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– ¿Cómo sabemos que no fue Bill? -preguntó Jason, como si Bill no estuviera sentado justo a su lado.

– ¿Cómo sabemos que no fue cualquiera?-dije, exasperada por las lentas entendederas de mi hermano-. Podría ser cualquiera, cualquiera que conozcamos. No creo que haya sido Bill. No creo que Bill matara a Maudette y a Dawn. Y creo que quien mató a Maudette y a Dawn ha matado a la abuela.

– ¿Sabías -dijo Jason, con voz demasiado alta- que la abuela te ha dejado toda la casa a ti?

Era como si me tiraran un cubo de agua fría a la cara. Vi que Sam también parpadeaba. Los ojos de Bill se oscurecieron y se hicieron más fríos.

– No, siempre supuse que tú y yo la compartiríamos como hicimos con la otra -me refería a la casa de nuestros padres, en la que Jason vivía ahora.

– También te deja todas las tierras.

– ¿Por qué dices esto? -Estaba a punto de volver a llorar, justo cuando me había convencido de que ya no me quedaban más lágrimas.

– ¡No fue justa! -gritó-. ¡No fue justa y ahora no puede corregirlo!

Comencé a temblar. Bill me hizo levantar de la silla y comenzó a caminar a mi lado de un extremo a otro del jardín. Sam se sentó frente a Jason y comenzó a hablarle con tesón. Su voz era profunda e intensa.

Bill me rodeaba los hombros con su brazo, pero yo no podía dejar de temblar.

– ¿De verdad quería decir eso? -pregunté, sin esperar ninguna respuesta de Bill.

– No -dijo. Alcé la mirada, sorprendida-. No ha podido ayudar a tu abuela, y no puede soportar la idea de que alguien te estuviera esperando y la matara a ella en tu lugar. Así que tiene que enfurecerse por algo, y en vez de enfadarse contigo por no haber muerto, se enfada por las cosas materiales. Yo no dejaría que me preocupase.

– Creo que es asombroso que tú me digas algo así -le respondí con franqueza.

– Oh, asistí a algunos cursos nocturnos de psicología-dijo Bill Compton, vampiro.

No pude evitar pensar que los depredadores siempre estudian a su presa.

– ¿Por qué me iba a dejar la abuela todo a mí, y no a Jason?

– Puede que lo descubras más adelante -dijo, y eso me pareció muy adecuado.

En ese momento Andy Bellefleur salió de la casa y permaneció sobre los peldaños, mirando al cielo como si hubiera pistas escritas en él.

– Compton-dijo con brusquedad.

– No -dije, y mi voz surgió como un gruñido.

Sentí que Bill me miraba con un gesto de leve sorpresa. Toda una reacción, viniendo de él.

– Tenía que suceder-dije furiosa.

– Has estado protegiéndome -me dijo-. Pensaste que la policía sospecharía que yo había matado a esas dos mujeres. Por eso querías asegurarte de que otros vampiros habían alternado con ellas. Ahora crees que este Bellefleur tratará de cargar sobre mí la muerte de tu abuela.

– Sí.

Respiró hondo. Estábamos en la oscuridad, junto a los árboles que delimitaban eljardín. Andy volvió a gritar el nombre de Bill.

– Sookie-me dijo Bill con amabilidad-, estoy tan seguro como tú de que eras la víctima prevista -era muy chocante oírselo decir a otra persona-. Y yo no las maté. Así que si el asesino ha sido el mismo, entonces yo no he sido, y él lo comprenderá. Incluso para ser un Bellefleur.

Comenzamos a andar hacia la luz. No quería que sucediera nada de aquello, quería que la gente y las luces desaparecieran. Todos ellos, y Bill también. Quería estar sola en la casa con mi abuela, y quería que pareciera feliz, como la última vez que la vi.

Era fútil e infantil, pero aun así podía desearlo. Estaba perdida en ese sueño, tan perdida que no vi el peligro hasta que fue demasiado tarde. Jason, mi hermano, se puso delante de mí y me dio una bofetada en la cara.

Fue tan inesperado y tan doloroso que perdí el equilibrio y me tambaleé de lado, aterrizando sobre una rodilla.

Pareció que Jason volvía otra vez a por mí, pero de inmediato Bill estuvo delante, en cuclillas, con los colmillos desplegados. Daba mucho miedo. Sam se encaró a Jason y lo derribó, y quizá le diera un golpe fuerte contra el suelo por si acaso.

