Изменить стиль страницы

– Se está volviendo un experto -murmuró Mia, preocupada.

– Lo sé. El forense también cree que Tyler recibió varias puñaladas en la entrepierna.

– En fin, creo que ya sabemos qué ocurrió en esa casa el año que Andrew y Shane vivieron allí -comentó Westphalen convencido-. Estaban atrapados y nadie se preocupó de comprobar si se encontraban bien.

– Y Laura y Penny los habían colocado allí -añadió Mia-. Andrew ha debido de maldecirlas todo este tiempo. Pero pasaron allí un año, hasta que se produjo el gran incendio. Algo tuvo que suceder el día que Shane cumplía diez años.

– Quizá fue la primera vez que Tyler los agredió -comentó Aidan.

Mia asintió lentamente.

– Quizá. Puede que el otro hermano lo sepa.

-Tennant me ha dicho que en el archivo del personal de Tyler han encontrado el número de teléfono de su hermano Tim. Tim Young es un pastor que trabaja con chicos desfavorecidos en Nuevo México.

Westphalen enarcó las cejas.

– Eso es o un intento de redención o un niño en una tienda de caramelos. Lo sabremos dependiendo de lo que esté dispuesto a contarnos.

Reed había pensado lo mismo.

– Tim se enteró ayer por Tennant de la muerte de Tyler y viajará hoy a Indianápolis. Tennant me llamará cuando haya llegado.

– Entretanto -dijo Mia-, eso solo deja una persona que sabe qué ocurrió realmente: Andrew Kates. Sabemos que está en la ciudad, o por lo menos lo estaba hace nueve horas. Deseaba tanto la muerte de Laura que lo intentó tres veces. Cometió errores con Caitlin, Niki Markov y Donna. Y no logró acabar con Laura. Curiosamente, también se equivocó con Penny.

– ¿Qué quieres decir? -Spinnelli arrugó el entrecejo-. Lo dejó allí un año entero.

– No. Como eso no encajaba con lo que la gente me había contado sobre Penny, volví a repasar mis notas. Reed, ¿te acuerdas de cuando hablamos con Margaret Hill? ¿Recuerdas que nos contó que casi pierde a su madre cuando tenía quince años?

– Sí. Dijo que a su madre le había disparado un individuo relacionado con su trabajo. Estuvo a punto de morir.

– Margaret Hill tiene veinticinco años -dijo Mia-. Haz tú el cálculo.

– Oh -exclamó Reed. Mia tenía razón-. Penny Hill ingresó en el hospital en la misma época que colocó a Andrew y Shane en esa casa. No se olvidó de ellos. Apuesto a que los expedientes fueron remitidos a otras personas y los niños cayeron en el olvido.

Mia asintió.

– Luego Shane muere y alguien dice: «Oh, mierda». Meten a Andrew en otro hogar de acogida y corren un tupido velo sobre Shane.

– Y su expediente desaparece -añadió Spinnelli con gravedad-. Eso es malo para el estado. Yo me encargo.

– Bien. Pero volvamos a Kates -dijo Mia-. Sabiendo lo mucho que detesta errar el tiro, ¿qué pasaría si se enterara de que la pifió con Penny Hill? Ella no lo abandonó. Ni siquiera estaba trabajando el año que él y Shane vivieron en casa de los Young. Otra persona descuidó a esos niños. Otra persona tiene la culpa.

– Por tanto, otra persona debe pagar -murmuró Reed, comprendiendo su plan.

La sonrisa de Spinnelli fue ampliándose lentamente.

– Me gusta. Podríamos hacerle salir de su escondite.

– Tendríamos que crear un asistente social falso para hacer de blanco -dijo Mia-. Y para eso necesitaríamos la colaboración de Servicios Sociales.

– Déjamelo a mí -dijo Spinnelli.

– Y -añadió Mia, ampliando también su sonrisa- tendríamos que filtrarlo a la prensa. Sin querer, claro. Y no me gustaría mentirles a los buenos periodistas.

– Naturalmente que no -convino con ironía Spinnelli-. ¿Wheaton, entonces?

– Oh, sí. Tendré que facilitarle algunos datos, como el hecho de que Kates está enfadado porque de niño lo abandonaron en un hogar de acogida. Wheaton se encargará de escarbar. Podría ponerse feo.

