Robín Lebozán piensa a veces en los sucesos.

– Las matanzas están organizadas para la desilusión y el remordimiento y, a menos remordimiento, más desilusión, es lo de siempre, repásese la historia desde el imperio romano hasta nuestros días, las matanzas no arreglan nada y estropean muchas cosas durante mucho tiempo, a veces estrangulan dos generaciones o más y siembran el odio por donde pasan.

Robín Lebozán quiere que la señorita Ramona lea el Quijote.

– Déjame en paz, a mí me gustan más los versos, el Quijote es muy aburrido.

– No, mujer.

– Sí, a mí me gustan más los versos de Rosalía y de Bécquer.

– ¿Tú sabes que hace ahora cien años que nació Bécquer?

– No, no lo sabía.

A la taberna de Rauco llegan noticias muy confusas, un viajante de comercio cuenta fantasías increíbles, sublevación de generales y movimiento de tropas en Marruecos, la radio también da informaciones que no se entienden bien y con frecuencia suenan marchas militares y pasodobles toreros, la frontera que los separa no es fácil de señalar, esto que se oye ahora no sé lo que es, esto otro es Los voluntarios, ¿qué bonito, verdad? Chufreteiro gana un buen jornal en la fábrica de ataúdes El Reposo, él da muchas gracias a Dios porque se puede ganar la vida honradamente. A Rosalía Trasulfe le llaman Cabuxa Tola pero es muy amarga y cuerda y va siempre con el sentimiento por delante.

– Es verdad que me acosté con el muerto, ¡qué pasa!, pero mira cómo acabó, tú sabes bien cómo acabó, a quien anda haciendo el mal al final lo cazan, ¡vaya si lo cazan!, que hable Ádega si quiere, siempre fue buena amiga y mujer muy cabal y de confianza.

No es bueno que deje de llover de repente, por aquí no deja de llover de repente casi nunca, deja de llover poco a poco, casi sin que se dé cuenta nadie de si llueve o no llueve, el sordomudo Benito Gamuzo, Lacrau, va de putas una vez al mes y no mira para el dinero, él se gasta lo que sea preciso, para eso trabaja, Benitiño Gamuzo suele estar muy contento, las cosas le van bien, tiene salud y le sobra siempre una peseta, a Benitiño Gamuzo se le conoce la alegría en que gruñe como las donicelas y sonríe, es una lástima que no pueda hablar porque lo más seguro es que pudiera contar cosas muy divertidas, en cambio a Salustiño Mixiriqueiro, el hermano parvo, parece como si siempre le estuvieran doliendo los oídos. A Ádega, después de la guerra, la llevaron a ver el mar, la llevaron a Vigo.

– ¿Y eso que se ve enfrente es América?

– No, eso que se ve enfrente es Cangas.

– ¡Pues vaya!

Ádega fue a la playa de Samil pero no se bañó, ella es de tierra adentro y no tiene costumbre, el bando que regula los bañadores es muy preciso: el traje debe ser de tela no transparente y cubrir el cuerpo sin ceñirlo, los de las mujeres llegarán hasta la rodilla, o bien enteros o compuestos de blusa y falda, usarán además pantalones que deberán llegar asimismo hasta la rodilla, el escote será de modo que nunca pueda separarse del cuerpo, las mangas irán tan ceñidas que en ninguna ocasión un movimiento brusco descubrirá la axila, queda terminantemente prohibido tumbarse en la arena aun llevando el cuerpo cubierto con albornoz, no obstante estará permitido sentarse.

Cabuxa Tola también sabe amaestrar pájaros y bestias, unos animales son más fáciles que otros, esto pasa siempre, a su madre la preñaron a caballo en la tronada de San Lourenciño de Casfigueiro, a las hijas engendradas así les obedecen todos los animales sin dejar ni uno, a los hijos, no, ésos salen corrientes y depende de la habilidad. Fabián Minguela gasta chapeta de piel de puerco en la frente, parece como si llevara un parche, y tiene el pelo ralo y la frente buida, vamos, que se le ve bastante que es un hijoputa, el mayor castigo que arrastran estos sujetos es que se les nota la condición por más que quieran disimularla, todos los zapateiros trabajan sentados pero gracias a Dios no todos son Carroupos, los hay muy decentes y respetables.

– ¿Y de dónde salieron?

– Eso no lo sabe nadie.

