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– No, en eso te equivocas. Tritón ha perdido el uso del dinero mientras el banco aclara las cosas y se realiza la investigación. Este episodio está en manos de la junta directiva. Podría tardar meses en resolverse, al menos es lo que le han dicho a Tritón esta mañana. Como te puedes imaginar, Nathan Gamble está que se sube por las paredes.

– ¿Tritón necesitaba los fondos para alguna cosa?

– Claro que sí. Pensaban utilizar el dinero como paga y señal de la compra de CyberCom.

– ¿Así que han perdido el negocio?

– Todavía no. Según las últimas noticias, Nathan Gamble podría poner el dinero de su cuenta particular.

– Caray, ¿el tipo puede firmar un cheque por esa cantidad?

– Gamble es varias veces multimillonario. Sin embargo, no creo que lo haga. Estaría arriesgando su dinero además de perder doscientos cincuenta millones del dinero de Tritón. En total, sumarían quinientos millones de dólares. Incluso para él es mucho dinero. -Hardy hizo una mueca al recordar su última entrevista con Gamble-. Te lo repito, ahora mismo no es un hombre muy feliz. Su mayor preocupación son los secretos que Archer le vendió a RTG. Si RTG se hace con CyberCom, entonces las pérdidas finales de Tritón superarán los doscientos cincuenta millones de dólares.

– Pero ahora que los de RTG saben que tú estás detrás, no se atreverán a utilizar la información que les pasó Archer.

– No es tan sencillo, Lee. Han negado cualquier implicación, y aunque nosotros tenemos el vídeo, no es una prueba definitiva. RTG ya estaba en la puja por CyberCom. Si su oferta es un poco mejor que la de Tritón, ¿quién puede acusarles de nada?

– Tienes razón. -Sawyer contempló los restos de café en la taza con una expresión de cansancio.

Hardy extendió los brazos hacia su viejo amigo y sonrió.

– Bueno, esta es mi historia.

– Estaba seguro de que no me habías sacado de la cama porque alguien había robado un bolso. -Sawyer hizo una pausa-. Ese Archer debe ser un verdadero genio, Frank.

– Lo es.

– Pero todo el mundo comete errores y algunas veces tienes suerte, y consigues un vídeo como ése -dijo Sawyer más animado-. Además, son los casos difíciles los que te gratifican en este trabajo, ¿no? -El agente sonrió.

– Y ahora ¿qué piensas hacer?

El agente bebió el último trago de café y volvió a llenar la taza. Parecía haber recuperado fuerzas gracias a las nuevas posibilidades que se habían abierto en el caso.

– Primero utilizaré tu teléfono para enviar una orden de busca y captura de Jason Archer. Después, te exprimiré el cerebro durante una hora. Mañana por la mañana, enviaré a un equipo al aeropuerto Dulles para que investiguen todo lo que puedan sobre Archer, y yo mantendré una entrevista personal con alguien que puede ser importantísimo en este caso.

– ¿Quién es?

– Sidney Archer.

Capítulo 28

– Soy Paul Brophy, un colega de Sidney, señor…

Brophy se encontraba en el recibidor de la casa, con la bolsa de viaje en una mano.

– Bill Patterson. Soy el padre de Sidney.

– Ella siempre le menciona, Bill. Lamento no haber tenido la ocasión de conocernos hasta ahora. Esto ha sido algo terrible. Sentí la necesidad de venir aquí por su hija. Es una de mis colegas más cercanas. Una mujer verdaderamente admirable.

Bill Patterson miró a Brophy mientras el joven dejaba la bolsa en un rincón. Vestido con un traje cruzado, la última moda en camisa y corbata y zapatos negros relucientes, el alto y delgado Brophy ofrecía una figura muy apuesta. Pero había algo en sus modales un poco untuosos, en su trato con la familia de duelo, que no le gustó. Se había pasado la mayor parte de su vida profesional con el detector de mierda levantado. Ahora mismo, la alarma sonaba al máximo.

– Tiene a toda su familia a su lado… ¿Paul? -Patterson puso un énfasis particular en la palabra «familia».

Brophy le devolvió la mirada mientras calibraba al padre de Sidney.