– Ese tipo ha matado a once personas en mi jurisdicción -repuso Spinnelli con gravedad- y cinco en otros lugares, además de todas esas violaciones. Quiero que le paren los pies. Filtra la historia. Desvela su móvil. No menciones al hermano muerto ni el expediente extraviado. Trataremos de resolver ese asunto internamente.

– Wheaton dijo que emitiría el reportaje sobre Kelsey esta noche a las seis, Marc -dijo Mia.

Spinnelli asintió.

– ¿Te ves capaz de arrastrarte y suplicar, Mia?

– Desde luego que sí. Wheaton creerá que tiene la mejor exclusiva desde Garganta Profunda.

– Luego solo nos quedará aguardar a que Kates venga a nosotros -concluyó Reed.

Mia asintió con satisfacción.

– Y entonces viviremos felices para siempre.

Domingo, 3 de diciembre, 11:15 horas

Mia se acercó a la mesa de Wheaton en actitud belicosa. Wheaton había insistido en quedar en el mismo local donde se había visto con Reed unas noches antes.

Contempló con desaprobación la indumentaria de Mia.

– Esperaba verte más arreglada.

Mia miró deliberadamente su escotada blusa.

– Lo mismo digo.

La sonrisa de Wheaton era felina.

– Detective, eso es impropio de una persona adulta.

– También lo fue enviarme ese vídeo. Y las dos sabemos que no fue un error, así que corta el rollo. -La señora sentada a la mesa de al lado le lanzó una mirada hostil.

– Si has terminado ya de ahuyentar a la clientela -repuso Wheaton, arrastrando las palabras-, dime qué quieres.

Mia levantó el mentón.

– No emitas el reportaje sobre mi hermana.

– Ah. -Wheaton sonrió mientras untaba mantequilla en su tostada-. Me estaba preguntando cuánto tardarías en pedírmelo. El caso es que el reportaje está programado para esta noche, al mismo tiempo que 60 minutos.

Mia apretó los dientes.

– Si emites ese vídeo pondrás a mi hermana en peligro.

– Eso no debe preocuparme. Soy periodista.

Mia dejó que sus ojos chispearan.

– Muy bien. ¿Y si tuvieras otra historia? ¿Una historia aún mejor? Más actual, algo que nadie sabe aún.

Wheaton se mostró interesada.

– ¿Una exclusiva?

Mia cerró los ojos y arrastró la palabra por la lengua.

– Sí.

– ¿De qué se trata?

– Dime que no sacarás a Kelsey.

– No puedo. -Wheaton se inclinó hacia delante y descansó el mentón sobre la palma de la mano, mostrando su perfecta manicura. Los ojos le brillaron-. Tú primero.

Fingiendo solo en parte, Mia inspiró hondo. «Te odio. No sabes cuánto te odio».

– La segunda víctima, Penny Hill, fue un error. Nuestro hombre se equivocó de objetivo.

Wheaton entornó los ojos.

– ¿Quién era el verdadero objetivo?

Mia apretó la mandíbula. Titubeó.

– No… No puedo hacerlo. Sacar eso a la luz sería como apuntar a esa persona con una pistola. No me importa lo que… -Se levantó-. No puedo.

Wheaton se reclinó en su silla y miró fríamente a Mia.

– He conseguido una foto actual de Kelsey. La antigua no le hacía justicia, y a las mujeres nos gusta salir guapas en las fotos. Por lo menos a la mayoría.

Mia se inclinó como si estuviera reprimiendo el impulso de abalanzarse sobre Wheaton, las manos en forma de garra. Luego, recobrando la calma, se metió las manos en los bolsillos.

– Eres el diablo.

Wheaton se encogió de hombros.

– Podemos ayudarnos mutuamente. Tú decides, detective. En cualquier caso, yo seguiré teniendo un excelente reportaje.

Mia cerró los ojos.

– Milicent Craven -dijo entre dientes.

– Cuéntame por qué Kates está haciendo esto.

Mia abrió los ojos y puso cara de avergonzada.

– Penny Hill lo colocó en un hogar de acogida hace muchos años. Después la hirieron y estuvo de baja hasta que se recuperó. El expediente de Kates fue transferido a Craven, que nunca se preocupó de comprobar si el muchacho estaba bien. Kates tuvo una mala experiencia en esa casa. Es un tema de venganza. Pero Kates se vengó de la persona equivocada.