Por el bien de la víctima estaban dispuestos a seguir las normas, e interpretar un papel pasivo y confiar en los secuestradores. Pero ahora han descubierto algo que les tiene muy preocupados.

Temen estar solos. Solicitan nuestra ayuda inmediata en lo que acaban de descubrir.

Por consiguiente, he pensado que será mejor que tú y yo nos dirijamos al lugar donde esperan Zigman y la Wright -se encuentran en la residencia de la víctima en Bel Air-, averigüemos lo que podamos y veamos después lo que puede hacerse.

– Vamos allá.

Trigg hizo ademán de dirigirse al ascensor pero Culpepper le detuvo.

– Todavía no. Tenemos que prever la posibilidad de que el caso se complique en cuestión de horas. Quiero preparar el terreno, tenerlo todo a punto y dispuesto a ponerse en marcha inmediatamente si el caso lo requiriera.

El jefe me ha concedido un presupuesto ilimitado, qué demonios, Sharon Fields debe ser una de las seis personas más importantes de este país.

– Del mundo. ¿Qué quieres que haga?

– De momento le dejaré a Marion una sinopsis en “Clets” para que pueda transmitirse inmediatamente si fuera necesario, y después me trasladaré en seguida a la residencia de la Fields.

El jefe me ha encomendado la dirección de este asunto y a ti, Wilson, muchacho mío, te nombro mi ayudante de campo. Primero quiero que hagas una cosa aquí y después quiero que me acompañes a Bel Air.

– A tus órdenes, Chet.

– Vete a mi, escritorio y organiza un equipo de urgencia. Simplemente los hombres que basten para encargarse de lo más esencial, labor de investigación, llamadas que puedan producirse, ya lo sabes.

Empecemos con diez hombres. Infórmales a partir de las notas de mi cuaderno. -Culpepper arrancó la hoja escrita, se la entregó a Trigg y se quedó con el cuaderno-. Infórmales y después ordénales que callen la boca.

Que no hablen ni hagan nada hasta que les demos instrucciones. Limítate a preparar el equipo para que esté dispuesto a actuar de inmediato. -Miró el reloj de pared-. Por ahora, es suficiente.

Está pasando el tiempo. Vete a mi escritorio. En cuanto estés listo, reúnete conmigo en Bel Air. Ya tienes la dirección.

Trigg se despidió con un saludo militar.

– Sí, señor. A mí que me había parecido un Cuatro de Julio muy aburrido y ahora resulta que va a haber fuegos artificiales.

– Espero que sean de los buenos. Se trata de un asunto terrible, Willie. Adelante y buena suerte.

Trigg giró en redondo y se alejó a toda prisa de la Sección de Robos y Homicidios.

Culpepper le observó pensativo unos momentos y después rodeó la esquina en dirección a los ascensores.

Minutos más tarde, al llegar al segundo piso, avanzó por el pasillo hacia las oficinas de la Cadena de Información Automatizada del Departamento de Policía de Los Angeles. Una vez dentro y rodeado por la fantástica ferretería del Sistema Automatizado de órdenes de Busqueda, se sintió como se sentía siempre que entraba en aquel lugar: como un chiquillo en libertad en una tienda de juguetes en vísperas de Navidad.

Recorriendo las distintas estancias sin apenas prestar atención a las computadoras IBM, a las pantallas visuales y a los equipos de cintas magnéticas en las que varias especialistas, estaban grabando órdenes de busqueda, Culpepper entró en el reducido despacho en el que la única empleada que estaba de servicio aquel día de fiesta, se hallaba sentada ante el impresionante teletipo electrónico Scantlin, la máquina mágica en la que su hoja sería trasladada a una cinta perforada que transmitiría el mensaje a todo el Estado e incluso a toda la nación.

La empleada sentada ante la máquina era Marion Owen, una joven morena de rostro muy serio y bonitas piernas. Tenía treinta y tantos años, era muy introvertida, poseía una extraordinaria capacidad mecánica y parecía que no fuera a casarse, hasta que la había cazado últimamente un ambicioso periodista, algo más joven que ella, que la admiraba por su inteligencia y sus dotes de buena cocinera.

