¿Cómo? ¿Que López dice que Sky Hubbard ha revelado la noticia del secuestro de Sharon Fields hace veinte minutos? ¡Maldita sea! Bueno, menos mal que no conoce los detalles y podemos mantenerlos en secreto. Diles a los muchachos que mantengan la boca cerrada. ¡En marcha!

Trigg abandonó como un rayo la estancia y se puso en movimiento toda la maquinaria de las fuerzas destinadas al mantenimiento de la ley y el orden.

– ¿Y de qué va a servir todo eso? -preguntó Zigman-. Usted mismo ha reconocido que, si perdíamos la partida, tal vez ya no tuviéramos tiempo de salvar a Sharon.

Culpepper no se molestó siquiera en disimular la gravedad de la situación. Reconoció que las circunstancias les eran desfavorables.

– No obstante, según el último informe recibido, no parece que al mensajero encargado de la recogida de las maletas del rescate le acompañara otra persona.

No se ha descubierto a nadie intentando abandonar la zona. Por consiguiente, si la suerte nos acompaña, quienquiera que se haya quedado vigilando a la señorita Fields, suponiendo que haya alguien, no se ha enterado de nuestra emboscada y es posible que tarde un rato en enterarse. Eso nos permite disponer de un poco de tiempo.

– Pero, ¿de cuánto tiempo? Ahí está lo malo -dijo Zigman-. Los medios de comunicación se han enterado del secuestro. Averiguarán lo que ha ocurrido en Topanga. El bloqueo de las carreteras, los helicópteros, la ambulancia, lo averiguarán todo.

– Sí, es cierto. Es probable que ya se hayan enterado -reconoció Culpepper sin evasivas.

– Lo proclamarán a los cuatro vientos por la radio y la televisión y lo publicarán los periódicos -dijo Zigman.

– Así es. Pero quienquiera que esté vigilando a la señorita Fields, dondequiera que esté, tal vez no disponga de aparato de radio o televisión o, caso de disponer de ellos, tal vez no los tenga encendidos.

Aunque se entere de lo que ha sucedido en Topanga, creo que disponemos todavía de media hora o tal vez de una hora.

– ¡Es horrible! -exclamó Nellie llorosa-. ¡Pobre Sharon, pobrecilla! Sonó musicalmente el teléfono y todos guardaron silencio mientras Culpepper, sentado en el mullido sillón giratorio de Nellie, lo descolgó.

– Aquí el capitán Culpepper -dijo éste-. Muy bien, dígame. -Contestaba en monosílabos y no cesaba de anotar datos en su cuaderno amarillo. Al final dijo-: Entendido. Gracias, Agostino.

Sigo aquí. Manténgase en contacto conmigo. -Colgó y dijo al sargento Neuman-. Ya se ha llevado a cabo la identificación. -Giró un cuarto de circunferencia y se dirigió a Zigman y Nellie-. Han identificado el cadáver del mensajero.

Howard Yost. Cuarenta y un años. Estatura, un metro ochenta. Peso, ciento diez kilos. Se ha saltado la tapa de los sesos, cabello castaño y, al parecer, con bigote postizo.

El cadáver ha sido enviado al forense para la práctica de la autopsia. -Culpepper revisó las notas del cuaderno y añadió-: Antecedentes estables.

Graduado por la Universidad de Berkeley, de California. "Tackle" derecho de un equipo de fútbol americano ganador de campeonatos y jugó el "Rose Bowl".

Agente de seguros independiente por cuenta de la Compañía de Seguros de Vida Everest.

– Es una empresa muy importante -le interrumpió Zigman-. Una firma respetada.

– Yost era propietario de una casa en Encino -dijo Culpepper asintiendo-. Llevaba catorce años casado con Elinor Kastle Yost. Dos hijos. Timothy, de doce años, y Nancy, de diez.

Y, sí, aparte alguna que otra infracción del tráfico, sin antecedentes penales. Todo limpio hasta ahora. -Sacudió la cabeza-. Está claro que no era un criminal encallecido.

– ¿Cómo es posible que un hombre semejante hiciera eso? -preguntó Nellie.

– No sé, no sé -repuso Culpepper suspirando y arrojando el cuaderno sobre el escritorio.

– Probablemente debía estar atravesando algún apuro económico -terció el sargento Neuman.

