencia ponerle Rosicler a una hija!

– ¿Pero usted cree, doña Arsenia, que es razón bastante para mandarle a uno para el otro mundo?

– ¡Ay, mire! Yo no le digo ni que sí ni que no, a mí esto ni me va ni me viene, a mí que me dejen en paz.

– Bueno, bueno.

Fabián Minguela es un trapacero, Fabián Minguela no es pequeño del todo sino medio pequeño, ningún Carroupo es grande ni fuerte, hay pequeños y medio pequeños mañosos pero también los hay muy trapalleiros y confusos, al lado de don Jesús Manzanedo, Fabián el Moucho es un doctrino, un aprendiz. Don Jesús Manzanedo mata gente por aprecio del orden y también por deleite, las dos cosas, los hay a quienes se les pone gorda dándole gusto al dedo y apretando el gatillo, en cambio Fabián Minguela mata gente para dar coba a alguien, no se sabe a quién, alguien habrá que sonría, siempre pasa, y por miedo, tampoco se sabe a qué, algo habrá que asuste, siempre pasa, el miedo se escapa como una sabandija por la atarjea del terror. Benicia tiene los ojos azules y la voluntad siempre dispuesta, Cidrán Segade, el padre de Benicia, era de Cazurraque, por debajo de los penedos de la Portelina, y también murió en el bululú, cuando el mundo se revuelve los hombres puedan morir a manos de los títeres, esto no pasa si Dios no pierde el mando ni el orgullo.