Andy Bellefleur se quedó asombrado ante aquella muestra repentina de violencia. Pero tras un instante se colocó entre los dos grupitos, sobre el césped. Miró a Bill y tragó saliva, pero dijo con voz firme:

– Compton, déjalo. No la volverá a golpear.

Bill respiraba con agitación, tratando de controlar su ansia por la sangre de Jason. No podía leer sus pensamientos, pero sí su lenguaje corporal.

No pude comprender del todo los pensamientos de Sam, pero me quedó claro que estaba muy furioso.

Jason estaba sollozando. Sus pensamientos eran un amasijo triste, confuso y entremezclado.

Y a Andy Bellefleur no le gustábamos ninguno y desearía poder encerrarnos a todos los monstruitos por uno u otro motivo.

Me puse en pie de modo inseguro y me toqué la zona donde me dolía la mejilla, aprovechando ese dolor para que me distrajera del de mi corazón, de la terrible pena que me invadía. Parecía como si la noche no acabase nunca.

Fue el mayor funeral realizado nunca en la Parroquia de Renard. Eso dijo el pastor. Bajo un brillante cielo de verano precoz, mi abuela fue enterrada junto a mi madre y mi padre en la fosa familiar del antiguo cementerio situado entre su casa y la de los Compton.

Jason estaba en lo cierto. Ahora era mi casa. Y también las ochocientas hectáreas que la rodeaban, así como los derechos de explotación mineral. El dinero de la abuela, eso sí, se había dividido en partes iguales entre nosotros dos, y la abuela había estipulado que le diera a Jason mi mitad de la casa en la que habían vivido nuestros padres, si quería quedarme con todos los derechos de la suya. Eso fue fácil de hacer, y no quise recibir de Jason ningún dinero por mi mitad, aunque mi abogado puso mala cara cuando se lo expliqué. Jasoñ se saldría de sus casillas si le mencionaba que tenía que pagarme algo por mi mitad; el hecho de que yo también fuese dueña en parte nunca había sido para él más que una fantasía, pero que la abuela me dejara toda su casa le había supuesto toda una conmoción. Ella lo había comprendido mejor que yo.

Era una suerte para mí tener otros ingresos aparte de los del bar, pensé para tratar de concentrarme en algo que no fuera su pérdida. Pagar los impuestos de las tierras y la casa, además de los gastos de mantenimiento de la misma, a los que la abuela siempre había contribuido al menos en parte, iba a reducir de manera considerable mis fondos.

– Supongo que querrás mudarte -me dijo Maxine Fortenberry mientras limpiaba la cocina. Maxine me había traído huevos rellenos y ensalada de jamón, y trataba de ser aún más servicial fregando un poco.

– No -respondí, sorprendida.

– Pero cielo, con lo que sucedió justo aquí… -el rostro de Maxine se arrugó por la preocupación.

– Tengo más recuerdos buenos que malos de esta cocina – le expliqué.

– Oh, qué buen modo de verlo-dijo, asombrada-. Sookie, eres sin duda mucho más lista de lo que la gente se cree.

– Cielos, gracias, Sra. Fortenberry -respondí, y si notó mi tono seco no dio muestras de ello. Posiblemente fue lo más sabio.

– ¿Va a venir tu amigo al funeral?-En la cocina hacía buena temperatura. La corpulenta y pesadota Maxine se secaba con un paño de cocina. El punto donde había caído la abuela había sido fregado por sus amigas, Dios las bendiga.

– ¿Mi amigo? Ah, ¿Bill? No, no puede. -Me miró sin comprender-. Lo haremos de día, por supuesto.-Siguió sin entenderlo-. No puede salir.

– ¡Ah, claro! -Se dio una palmadita en la sien para indicar que tenía que meterse sentido común en la cabeza-. Boba de mí. ¿De verdad se achicharraría?

– Bueno, él dice que sí.

– ¿Sabes? Estoy tan contenta de que diera aquella charla en el club… Eso ha hecho mucho por convertirlo en parte de la comunidad.

Asentí distraída.

– Hay mucha preocupación por los asesinatos, Sookie. Se habla mucho de vampiros, de cómo son los responsables de estas muertes. -La miré con los ojos entrecerrados-. ¡No me pongas mala cara, Sookie Stackhouse! Como Bill fue tan amable contando aquellas historias fascinantes en la reunión de los Descendientes, casi todo el mundo cree que él no sería capaz de cosas tan terribles como las que les hicieron a esas mujeres. -Me pregunté que clase de historias circulaban en el pueblo, y me encogí de hombros-. Pero ha tenido algunos visitantes cuyo aspecto no ha gustado mucho a la gente.