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Se desgarraba entre el deseo de dar gracias a Dios por no haber dormido con él y le cabreaba que después de haber estado con todas aquellas mujeres, él no quisiera tener sexo con ella.

– ¿Cuántas? -Le exigió ella, las palabras tan roncas que apenas le salieron. -Y dime, ¿ha sido bueno para ti? No tengo que preguntar si les gustó. Sé el talento que tienes.

– Dulce…Mary. -Susurró él. -Si me hubieras dejado abrazarte. Dios, mataría solo por abrazarte ahora mismo.

– Tú nunca volverás a estar cerca de mi otra vez. ¿Cuantas había allí? ¿Dos? ¿Cuatro? ¿Un pack de seis?

– ¿De verdad quieres los detalles?- Su voz era suave, triste hasta el punto de resquebrajarse. Bruscamente su cabeza cayó hacia abajo y colgó flojamente de su cuello. Según todas las apariencias, parecía un hombre destrozado. -No puedo…No saldré de esa manera otra vez. Encontraré otro camino.

– ¿Otro camino que tomar? – Ella explotó. -Estate seguro como el infierno que no dormirás conmigo, entonces ¿Tal vez piensas usar la mano?

Él suspiró. -Aquel diseño. ¿En mi espalda? Es parte de mí.

– En cualquier caso. Hoy me marcharé de aquí.

Su cabeza giró hacia ella. -No, no lo harás.

– Sí, lo haré.

– Te daré otra habitación. No tendrás que verme. Pero no vas a ninguna parte.

– ¿Cómo vas a impedir que me marche? ¿Encerrándome aquí?

– Si es lo que se precisa, sí.

Ella retrocedió. -No puedes hablar en serio.

– ¿Cuándo tienes la próxima visita con el médico?

– Ese no es asunto tuyo.

– ¿Cuando?

La dura cólera en su voz refrescó un poco su genio. -Ah…el miércoles.

– Me aseguraré de que vayas.

Ella lo miró fijamente- ¿Por qué me haces esto?

Sus hombros se elevaron y cayeron. -Por qué te amo.

– ¿Perdona?

– Te amo.

El control de Mary se evaporó bajo una ráfaga de furia tan grande que se quedó muda. ¿Él la amaba? Él no la conocía. Y él había estado con otras…la indignación apareció cuando se lo imaginó teniendo sexo con alguien más.

De repente Rhage saltó de la cama y llegó hasta ella, como si sintiera sus emociones y fuera estimulado por ellas.

– Se que estás enfadada, asustada, herida. Échamelo encima, Mary. – Él la agarró de la cintura para impedirle que corriera, pero no la paró para que intentara separarse para distanciarse.-Utilízame para soportar el dolor. Déjame sentirlo en la piel. Golpéame si tienes que hacerlo, Mary.

Condénela el infierno, ella estaba tentada. Repartir golpes a diestro y siniestro parecía el único recurso para la clase de poder que surgía por todo su cuerpo.

Pero ella no era un animal. -Wo! Ahora deja que vaya!

Él la cogió de la muñeca y ella luchó contra la sujeción, lanzando todo su cuerpo hacia la lucha hasta que sus hombros se sintieron como si fueran a estallar. Rhage

– Úsame, Mary. Permíteme soportar esto por ti.- Con un rápido movimiento, él arañó su pecho con las uñas de ella y luego sujetó los dos lados de su cara con sus palmas.

– Hazme sangrar para tí…- Su boca acariciaba la de ella. -Permite que salga tu cólera.

Dios la ayudara, ella lo mordió. Directamente en el labio inferior. Ella tan solo hundió sus dientes en su carne.

Como con un golpe deliciosamente pecaminoso con su lengua, Rhage gimió con aprobación y presionó su cuerpo contra el suyo. Un zumbido, como si hubiera tomado demasiado chocolate, tarareaba para ella.

Mary gritó.

Horrorizada por lo que había hecho, se asustó de lo que le podría hacer después, ella luchó para escaparse, pero él la mantuvo en el lugar, besándola, diciéndole muchas veces lo que la amaba. La dura longitud, caliente que había despertado sobre su vientre a través de la toalla y se frotó contra ella, su cuerpo una promesa sinuosa, de sexo latiente que ella no quería, pero lo necesitaba hasta que las entrañas se le acalambraran.

Ella lo quería…aun cuando sabía que había jodido con otras mujeres. Esta noche.

– Oh, Dios…no…-Ella retiró su cabeza hacia un lado, pero él la cogió de la barbilla, volviéndola a centrar.

