– ¿Se refiere usted a las prostitutas y rameras? -preguntó Malone.

– Pues, claro, amigo mío. En este sentido me considero afortunado.

Por lo menos una o dos veces al año asisto a una convención de seguros. Estatal y nacional. El año pasado organizamos la convención en el Fontainebleau de Miami Beach.

El sitio estaba lleno a rebosar de posibilidades. Había una prostituta en particular, una elegante belleza cubana de unos veintinueve o treinta años que conocí en el Bar del Caniche. A cien la noche.

Pero son noches que hacen que la vida merezca la pena vivirse. Es vivir como viven los privilegiados.

– Cada loco con su tema, Howie -dijo Shively esbozando una mueca-.

No quiero despreciar lo que hagan los demás para conseguirlo. Pero, por lo que a mí respecta, soy contrario a pagar a cambio.

¿Por qué pagar habiendo tanto material que lo está suplicando? ¿Qué dice usted a eso, Malone? Para ser nuestro presidente, no es usted muy comunicativo que digamos. ¿Les interesan los escritores a las mujeres?

– Ya lo creo -repuso Malone-. A las mujeres les intrigan todos los creadores. Cuando me apetece, no me cuesta mucho trabajo encontrar a alguien disponible. En realidad.

– ¿Qué ha escrito usted? -le interrumpió Yost-. ¿He leído algo suyo?

– No es probable -repuso Malone tímidamente-. No me han publicado nada importante, ni libros ni historias cortas en publicaciones de amplia difusión.

Hasta ahora mis trabajos sólo han aparecido en publicaciones de reducida tirada, en revistas literarias trimestrales. Te pagan con el prestigio pero del prestigio no se come. Por ello me veo obligado a desempeñar otros trabajos secundarios hasta que alcance el éxito algún día.

– ¿Qué clase de trabajos secundarios? -preguntó Brunner.

– No soy muy exigente.

Me basta cualquier trabajo que me permita ganar un poco de dinero y me deje el tiempo suficiente para escribir.

Empecé trabajando de sustituto de maestro de escuela primaria. Pero era una cosa muy limitada y escasamente satisfactoria. Me pasé un año de dependiente, vendiendo zapatos de señora en unos almacenes. Pero me cansé de mirar por debajo de las faldas de las mujeres.

– Usted debe ser un afeminado, hombre -dijo Shively.

– No, soy completamente normal -dijo Malone sonriendo-.

En cualquier caso, este último año me lo he pasado trabajando a horas en un supermercado del Olympic. Es un trabajo que no requiere esfuerzo ni concentración. Y me permite disponer de tiempo para ir pensando en mis relatos mientras me gano la vida.

Y, a propósito, eso de trabajar en un supermercado es un buen sistema para conocer a muchísimas chicas solteras del barrio. Están muy dispuestas a actuar tal como dice Kyle Shively.

Con eso del "women's Lib" y todo lo demás se muestran tan agresivas como los hombres. Vienen y te dicen: "¿Qué te parecería, amigo?" Así por las buenas.

– Muy bien, ¿qué te parecería, amigo? -repitió Shively.

– ¿Qué significa eso?

– Significa lo que dice que significa. Significa que por qué no vamos al asunto por el que hemos acordado reunirnos esta noche.

Mire, muchacho, hablar de pasadas conquistas es perder el tiempo. Lo pasado, pasado.

Hace tiempo que averigé que acostarse con las mujeres tres o cuatro veces por semana no es gran cosa.

Hace tiempo que aprendí la principal lección. Las mujeres lo desean tanto como los hombres.

Si no eres remilgado -y yo no lo soy-, qué demonios, si se mueve y es pasable yo me apunto.

En este caso todas valen. Pero esta noche no he venido aquí para eso.

¿Sabe por qué he venido?

– Tengo una vaga idea -repuso Malone muy tranquilo.

– No para hablar de las buscadoras y de las mujeres fáciles. De estas mujeres hambrientas de sexualidad que pasan cada día por la estación de servicio -una secretaria, una camarera, una dependienta-, de esas mujeres del montón.