A Moncho Requeixo Casbolado, o sea Moncho Preguizas, lo que más le gusta de todo el mundo es Guayaquil.

– Es todavía mejor que Ámsterdam, distinto pero mejor, ¡ya lo creo!, en Guayaquil tuve una novia que me sacaba brillo a la pata de palo dándole con cera rebajada con trementina, se llamaba Flor de Oro Cotocachi López y era muy linda, algo tetona pero muy linda, no sé lo que habrá sido de ella, lo más probable es que se haya muerto, allí se muere todo el mundo.

Una vez hace ya mucho tiempo las gemelas Méndez Cotabad, siendo aún niñas, no volvieron a casa hasta pasadas las nueve de la noche, a las dos se les habían roto las gafas y las dos traían el delantal sucio de moras y las trenzas llenas de gavilanes de cardo, la madre les riñó mucho, las bañó, ¡traéis hormigas hasta en la barriga!, y las acostó sin cenar.

– Así os servirá de escarmiento. Y que no se entere vuestro padre porque os daría un par de azotes a cada una.

Beatriz le había dicho a Mercedes,

– ¿Vamos a moras y morodos?

Y Mercedes le respondió,

– Vamos.

Después se distrajeron y se les echó la noche encima, la cosa tiene fácil explicación.

– ¿Reñiste a las gemelas?

– ¡Claro! Les dije que tú no sabías nada y las acosté sin cenar.

– ¡Mujer, dales por lo menos un plátano y un vaso de leche!

En la playa de Bastianiño, según dice Moncho Preguizas, encontró unas almejas muy raras y con la concha de cristal de roca color caramelo, las curuchetas curuchiñas, que no se pueden comer porque son muy venenosas pero que si se les da aliento, se abren y de ellas sale volando una meiga pequeñita y difícil de cazar porque corre mucho y vuela muy alto, sin embargo los de Lugo sí saben cazarlas, a los de Orense se nos da peor, las secan en la lareira y después, cuando crecen y llegan al tamaño de las mujeres, las ponen a servir. Ádega fue medio novia de Moncho Preguizas, después lo dejaron.

– Al que vierte la sangre Dios le corta la sangre y lo degüella o lo hace morir echando sangre por la boca, Dios no perdona al criminal y aunque se esconda debajo de las piedras lo encuentra siempre, Dios tiene mucha memoria y para eso inventó el infierno.

Raimundo el de los Casandulfes encuentra a Fabián el Moucho muy engallado.

– No vayas a hacer ninguna barrabasada, Fabián, mira que por aquí nos conocemos todos bien, esto es muy pequeño.

– Yo hago lo que me da la gana y a ti no te importa.

– Bueno.

Raimundo le dice a nuestra prima Ramona que anda preocupado porque las cosas están tomando mal cariz.

– Baldomero Afouto no quiere esconderse, para mí que se equivoca, la gente con un arma en la mano siempre acaba haciendo disparates, lo mejor sería mandarlo a Cela, a casa de los Venceás, pero no quiere ir, ya hablé con él y no quiere ir, tú sabes que Cela está mismo en la raya de Portugal.

Los lulús tienen mala vejez, espelexan demasiado, el perro Wilde está ya viejo, Raimundo le regaló a nuestra prima Ramona un galgo ruso que atiende por Zarevich.

– ¿No habrá que cambiarle el nombre?

– No, mujer, no creo, vamos a ver qué pasa.

El gato King tampoco es ya ningún niño, como está capado tiene poco desgaste y aguanta bien los acontecimientos, el guacamayo Rabecho se pasa el día subiendo y bajando por la percha, los colores de la pluma no le brillan demasiado, se conoce que esta luz le va mal, el loro no tiene nombre, se llamaba Rocambole pero de repente se quedó sin nombre, ¡cosas que pasan!, el loro cuando no tiene frío dice lorito real, lorito real, para España y no para Portugal, es un loro que varía poco, también sabe la letanía del Santo Rosario.

– Yo creo que las mujeres tendrían que ir a las guerras, sería la forma de acabar con las guerras, las mujeres están más con los pies en el suelo que los hombres, tienen más sentido común, son más listas y prácticas y pronto verían que las guerras son un disparate en el que se pierde todo: la razón, la salud, la paciencia, los ahorros y hasta la vida, en las guerras todos pierden algo y nadie gana nada, ni siquiera el que gana la guerra.