– Sí, en estos momentos no hay nada más importante que la familia. Espero que no piense que me estoy entrometiendo. Es la última cosa que quisiera hacer. Hablé con Sidney anoche. Hace años que trabajamos juntos. Nos hemos ocupado de algunos casos de esos que acabas con una úlcera. Pero usted ya sabe cómo es. Usted dirigió Bristol Aluminum durante los últimos cinco años que estuve allí. No había mes en que no apareciera usted en el Journal. Y aquel artículo de varias páginas en Forbes cuando se retiró.

– Es duro -afirmó el hombre mayor, un poco más tranquilo mientras recordaba por un momento los éxitos de su carrera empresarial.

– Sé que eso es lo que creían los competidores.

Brophy le dedicó su mejor sonrisa y Patterson le correspondió. Quizás, el tipo no era tan malo; después de todo, había venido hasta aquí, y éste no era el momento más oportuno para buscar problemas.

– ¿Le apetece comer o beber algo? ¿Ha venido de Nueva York esta mañana?

– En el primer vuelo del puente aéreo. Si tiene café, acepto encantado. ¿Sidney?

La mirada de Brophy se fijó ansiosa en Sidney, que entraba en aquel momento acompañada por la madre. Las dos mujeres vestían de negro.

– Hola, Paul.

Brophy se acercó deprisa, la abrazó y le dio un beso en la mejilla que se prolongó un poco más de lo adecuado. Un tanto agitada, Sidney le presentó a su madre.

– ¿Cómo se lo ha tomado la pequeña Amy? -preguntó Brophy.

– Está con unos amigos. No comprende lo que ha pasado -contestó la madre de Sidney, que miró a Paul con una expresión desabrida.

– Es natural. -Brophy se apartó. No tenía hijos, pero de todos modos había sido una pregunta estúpida.

Sidney, sin darse cuenta, le sacó del apuro. Se volvió hacia su madre.

– Paul acaba de llegar ahora mismo de Nueva York.

Su madre asintió distraída y luego se fue a la cocina para preparar el desayuno.

Brophy miró a Sidney. El pelo sedoso parecía más rubio al resaltar contra el negro del vestido. Su aspecto un tanto demacrado la hacía aún más atractiva. El abogado pensó que era una mujer muy hermosa.

– Todos los demás irán directamente a la capilla. Vendrán aquí después del servicio.

Parecía abrumada por la perspectiva, algo que Brophy no pasó por alto.

– Tú tómatelo con calma y cuando quieras estar sola, yo me encargaré de la charla y de que todo el mundo tenga el plato lleno. Si hay algo que he aprendido como abogado es a utilizar muchísimas palabras sin decir nada.

– ¿No tienes que volver a Nueva York?

Brophy meneó la cabeza con una sonrisa triunfal.

– Me quedaré unos días en la oficina de Washington. -Sacó una grabadora del bolsillo interior de la chaqueta-. Estoy preparado. Durante el viaje dicté tres cartas y un discurso que daré el mes que viene un acto político para recaudar fondos, o sea que me estaré todo el tiempo que me necesites. -Sonrió con ternura, guardó la grabadora y la cogió de la mano.

Ella le devolvió la sonrisa, un tanto avergonzada, al tiempo que apartaba la mano.

– Tengo que acabar de arreglarme.

– De acuerdo, yo iré a la cocina a echar una mano.

Sidney se fue por el pasillo hacia el dormitorio. Brophy la observó mientras se alejaba, y sonrió al pensar en las perspectivas de futuro. Después, entró en la cocina, donde la madre de Sidney preparaba huevos fritos, tostadas y bacón. Bill Patterson se ocupaba de la cafetera. Sonó el teléfono. El padre de Sidney se quitó las gafas y atendió la llamada.

– ¿Hola? -Cogió el auricular con la otra mano-. Sí, es aquí. ¿Qué? Oiga ¿no podría llamar más tarde? Ah, bueno, espere un momento.

La señora Patterson miró a su marido.

– ¿Quién es?

– Henry Wharton. -Patterson miró a Brophy-. Es el jefe de su bufete, ¿no?

Brophy asintió. Aunque su condición de apóstol de Goldman era un secreto muy bien guardado, él no gozaba de las simpatías de Wharton, y Brophy esperaba con ansia el día en que Wharton fuera destronado de su cargo como jefe de Tylery Stone.