Cuando entró en Caldwell, pensó en la prostituta que había comprado la otra mañana. Había terminado por darle lo que él necesitaba, aunque hubiera tenido que negociar su vida para hacerlo. Y mientras conducía ahora, exploró las aceras, buscando otra liberación. Lamentablemente, las morenas eran más difíciles de adquirir que las rubias que comerciaban con la piel. Tal vez podría comprar una peluca y decirles a las putas que se la pusieran.
O pensó en el número de gente que se había cargado. La primera persona a la que había matado había sido en defensa propia. El segundo había sido un error. El tercero había sido a sangre fría. Entonces, cuando llegó de la costa este, buscado por la ley, sabía un poco sobre la muerte.
En aquel entonces, cuando Jennifer recientemente se había ido, el dolor en su pecho era muy vivo, un perro loco que tenía que estirar las piernas antes de que esto lo destruyera. Caer en la Sociedad había sido un milagro. Esto lo había salvado de una tortura desarraigada, dándole una concentración, un objetivo y una salida para la angustia.
Pero ahora, de algún modo, todas aquellas ventajas se habían ido y se sentía vacío. Tal y como estaba hacía cinco años en Sioux City justo antes de que se hubiera topado con Jennifer.
Bueno, casi lo mismo, pensó él, conduciendo hasta el lugar de alquiler.
En aquel entonces, él todavía había estado vivo.
– ¿Has salido de la bañera?
Mary se rió, poniéndose el teléfono en el otro oído, excavando en lo más profundo de las almohadas. Eran algo después de las cinco.
– Sí, Rhage.
Ella no podía recordar cuando había tenido un día con tanto lujo. Durmiendo. Comida entregada con libros y revistas. El Jacuzzi.
Era como estar en un balneario. Bien, un balneario donde el teléfono sonaba constantemente. No sabía cuantas veces la había llamado.
– ¿Te trajo Fritz lo que le pedí?
– ¿Cómo encontró las fresas frescas en Octubre?
– Tenemos nuestros caminos.
– Y las flores son muy hermosas. -Ella miró el ramo de rosas, dedaleras, espuelas de caballero y tulipanes. Primavera y verano en un jarrón de cristal. -Gracias.
– Me alegra que te gusten. Siento no haber podido salir y escogerlas yo mismo. Habría disfrutado encontrando solo las más perfectas. Quería que fueran brillantes y olieran muy bien.
– Misión cumplida.
Voces masculinas resonaban en el fondo. Rhage bajó la voz. -¡Hey!, poli, ¿te importa que use tu dormitorio? Necesito algo de intimidad.
La respuesta fue amortiguada y luego ella escuchó como se cerraba un la puerta.
– Hola. -Dijo Rhage con voz ronca cansina. -¿Estás en la cama?
Su cuerpo se revolvió, calentándose. -Sí.
– Te echo de menos.
Ella abrió la boca. No salió nada.
– ¿Aún estás ahí, Mary? -Cuando suspiró, dejo él. -No te parece bien. ¿Me estoy haciendo demasiado real para ti?
He tenido a ocho mujeres diferentes solo esta semana.
Oh, Dios. Ella no quería enamorarse de él. Solo no podía dejarlo.
– ¿Mary?
– Solo no…me digas cosas como esa.
– Es como me siento.
Ella no respondió. ¿Qué podía decir? ¿Qué se sentía de la misma manera? ¿Qué lo echaba de menos aún cuando la había llamado cada hora durante el día? Esto era de verdad, pero no algo que la hiciera feliz. Él también era condenadamente hermoso…e infernal, podía poner a Wilt Chamberlain en las sombras cuando esto venía en una lista de amantes. Aunque ella estuviera perfectamente sana, él era una receta para el desastre. ¿Añadimos a la situación que ella afrontaba?
Atarse emocionalmente a él era directamente absurdo.
Cuando el silencio se alargó entre ellos, él maldijo. -Tenemos muchos negocios que atender esta noche. No se cuando volveré, pero si lo necesitas ya sabes dónde encontrarme.
Cuando la conexión telefónica se cortó ella se sintió horrible. Y sabía que las conferencias sobre mantener la distancia realmente no funcionaban.
