Nada más. Y cuatro cuentas corrientes un poco más menguadas por culpa del dinero que nos ha costado este proyecto.

Bueno, hoy me he estado diciendo: Shiv, no puedes ser tan estúpido como para largarte de aquí sin otra cosa que no sea el recuerdo de una famosa y elegante mujer. Shiv, será la única oportunidad que se te ofrezca de largarte de aquí con algo que pueda cambiar toda tu vida y convertir en realidad aquello que siempre has soñado.

¿Y qué es eso? Yo lo sé y vosotros también lo sabéis. Es lo único que es mejor que la sexualidad cuando se carece de él. ¿Lo sabéis, no es cierto?

– El dinero -dijo Yost como hablando consigo mismo.

– Exactamente, do-re-mi-fa-sol, el verdadero botín -dijo Shively enfervorizado-. La mayoría de la gente jamás consigue alcanzarlo. Nosotros hemos tenido suerte.

En la habitación de al lado tenemos el mismísimo Tesoro de los Estados Unidos. Es una ocasión que sólo se presenta una vez en la vida y, si no la aprovechamos, ello significará que nos tenemos merecido vivir pobres toda la vida, cosa que ocurrirá efectivamente.

Escuchadme, hombres, por el amor de Dios. Es la única oportunidad que he tenido de cambiar totalmente mi vida. Y alguno de vosotros también podréis cambiar las vuestras. A no ser que a alguno de vosotros no le haga falta el dinero, claro.

– Qué demonios, el dinero le hace falta a todo el mundo -dijo Yost encogiéndose de hombros-. La gente que se encuentra en nuestra situación, sobre todo si se trata de personas casadas y con hijos, no está en condiciones de ahorrar ni un céntimo tal y como están las cosas.

Yo sé por experiencia que siempre estoy con el agua al cuello. Es más, en estos momentos, he contraído algunas deudas. El trabajo ha flojeado un poco. Cualquiera sabe si volverá a animarse. Si enfermara o me separara de la compañía, no sabría hacia qué parte volverme.

Estaría perdido. Me preocupa verme siempre acorralado en un rincón, tener que preocuparme siempre por la seguridad.

Leo Brunner se convirtió ahora en el centro de la atención de todos los demás.

Mantenía la frente fruncida. Comprendiendo que esperaban escuchar su opinión, se dispuso a exponerla.

– Por mi parte diré que me preocupa uno de los aspectos de la propuesta de Kyle. -Reflexionó unos instantes y después prosiguió-. Mirad, cuando se inició este proyecto, yo me mostré muy reacio, como sabéis.

Me preocupaba el secuestro por tratarse de un delito grave. Eso fue lo primero. Después me preocupó la violación por tratarse también de otro delito grave.

No obstante, dado que el secuestro pasó inadvertido y todavía no se ha descubierto, en la práctica no se trata de un delito del que se nos pueda acusar. Y puesto que puede decirse que la señorita Fields ha colaborado y ha accedido a mantener relaciones sexuales con nosotros, ello elimina toda probabilidad de que podamos ser acusados de violación.

En resumen, que nuestra situación se me antojó más segura. Comprendí que, una vez hubiéramos terminado, no habría forma de que la señorita Fields pudiera saber quiénes éramos y acusarnos, y todo sería como si estas dos semanas no hubieran existido.

Hubiéramos vivido la experiencia y podríamos reanudar nuestras vidas sin temor. Sin embargo, la propuesta de Kyle arroja nueva luz sobre nuestra situación.

– Pues claro que sí -dijo Shively-. Nos convierte en unos ricachos.

– Pero ello sucederá a cambio de un precio -dijo Brunner-. Significa que tendremos que revelar el secuestro inicial.

Hasta ahora, no existe ninguna prueba que permita deducir que la señorita Fields es mantenida prisionera contra su voluntad. En cuanto enviemos la nota de rescate o demostremos que estamos en posesión de la persona de la señorita Fields y exijamos dinero a cambio de su regreso sana y salva, habremos anunciado al mundo que hemos cometido un delito, que la señorita Fields ha sido secuestrada por unos delincuentes.

