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– El crepúsculo es la raja entre los mundos -dijo don Juan-. Es la puerta a lo desconocido.

Indicó con un amplio ademán la meseta donde nos hallábamos.

– Ésta es la planicie frente a esa puerta.

Señaló entonces el filo norte de la meseta.

– Allí está la puerta. Más allá hay un abismo, y más allá de ese abismo está lo desconocido.

Después don Juan y don Genaro se volvieron hacia Pablito y le dijeron adiós. Los ojos de Pablito estaban dilatados y fijos; por sus mejillas rodaban abundantes lágrimas.

Oí la voz de don Genaro diciéndome adiós, pero no oí la de don Juan.

Don Juan y don Genaro se acercaron a Pablito y susurraron brevemente en sus oídos. Luego vinieron hacia mí. Pero antes de que susurraran nada, yo ya tenla la peculiar sensación de estar partido.

– Ahora nosotros seremos otra vez polvo en el camino -dijo don Genaro-. Tal vez algún día otra vez vuelva a entrar en tus ojos.

Don Juan y don Genaro retrocedieron y parecieron perderse en la oscuridad. Pablito me tomó del antebrazo y nos dijimos adiós. Entonces un extraño impulso, una fuerza, me hizo correr con él hacia el filo norte de la meseta. Sentí que su brazo me sostenía cuando saltamos, y luego quedé solo.

Fin