Capítulo 26
Rhage pisó con fuerza con sus botas de combate sobre el suelo y miró a su alrededor en el bosque. Ningún ruido u olor de lessers. Ninguna evidencia de que alguien hubiera estado en este punto del bosque durante años. Había sido igual en los otros terrenos que habían visitado.
– ¿Qué diablos estamos haciendo aquí? -Refunfuñó él.
Sabía la maldita respuesta. Tohr había encontrado un lesser la noche anterior en una zona aislada de la Ruta 22. El asesino había salido del bosque sobre una moto todo terreno, pero lo había perdido prácticamente por un pequeño pedazo de papel en el proceso: una larga lista de grandes parcelas en venta sobre los márgenes de Caldwell.
Hoy, Butch y V habían hecho una búsqueda sobre todas las propiedades vendidas en los doce meses anteriores en la ciudad y las poblaciones circundantes. Aproximadamente se habían vendido unas cincuenta parcelas rurales. Rhage y V habían visitado cinco de ellas y los gemelos hacían lo mismo, cubriendo otros tantos. Mientras tanto, Butch había ido al Pit, cumplimentando los informes de campaña, haciendo mapas y buscando patrones. Esto les iba a tomar un par de noches pasar por todas las parcelas, por que las patrullas aún tenían que ser realizadas. Y la casa de Mary tenía que ser supervisada.
Rhage se paseó por los alrededores del bosque, esperando que alguna de las sombras resultara ser un lesser. Comenzaba a odiar las ramas de los árboles. Malditas bromas cuando soplaba el viento.
– ¿Dónde están esos bastardos?
– Tranquilo, Hollywood. -V se alisó la perilla y tiró de su gorra Sox. -Hombre, aún no te has alimentado esta noche.
Alimentado no lo describía. Casi saltaba de su piel. Había esperado que al estar lejos de Mary durante el día lo ayudaría y había contado con encontrar alguna lucha aquella tarde. También había contado con el agotamiento de la privación del sueño lo bajara, encima.
Sí, bien, no había tenido suerte en ninguno de los frentes. Quería a Mary con una creciente desesperación, que ya no parecía ligada a la proximidad. No habían encontrado ningún lesser. Y estar levantado por cuarenta y ocho horas y no cerrar el ojo solo lo había puesto más agresivo.
Peor, eran las tres de la madrugada. Se estaba quedando sin tiempo para liberarse en una batalla, la cual necesitaba desesperadamente. Maldita fuera…
– Rhage. -V agitó la enguantada mano por el aire. -¿Estás conmigo aquí, mi hermano?
– Lo siento, ¿qué? -Él se frotó los ojos. Su cara. Sus bíceps. La piel le picaba tanto que parecía que llevaba un traje de hormigas.
– Estás seriamente fuera de ello.
– Nah, estoy bien…
– ¿Entonces por qué estás moviendo tus brazos de esa manera?
Rhage dejó caer sus manos. Sólo para comenzar a masajearse los muslos.
– Tenemos que llevarte al One Eye. -Dijo V suavemente. -Te estás perdiendo. Necesitas algo de sexo.
– Jódete.
– Phury me explicó lo del pasillo.
– Sois un manojo de viejas criadas, en serio.
– Si no lo haces con tu mujer y no encuentras una pelea ¿Cuál será tu alternativa?
– No supongas que funciona así. -Él giró la cabeza su alrededor, intentando aflojar sus hombros y su cuello. – Esto no funciona así. Solo cambié. Esto no supone que salga otra vez…
– Supone en una mano, mierda en la otra, mira lo que tienes que hacer. Estás en un mal momento, mi hermano. Y tú sabes lo que tienes que hacer para salir de esto ¿verdad?
Cuando Mary oyó que se abría la puerta, se despertó desorientada y mareada. Vaya, volvía a tener fiebre esta noche.
– ¿Rhage?-Masculló ella.
– Sí, soy yo.
Su voz se parecía al infierno, pensó ella. Y él había dejado la puerta abierta, por lo que no se quedaría demasiado tiempo. Tal vez estaba todavía enfadado con ella por aquella última llamada telefónica.