Culpepper había asistido a la breve ceremonia de la boda para demostrarle al novio que su novia tenía amigos, amigos que ocupaban altos cargos.

– Hola, Marion -dijo saludándola-. ¿Cómo está la recién casada? Ella levantó la mirada del libro que estaba leyendo y lo apartó rápidamente a un lado.

– Hola, capitán. Muy bien, gracias. Con Charley me va todo a las mil maravillas. Lo que hoy quisiera es tener un poco más de trabajo.

– Es posible que lo tenga, es muy posible.

– ¿Se está fraguando alguna cosa? Olvidándose de la conversación social, Culpepper le entregó sombríamente el mensaje que su secretaria había redactado en la hoja perforada a partir de sus notas.

– Es un boletín que tengo preparado para el “Clets”. Pero de momento no quiero que lo transmita.

Quiero que me lo tenga preparado, ¿comprende? Voy a hacer unas gestiones y tal vez dentro de una hora ya sepa si es necesario transmitirlo o no.

– ¿A Sacramento y a Washington?

– No puedo decírselo todavía. Pero pronto lo sabrá. Recuerde una cosa, Marion, “no” deberá transmitirlo hasta que yo se lo ordene directamente. ¿Me ha entendido?

– Sí, señor. No transmitiré ni una palabra hasta que usted me lo ordene.

– Muy bien. Ahora será mejor que me vaya en seguida.

Culpepper se dirigió apresuradamente hacia la salida y Marion le saludó cariñosamente con un gesto de la mano. Apoyando un codo sobre el borde del teletipo electrónico Scantlin, con el mensaje en la mano y sin molestarse en leerlo, Marion Owen se sintió de repente mucho mejor.

Había sido un día muy solitario y aburrido, teniendo que trabajar en día de fiesta cuando casi todo el mundo se había marchado por ahí a divertirse.

El día hubiera resultado doblemente aburrido si Charley hubiera estado libre y ella se hubiera visto obligada a acudir al trabajo.

Afortunadamente, deseoso de causar buena impresión a su nuevo patrón, Charley se había prestado voluntariamente a sustituir a uno de los veteranos redactores del equipo de Sky Hubbard, se había desplazado muy temprano a los estudios de televisión, y probablemente seguiría trabajando cuando ella regresara a casa.

A Marion Owen le gustaba su trabajo en la Cadena de Información Automatizada del Departamento de Policía, pero sólo cuando se trataba de días muy ajetreados. Le encantaba recibir aquellos boletines ya digeridos, en los que se describía a las víctimas de los delitos o a algún desertor de la justicia y transmitirlos a través del “Clets”, es decir, del California Law Enforcement Teletype System.(1)

(1) California Law Enforeement Teletype System. Sistema de Teletipos para el Cumplimiento de la Ley de California.

Siempre procuraba imaginarse las reacciones del personal de los demás extremos de las líneas directas, desde el “Clets” de Sacramento y el Departamento de Vehículos Motorizados de Califomia, hasta el Centro de Información Nacional del Crimen de Washington, D. C., y la forma en que los distintos departamentos de policía, oficinas de los "sheriffs" y patrullas de vigilancia de carreteras respondían a la información.

A veces se enteraba de las repercusiones de la información que ella había transmitido, y en tales ocasiones experimentaba la sensación de haber contribuido activamente al mantenimiento de la ley y el orden.

Mientras pensaba, sus ojos se posaron en la primera línea del boletín que sostenía en la mano. No podía dar crédito a sus ojos. ¡Su actriz preferida, su ídolo! Antes de que pudiera seguir leyendo, sonó el teléfono que tenía al lado.

Lo descolgó, molesta ante aquella interrupción, pero se alegró inmediatamente al oír la voz de Charley, la voz de su marido -marido, tendría que acostumbrarse a esta palabra-hablándole desde el otro extremo de la línea.

– ¿Marion? -dijo él-. Te llamaba…

– Charley, no te lo vas a creer -le dijo ella interrumpiéndole-pero han secuestrado a Sharon Fields.