He venido aquí para hablar, no de lo que tengo, sino de aquello de que carezco porque no soy lo que la gente llama un ricachón, ¿comprende usted? Estoy hablando del material de primera clase que tendría que resultar adecuado para Kyle Shively. Estoy hablando de cosas extraordinarias.

– Se detuvo para conferir más fuerza a sus palabras-. Como Sharon Fields quizá. ¿Le parece bien?

– Me parece bien -repuso Malone.

– La he visto esta noche en el estreno. El miembro se me ha alargado un kilómetro. A eso quiero ir a parar. De eso quiero tratar.

Me ha oído decir que me cortaría el brazo izquierdo, el brazo de en medio o cualquier otra cosa a cambio de un material como ése. Quiero metérselo a alguien como Sharon Fields.

Ahora bien, usted es el gran cerebro que dijo que eso sería muy fácil. Anoche casi me convenció. Pero después lo echó usted todo a rodar.

Sin embargo, he pensado en ello, ¿comprende? Y estoy muy dispuesto a dejarme convencer. Sólo que no quiero que me tome el pelo.

– No tengo ningún motivo para tomarle el pelo, Shively.

– Entonces contésteme a una cosa y sabré si se ha estado o no burlando de nosotros.

Admito que sea un entusiasta de esa tía y que sepa muchas cosas acerca de ella. Admito incluso la posibilidad de que haya usted elaborado un plan que pueda dar resultado. Hasta ahora, muy bien. Pero dígame una cosa.

Si lo tiene preparado desde hace tanto tiempo, ¿cómo es posible que jamás lo haya utilizado ni puesto en práctica? ¿Cómo es posible que todavía no haya conseguido conocer a Sharon Fields? Todos esperaban ahora la respuesta de Adam Malone.

Este empezó a hablar lentamente, midiendo las palabras.

– Al principio había elaborado un plan menos atrevido, con el que pensaba que podría apañármelas.

Sí, intenté llegar a conocerla poniendo en práctica el primer plan. Y lo hice de la siguiente forma.

Soy escritor. Hay muchos escritores que escriben artículos acerca de Sharon Fields.

Para ello no tienen más remedio que conocerla al objeto de poder entrevistarla.

Por consiguiente, a pesar de que las revistas cinematográficas no son las publicaciones en las que me interesa colaborar, pensé que valdría la pena rebajarme a cambio de la oportunidad de ver a Sharon Fields.

Me saqué de la manga varios reportajes acerca de ella desde puntos de vista distintos y me dirigí a la Aurora Films para conocerla. No pude pasar del departamento de publicidad.

Al parecer, yo no les era suficientemente conocido, mis credenciales no bastaban para que pudieran autorizarme a someterla a una entrevista.

Además, dijeron que ahora era tan famosa que todo el mundo le pedía entrevistas y ella estaba demasiado ocupada para ello. Me entregaron por tanto toda clase de publicidad en conserva y fotografías y me despidieron afirmando que ellos me proporcionaría material suficiente sobre el que trabajar.

Entonces empecé a pensar. Puesto que me constaba que sabía de ella muchas cosas y que la conocía muy bien, mejor incluso que a muchas muchachas con quienes he salido con regularidad y me he acostado, comprendí que una vez hubiera hallado el medio de conocerla personalmente, conseguiría mi propósito.

Y ella querría amarme tal como yo he querido siempre amarla a ella.

Entonces empecé a elaborar el segundo plan, más arriesgado, que es precisamente el actual.

Observó que Shively se mostraba algo más persuadido pero no del todo satisfecho.

– Muy bien, ¿cómo es posible que jamás haya intentado poner en práctica lo que nos ha dicho que podríamos hacer, es decir, llevársela para poder convencerla y lograr mantener relaciones sexuales con ella?

– Porque es una empresa muy complicada que no puede emprender una sola persona. Por ser quien es resulta mucho menos accesible que la mayoría de las mujeres.

Existen también otras complicaciones, pero no hay ni un solo obstáculo que no haya previsto y solucionado sobre el papel.

Hacen falta varias personas, varias habilidades, una organización de hombres como nosotros. -Se detuvo-.