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Capítulo 29

Aquella tarde, cuando cayó el sol y las persianas se elevaron sobre las ventanas, Mary decidió que podría acostumbrarse a ser mimada por Rhage. Lo que no podía tolerar eran más alimentos. Puso sus dedos sobre su muñeca, deteniendo la cantidad de puré que le llegaba.

– No, estoy llena. – Dijo ella mientras se reclinaba sobre las almohadas. – Mi estómago va a reventar.

Con una sonrisa, él recogió la bandeja de platos, luego se sentó al lado de ella otra vez. Él había desaparecido durante la mayor parte del día, trabajando, pensó y ella le agradeció el sueño que obtuvo. Su agotamiento empeoraba cada día y podía sentir como se deslizaba la enfermedad. Su cuerpo sentía como si luchara por mantener sus procesos regulares, pequeños dolores que le aparecían por todas partes. Y los hematomas en su espalda: amoratadas señales que florecían bajo su piel en una tarifa alarmante. Rhage se había horrorizado cunado los vio, estaba convencido que le había hecho daño mientras habían mantenido sexo. Le había costado mucho tiempo de conversaciones para hacerle comprender que no había sido culpa suya.

Mary se concentró en Rhage, no queriendo pensar en la enfermedad o en la cita con el doctor que pronto tendría. Dios, él no se veía mejor que lo que ella se sentía, aunque él no estaba entusiasmado, no había pasado totalmente. Cuando él se sentó a su lado en la cama, se frotaba los muslos con las palmas, parecía que tenía un caso de hiedra venenosa o de varicela. Ella estaba a punto de preguntarle que le pasaba cuando le habló.

– Mary, ¿me dejarás hacer algo por ti?

Incluso aunque el sexo era lo último que le pasaba por la mente, ella miró los bíceps que se tensaban bajo su camisa negra. ¿Puedo saber que es?

Un suave gruñido salió de él – No deberías mirarme así.

– ¿Por qué no?

– Por que quiero montarte cuando tú lo haces.

– No luches contra lo que sientes.

Como el ataque de doble combate, sus blancas pupilas brillaron. Era algo extraño. Un momento antes eran negros. La cercana pálida luz, brillaba sobre ellos.

– ¿Por qué pasa eso? -Preguntó ella.

Sus hombros se tensaron cuando se dirigió amenazadoramente sobre sus piernas y se apoyó sobre si mismo. Ella podía sentir su energía llegándole, saliendo de él.

– ¿Rhage?

– No tienes que preocuparte por ello.

– Ese tono duro en tu voz me dice que tal vez deberías decírmelo.

– Él se rió de ella y sacudió la cabeza. – No. Mejor que no. Sobre el favor. Nuestra raza tiene un médico, Havers. ¿Me dejarás que le de acceso de tus archivos médicos? Tal vez nuestra ciencia puede ayudarte.

Mary frunció el ceño. Un doctor vampiro. Hablar sobre exploraciones de sus terapias alternativas.

Vaya, ¿exactamente que podía perder?

– Bien. Pero no se cómo conseguir las copias…

– Mi hermano, V, es un Dios de los ordenadores. Puede entrar dentro y la mayor parte del material debería estar online. Todo lo que necesito son los nombres y lugares. También las citas si las tienes.

Cuando cogió un papel y una pluma, ella le dijo dónde la habían tratado así como los nombres de sus doctores. Después de que él lo hubiera escrito todo, miró fijamente la hoja de papel.

– ¿Qué? -Preguntó ella.

– Hay mucho. -Sus ojos se levantaron hacia los suyos. -¿Cómo de malo es, Mary?

Su primer impulso fue decirle la verdad: que ella debería tener dos rondas de quimioterapia, un transplante de de médula ósea y todo había pasado muy duramente. Pero entonces pensó en la pasada noche, cuando sus emociones estuvieron tan fuera de control. Era una caja de dinamita y su enfermedad era la mejor mecha. Lo último que necesitaba era tropezar otra vez, por que Cristo sabía que nada bueno había pasado las dos últimas veces, perdiéndolo. Primero ella había gritado todo sobre él. En el segundo ella…bueno, cortar su labio había sido lo menor que había pasado.