– Sí, Mary…-Él la besó desesperadamente, la lengua en su boca. -Te amo.

Algo dentro de ella se rompió y lo apartó, eludiendo su sujeción.

Pero en vez de correr hacia la puerta, ella lo miró despiadadamente.

Cuatro arañazos atravesaban su pecho. Su labio inferior estaba cortado. Jadeaba, colorado.

Ella extendió la mano y le quitó la toalla del cuerpo.

Rhage se despertó sexualmente, su erección tensa, enorme.

Y en el momento jadeante entre ellos, ella despreció su lisa piel, perfecta sin vello, sus tensos músculos, su belleza de cara de ángel. Sobre todo, ella aborreció su orgullosa longitud, el instrumento sexual que tanto usaba.

Y de todos modos, ella lo quería.

Si hubiera estado en su sano juicio, se hubiera alejado de Rhage. Se habría encerrado en el cuarto de baño. Infiernos, se habría sentido intimidada por su puro tamaño. Pero estaba muy enfadada y fuera de control. Agarró su dura carne con una mano y con la otra le cogió las pelotas, ambas se desbordaban en sus palmas. Su cabeza echada hacia atrás, los tendones de su cuello tensos, el aliento explotando en su boca.

Su voz vibró, llenando el cuarto. – Haz lo que sea para tomarlo. Oh, Dios, te amo.

Ella lo acercó a la cama, empujándolo de manera que retrocediera hacia el colchón. Él cayó sobre las sábanas revueltas, sus brazos y piernas extendidas como si no tuviera ninguna reserva, ninguna restricción.

– ¿Por qué ahora? – Preguntó ella amargamente. -¿Por qué estás dispuesto a hacerlo ahora? ¿O esto no es en absoluto sobre el sexo y es sólo por que quieres que yo te haga sangrar más?

– Me muero por hacer el amor contigo. Y puedo estar contigo en este momento por que estoy a nivel. Estoy…agotado.

Oh, ahora ese era un pensamiento encantador.

Ella negó con la cabeza, pero él la cortó. -Tú me quieres. Toma el placer. No pienses, solo toma el placer de mí.

Enloquecida por la lujuria, la cólera y la frustración, Mary se levantó el camisón alrededor de sus caderas y se sentó a horcadas sobre sus muslos. Pero una vez que ella estuvo sobre él, mirándolo a la cara, vaciló. ¿Ella realmente iba a hacerlo? ¿Tomarlo? ¿Usándolo como salida y vengándose de por algo que él tenía derecho a hacer?

Ella comenzó a alejarse.

En un rápido movimiento, las piernas de Rhage la levantaron, derribándola sobre su pecho. Cuando ella cayó sobre él, sus brazos la atraparon.

– Sabes lo que quieres hacer, Mary. -Le dijo él al oído. – No pares. Toma todo lo que necesitas de mí. Úsame.

Mary cerró los ojos, apagó su cerebro y dejó ir su cuerpo.

Colocándose entre sus muslos, ella lo sostuvo y se sentó con fuerza sobre él.

Ambos gritaron cuando ella lo tomó entero, directo hasta el hueso pubiano.

Él era una enorme presencia en su cuerpo. Estirándola hasta que pensó que podría rasgarla. Ella respiró profundamente y no se movió, sus muslos estirándose cuando su interior estaba luchando por adaptarse a él.

– Estás tan apretada. – Gimió Rhage. Sus labios liberando sus dientes, enseñando sus colmillos. -Oh,…Dios, te siento por todas las partes de mi cuerpo. Mary.

Su pecho subió y bajo y los músculos de su abdomen se tensaron en las sombras con fuerza. Cuando sus manos exprimieron sus rodillas, sus ojos se dilataron hasta que apenas quedó azul en ellos. Y luego sus pupilas brillaron en blanco.

La cara de Rhage se retorció con algo de pánico. Pero entonces sacudió la cabeza como si quisiera limpiarlo y asumió una expresión de concentración. Despacio el centro de sus ojos volvieron a ennegrecerse, como si deseara que estuvieran así.

Mary dejó de concentrarse en él y comenzó a pensar en ella.

No preocupándose sobre como sus cuerpos se encontraban, ella plantó sus manos sobre sus hombros y tiró por encima de él. La fricción era eléctrica y la explosión de placer hizo que la ayudara a aceptarlo más fácilmente. Se deslizó hacia abajo sobre su erección y avanzó y luego repitió el movimiento muchas veces. Su ritmo era un lento deslizarse, cada descenso colocándose en posición horizontal, cada elevación cubriéndolo con la sedosa respuesta de su cuerpo.