– Este hecho no se daría a la publicidad -dijo Yost-. El representante de Sharon no se atrevería a acudir a la policía. Estaría demasiado preocupado por su seguridad. Si decidiéramos hacerlo, estoy seguro de que podríamos conseguir que se tratara de una transacción particular.

– Tal vez sí y tal vez no -dijo Brunner-. Me atrevería a afirmar que tal vez estés en lo cierto.

Pero lo que yo digo es que, en cuanto se envíe una nota de rescate, alguien sabe que se ha cometido un delito y que hay de por medio unos delincuentes.

– ¿Y qué? -preguntó Shively-.

El tipo que recibiera la nota, este Zigman, se cagaría de miedo. No haría ni una maldita cosa. Estaríamos tan a salvo como estamos ahora sólo que más ricos, mucho más ricos. No me digas que no te gustaría ser más rico, Leo.

– No niego que una inesperada ganancia a estas alturas de mi vida podría significar mucho para mí -dijo Brunner-.

Pero me preocupa mucho el peligro que correremos a cambio de obtener un resultado tangible. Me inclino a dejar las cosas tal como están.

Malone no hizo el menor esfuerzo por disimular su constante desaprobación.

– Permitidme que os manifieste ahora mismo que sigo pensando lo mismo acerca del asunto del rescate. Soy contrario a ello de la misma manera que fui contrario a tu comportamiento de la primera noche en que la asaltaste por primera vez, Kyle. Yo era contrario al empleo de la fuerza.

Y ahora me muestro igualmente contrario a la idea del rescate. A mí no me hace falta ese maldito dinero. No lo quiero.

Creo que debiéramos dejar de hablar de este asunto del rescate. No fue éste el propósito de nuestro proyecto.

– No estoy yo tan seguro -dijo Shively-. Tal vez fuera éste el “verdadero” propósito aunque jamás nos atreviéramos a reconocerlo abiertamente.

Lo que quiero decir es que, cuando se lleva a cabo un secuestro, uno sabe que secuestro equivale a rescate. Son cosas que van unidas. Tal vez lo hayamos pensado en secreto todos estos días.

Ahora yo estoy dispuesto a comentarlo claramente y a decir que muy bien, ya hemos hecho la mitad, ahora hagamos el resto. Vamos a ver si conseguimos el premio que nos merecemos y tú, Leo, puedes creerme, no corremos ningún peligro.

El verdadero peligro lo corrimos al llevárnosla y ocultarla. Y eso ya está hecho. Lo que queda no es más que papeleo burocrático.

Pensándolo bien, ¿qué nos falta? La obligamos a escribir una nota -tal vez dos, ya veremos-para que reconozcan su caligrafía y sepan que está bien.

Le pedimos que le ordene a Zigman reunir secretamente la pasta y dejarla dónde y cuándo nosotros digamos, añadiendo que no lo comunique a las autoridades ni intente poner en práctica ninguna jugarreta si quiere volver a verla viva. El cumplirá la orden.

Podéis estar bien seguros de que no se atreverá a correr ningún riesgo. Porque querrá volver a verla entera. Para él, constituye una inversión fabulosa.

Y tal como ya te he dicho -ella misma me lo ha confesado-el dinero lo tiene disponible y, qué demonios, tiene tanto que ni siquiera lo echará en falta.

El cerebro de Yost ya se estaba adelantando a los acontecimientos.

– Kyle -dijo-, ¿cuánto tenías pensado pedir por ella?

Shively esbozó una sonrisa de satisfacción y formuló la siguiente frase deleitándose en cada una de sus palabras:

– Un millón de dólares, compañero. Un millón de dólares en efectivo.

– ¿Tanto? -preguntó Yost emitiendo un bajo y prolongado silbido.

– Un número redondo, ¿eh? -dijo Shively-. Un millón dividido por cuatro significa un cuarto para cada uno. -Miró a su alrededor-¿Qué tal te suena eso, Leo? ¿Te vendrían bien doscientos cincuenta mil dólares libres de impuestos?

Brunner se mostraba visiblemente aturdido y tragó saliva antes de contestar.

– ¿Y a quién no? Es mucho dinero, no cabe duda. Ya tendría asegurada la vida. ¿Estás seguro de que podría hacerse sin correr peligro?

– Completamente seguro.