Encogiéndose, mintiendo, odiándose, ella murmuró, -Está bien. Me alegré cuando esto acabó.

Sus ojos se estrecharon.

Entonces alguien golpeó en la puerta.

Rhage la miró sin dudar, a pesar del sonido urgente. -Algún día aprenderás a confiar en mí.

– De verdad que confío en ti.

– ¡Qué chorrada! Y aquí hay un rápido consejo. Odio que me mientan.

La dura llamada arrancó otra vez.

Rhage se acercó y abrió la puerta, listo para joder a quienquiera que fuera. Tenía el presentimiento de que Mary y él estaban a punto de entrar en materia y quería acabar con el asunto.

Tohr estaba al otro lado. Se veía como si lo hubieran golpeado con un arma asombrosa.

– ¿Qué te ha pasado? -Le preguntó Rhage saliendo al pasillo. Cerró la puerta parcialmente.

Tohr olió el aire que salía a la deriva del dormitorio. -Jesús ¿la has marcado, verdad?

– ¿Tienes algún problema con ello?

– No, esto hace el camino más difícil. La Scribe Virgin ha hablado.

– Dímelo.

– Deberás reunirte con el resto de los hermanos para escucharlo…

– Joder. Quiero saberlo ahora, Tohr.

Cuando el hermano terminó de hablar en la vieja lengua, Rhage suspiró. -Dame diez minutos.

Tohr asintió. -Estaremos en el estudio de Wrath.

Rhage regresó a la habitación y cerró la puerta. -Escucha, Mary, tengo un negocio con mis hermanos. Tal vez no regrese esta noche.

Ella se puso rígida y sus ojos se alejaron de su cara.

– Mary, no es por las mujeres, te lo juro. Sólo prométeme que estarás aquí cuando regrese. – Como ella vaciló, él se acercó y le acarició la mejilla. -Dijiste que no tienes cita con el médico hasta el miércoles. ¿Qué significa otra noche? Podrás pasar más tiempo en la bañera. Me dijiste lo mucho que te gusta estar así.

Ella hizo una pequeña sonrisa. -Eres un manipulador.

– Me gusta más pensar en mi mismo como un ingeniero resultón.

– Si me quedo un día más, tú vas a intentar hablarme de una cosa y de otra…

Él se inclinó y la besó duramente, deseando tener más tiempo, queriendo estar con ella, dentro de ella, antes detener que irse. Pero infiernos, incluso si hubiese tenido horas de sobra, no habría podido hacerlo. El cosquilleo y el zumbido en su interior estaban a punto de vibrar en su cuerpo en colisión con el aire.

– Te amo. Dijo él. Entonces se retiró, se sacó el reloj y puso el Rolex en su mano. -Guárdalo para mí.

Él se acercó al armario y se quitó la ropa. En la parte trasera, detrás de un par de pijamas que nunca utilizaba, encontró su traje ceremonial negro. Se puso la pesada seda negra sobre su piel desnuda y lo cerró con una gruesa tira de cuero trenzado.

Cuando él salió, Mary le dijo. -Parece que vas a un monasterio.

– Dime que estarás aquí cuando vuelva.

Después de un momento, ella asintió.

Él colocó la capucha de su traje en su lugar. -Bien. Está bien.

– Rhage, ¿qué pasa?

– Tan solo espérame. Por favor, espérame. – Cuando él llegó a la puerta, él le echó un último vistazo en su cama.

Este era su primer adiós que tenía entre dientes, su primera separación desde que ellos se hubieran reunido, sentiría la horrible experiencia de la separación en el tiempo. Sabía que esta iba a ser una dura noche que pasar. Solo esperaba que cuando saliera del otro lado, la secuela de su castigo no tardara demasiado tiempo. Y que ella estuviera todavía con él.

– Nos vemos después, Mary. -Dijo él cuando la encerró en su cuarto.

*****

Cuando él entró en el estudio de Wrath, cerró detrás suyo las dobles puertas. Todos los hermanos estaban allí y nadie hablaba. El olor de inquietud impregnó el cuarto, olía como a alcohol seco.

Wrath avanzó sobre el escritorio, viéndose tan tenso como lo estaba Tohr. Detrás de sus gafas envolventes de sol, el rey miraba fijamente, sentía algo, aunque no lo veía.