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– Si sólo se usan para detener el diálogo interno, ¿cuál es su conexión con el aliado? -pregunté.

– Eso es un punto difícil de explicar -dijo-. Esas plantas llevan al aprendiz directamente al nagual, y el aliado es un aspecto del nagual. Funcionamos exclusivamente en el centro de la razón, sin importar quiénes somos ni de dónde venimos. La razón puede naturalmente responder en una u otra forma por todo lo que ocurre dentro de su visión del mundo. El aliado es algo que se halla fuera de esa visión, fuera del terreno de la razón. El aliado se puede atestiguar solamente en el centro de la voluntad en momentos en que nuestra visión ordinaria se ha parado, por ello, el aliado es propiamente el nagual. Los brujos, sin embargo, pueden aprender a percibir el aliado en una forma de lo más intrincada, y al hacerlo así, se meten demasiado adentro en una nueva visión. Así que, para protegerte de ese destino, yo no recalqué el aliado como los brujos lo hacen. Tras generaciones de usar plantas de poder, los brujos han aprendido a dar cuenta en sus visiones de todo lo que se pueden dar cuenta acerca de ellas. Yo diría que los brujos, al usar su voluntad, han logrado ampliar sus visiones del mundo. Mi maestro y mi benefactor eran claros ejemplos de esto. Eran hombres de gran poder, pero no eran hombres de conocimiento. Jamás rompieron las barreras de sus enormes visiones y por eso jamás llegaron a la totalidad de sí mismos, aunque sabían que existía. No era que viviesen vidas aberradas, tratando de agarrar cosas más allá de su alcance; sabían que habían perdido la ocasión y que sólo a la hora de su muerte se les revelaría el misterio total. La brujería les había permitido echar sólo un vistazo, pero nunca les dio el verdadero medio de llegar a esa esquiva totalidad de uno mismo.

"Yo te di lo suficiente de la visión de los brujos sin permitir que te enganchara. Te dije que si uno hace encarar a dos visiones, la una contra la otra, puede escurrirse entre ambas para llegar al mundo real. Me refería a que sólo puede llegarse a la totalidad de uno mismo cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin importar que esa visión pertenezca a un hombre común o a un brujo.

"Aquí es donde me he apartado de la tradición. Tras una lucha de toda la vida, sé que lo importante no es aprender una nueva descripción sino llegar a la totalidad de uno mismo. Hay que llegar al nagual sin maltratar al tonal, y sobre todo, sin dañar el cuerpo. Tú tornaste esas plantas siguiendo los pasos exactos que yo mismo seguí. La única diferencia fue que, en vez de sumergirte en ellas, te detuve cuando creí que ya habías juntado suficientes visiones del nagual. Ésa es la razón por la que nunca quise discutir tus encuentros con plantas de poder, ni dejarte hablar como loco de ellas; no venía al caso tratar de hablar de lo que no se puede hablar. Ésas fueron verdaderas excursiones al nagual, a lo desconocido."

Mencioné que mi necesidad de hablar sobre mis percepciones bajo la influencia de plantas psicotrópicas, se debía al interés por aclarar una hipótesis mía. Me hallaba convencido de que, con ayuda de dichas plantas, don Juan me había dado memorias de inconcebibles formas de percibir. Esas memorias, que en el momento de experimentarlas pudieron parecerme idiosincrásicas y desconectadas de todo lo significante, se ensamblaban después en unidades de significado. Supe que don Juan me había guiado certeramente en cada ocasión, y que cualquier ensamblaje de significado se realizaba bajo su guía.

– No quiero recalcar esos hechos ni explicarlos -dijo con sequedad-. El acto de meternos en explicaciones nos pondría de nuevo en donde no queremos estar; es decir, seríamos arrojados dentro de una visión del mundo, esta vez una visión mucho más amplia.

Don Juan dijo que, una vez detenido el diálogo interno del discípulo por el efecto de las plantas de poder, surgía un obstáculo invencible. El aprendiz empezaba a reconsiderar y a tener dudas de todo su aprendizaje. En opinión de don Juan, hasta el discípulo más ferviente sufría en ese punto una grave pérdida de interés.