– Tal vez -dijo Culpepper encogiéndose de hombros y dirigiéndose una vez más a Zigman y a Nellie-.

Como es natural, el dinero del rescate ha sido recuperado. Intacto.

– Qué importa eso ahora -dijo Zigman.

– En el bolsillo de la víctima se han encontrado unas llaves de automóvil.

En estos momentos es probable que ya hayan encontrado su vehículo y es posible que ello nos facilite alguna pista. En estos momentos los investigadores ya han salido para el domicilio de Yost al objeto de comunicarle la noticia a su esposa e interrogarla.

Es posible que eso nos permita obtener otra pista. Nuestros hombres interrogarán también a los vecinos, amigos y compañeros de Yost, en un intento de averiguar alguna cosa.

Hemos enviado también algunos hombres a la compañía de seguros de Yost.bDe momento, es todo lo que tenemos. Tendremos que armarnos de paciencia.

– ¿Paciencia? -preguntó Nellie indignada-. Está pasando el tiempo y Sharon se está acercando a la muerte a cada minuto que pasa, eso si no está muerta.

– Lo siento, señora.

– Perdone -se disculpó Nellie rápidamente-. Sé que están haciendo todo lo que pueden.

Zigman sacó otro puro.

– ¿Cuándo cree que recibirá la nota de rescate descifrada? -preguntó.

Culpepper giró en su asiento y miró el reloj que había sobre el escritorio de Nellie.

– Dentro de una hora y media. O tal vez antes si tenemos suerte.

– No será con la suficiente rapidez -dijo Nellie sacando un pañuelo y sonándose la nariz-. Dios mío, me siento culpable porque no puedo recordar esta maldita clave.

Culpepper la miró fijamente.

– “Si” es que hay una clave, señorita Wright -dijo sin ánimo de provocarla, como hablando consigo mismo-. Al fin y al cabo, está usted trastornada, todos nos trastornamos a veces y la memoria puede gastar unas bromas muy extrañas.

Nellie Wright se inclinó hacia delante.

– Capitán, “había” una clave. No estoy tan loca como para inventarme cosas que no existen.

Ahora lo recuerdo claramente fue la mañana en que se terminó de rodar la película, encontré una nota sin sentido sobre el escritorio y no la entendí hasta que vi que Sharon la había firmado con el nombre de "Sharon Lucie Fields", es decir, añadiendo el nombre de la heroína que acababa de interpretar en la película. Por consiguiente…

Nellie se detuvo en seco.

Para su asombro, el capitán Culpepper la estaba mirando con una extraña expresión en los ojos.

– Señorita Wright -le dijo éste suavemente-, ¿la mañana en que se terminó de rodar “qué” película? Dígame qué película.

Nellie le miró asombrada y parpadeando.

– Pues, la película en la que se utilizaba la clave, formaba parte del argumento. Así fue cómo empezó Sharon a utilizarla. -Súbitamente se acercó la mano a la boca-. Dios mío -exclamó con voz entrecortada.

– Nellie, por el amor de Dios, ¿por qué no nos lo has dicho antes? -le preguntó Zigman.

– Lo había olvidado, Dios mío, Perdóname. Sí, claro, lo sacó de la película. Fue una de sus primeras películas.

Una película histórica en la que ella conseguía enviar un mensaje destinado a salvar a su padre adoptivo de la guillotina y avisaba a alguien que podía ayudarles utilizando "Lucie" como segundo nombre, un nombre en clave.

Culpepper la miró severamente sin moverse.

– ¿Qué película? -le preguntó de nuevo.

Nellie le miró con rostro inexpresivo y se esforzó por recordarlo.

Todas las personas que había en la estancia la observaban expectantes y en silencio. Al final, Nellie respiró hondo, abrió mucho los ojos y se levantó.

– Lo sé, ahora lo sé -dijo alborozada y con labios temblorosos-. Aquella sobre la revolución francesa. Sharon interpretaba el papel de la hija adoptiva de un noble perseguido por Danton y ella se ocultaba con su padre adoptivo y otras personas y tenía que ponerse en contacto con un joven diplomático americano a punto de abandonar París tenía que enviarle un mensaje desde el manicomio dirigido por un tal doctor Bel… -Juntó histéricamente las manos-. ¡Ya lo tengo! “Los clientes del doctor Belhomme”. ¡La película se llamaba “Los clientes del doctor Belhomme”!