– Las plantas de poder sacuden al tonal y amenazan la solidez de toda la isla -dijo-. A estas alturas el aprendiz se retira, lo cual es una cosa muy sana; y quiere salir de todo el enredo. También a estas alturas es cuando el maestro coloca su trampa más artera, al adversario que vale la pena. Esta trampa tiene dos propósitos. Primero, hace que el maestro atrape a su aprendiz, y segundo, hace que el aprendiz tenga un punto de referencia para su uso. La trampa es una maniobra, que trae a la arena al adversario que vale la pena. Sin la ayuda de un adversario así, que no es en realidad un enemigo sino un adversario totalmente dedicado, el aprendiz no tiene posibilidad de continuar en la senda del conocimiento. El mejor de los hombres se saldría volado a estas alturas si de él dependiera la decisión. Yo te traje, como un adversario que vale la pena, al mayor guerrero que pude encontrar, la Catalina.

Don Juan hablaba de una ocasión, años atrás, en que me había llevado a una batalla de largo alcance con una bruja india.

– Te puse en contacto corporal con ella -prosiguió-. Elegí una mujer porque tú confías en las mujeres. Traicionar esa confianza fue muy difícil para ella. Años después me confesó que le habría gustado renunciar el encargo, porque tú le gustabas. Pero es una gran guerrera y, a pesar de sus sentimientos, casi te borra del planeta. Desarregló tu tonal en forma tan intensa que nunca volvió a ser el mismo. Efectivamente, la Catalina cambió tan profundamente el panorama de tu isla, que sus actos te metieron en otro terreno. Puede decirse que la Catalina habría podido ser tu benefactor, de no ser porque no estabas cortado para ser un brujo como ella. Algo andaba mal entre ustedes dos. Eras incapaz de tenerle miedo. Casi te vuelves loco una noche en que te acosó, pero a pesar de eso ella te atraía. Era para ti una mujer deseable; por más asustado que estuvieras. Ella lo sabía. Una vez te sorprendí en el pueblo mirándola; temblabas de miedo y sin embargo se te caía la baba.

"Es debido, entonces, a los actos de un adversario que vale la pena, que el aprendiz puede quedar hecho pedazos o cambiar radicalmente. Las acciones de la Catalina contigo, como no te mataron -no porque ella no se esforzara lo bastante, sino porque eres resistente-, tuvieron en ti un efecto benéfico, y también trajeron a tu alcance una decisión.

"El maestro usa al adversario para forzar al aprendiz a hacer la decisión de su vida. El aprendiz debe escoger entre el mundo del guerrero y su mundo ordinario. Pero no hay decisión posible si el aprendiz no entiende lo que tiene que decidir; por eso, el maestro debe tener una actitud enteramente paciente y comprensiva y debe guiar al aprendiz, con mano firme, a que elija el mundo y la vida del guerrero. Yo logré esto pidiéndote que me ayudaras a vencer a la Catalina. Te dije que estaba a punto de matarme y que necesitaba tu ayuda para librarme de ella. Te advertí las consecuencias de tu decisión y te di tiempo suficiente para saber si la hacías o no."

Yo recordaba claramente que don Juan me dejó ir aquel día. Me dijo que, si no quería ayudarlo, estaba en libertad de irme y nunca volver. Sentí en ese momento que me hallaba en libertad de elegir mi propio curso y que ya no tenía obligaciones hacia él.

Subí al coche y me alejé de su casa con una mezcla de tristeza y contento. Me entristecía dejas a don Juan y a la vez me alegraba haber roto con todas sus desconcertantes actividades. Pensé en Los Ángeles y en mis amigos y en todas las rutinas cotidianas que me aguardaban, esas pequeñas rutinas que siempre me habían dado tanto placer. Durante un rato me sentí eufórico. La rareza de don Juan y de su vida quedaba tras de mí y yo era libre.

Pero mi felicidad no duró mucho. El deseo de abandonar el mundo de don Juan era insostenible. Mis rutinas habían perdido su poder. Quise pensar en algo que deseara hacer en Los Ángeles, pero no había nada. Una vez don Juan me había dicho que yo tenía miedo a la gente y había aprendido a defenderme no queriendo nada. Dijo que no querer nada era el mejor logro de un guerrero. Sin embargo, en mi estupidez. yo había ampliado la sensación de no querer nada, haciéndola caer en la de no disfrutar nada. Así, mi vida era tediosa y vacía.