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El rostro de Sawyer se volvió color de ceniza mientras reflexionaba.

– No hay cuerpos. Nada que identificar, ningún resto.

– Así es. En cambio, si el avión hubiese estallado en el aire, como ocurre en las explosiones normales, ahora habría un montón de cadáveres para identificar.

Sawyer no salía de su asombro.

– Eso es lo que me traía de cabeza. Si Archer se vendió, recibió la pasta y planeaba largarse, sabía que en algún momento la policía iría a por él.

– Así que para cubrir el rastro -dijo Hardy-, hizo ver que subía a un avión que acabó a diez metros bajo tierra. Si descubren que es un sabotaje, todos creen que Lieberman es el objetivo. Y si no lo descubren, tampoco van a buscar a un tipo muerto. Todo el mundo se olvida de Jason Archer, y final del caso.

– Pero, joder, Frank, ¿por qué no cogió la pasta y se largó sin más? No es tan difícil desaparecer. Y hay otra cosa. El tipo que saboteó el vuelo 3223 acabó cosido a tiros.

– ¿La hora de la muerte le da tiempo a Archer para regresar y asesinarlo? -preguntó Hardy.

– Todavía no tenemos los resultados de la autopsia, pero si me baso en lo que vi del cuerpo, es posible que Archer pudiera llegar a la costa este a tiempo para hacerlo.

Hardy se entretuvo pasando las hojas de la carpeta mientras pensaba en esta nueva información.

– Venga, Frank, ¿cuánto crees que cobró Archer por la información? ¿Suficiente para sobornar al gasolinero que saboteó el avión y para contratar a un pistolero para liquidar al saboteador? ¿Un tipo que hasta hace unos días llevaba una respetable vida familiar? ¿Ahora es un archicriminal que destroza a niños y abuelas en el cielo?

Frank Hardy miró a su viejo amigo con una expresión severa.

– Él personalmente no voló el avión, Lee. Además, no me digas que ahora analizas las conciencias de las personas. Si la memoria no me falla, algunos de los peores asesinos que detuvimos llevaban una vida de angelitos.

– ¿Cuánto? -insistió Sawyer, poco dispuesto a dar el brazo a torcer.

– Archer pudo conseguir varios millones por la información.

– Suena a mucho dinero, pero ¿crees que por esa cantidad un tipo mataría a doscientas personas sólo para cubrir su rastro? ¡De ninguna manera!

– Hay otra cosa en este asunto. Algo que me lleva a creer que Jason Archer es un archicriminal a pesar de las apariencias, o quizá trabaja para una organización de ese tipo.

– ¿Cuál es esa cosa?

De pronto, Hardy pareció sentirse incómodo.

– Falta algún dinero de una de las cuentas de Tritón.

– ¿Dinero? ¿Cuánto dinero?

– ¿Qué te parecen doscientos cincuenta millones de dólares?

Sawyer estuvo a punto de volcar la taza de café.

– ¿Qué?

– Al parecer, Archer no sólo estaba interesado en vender secretos. También estaba en el negocio de desvalijar cuentas bancarias.

– ¿Cómo? Quiero decir, que una compañía tan grande debe tener controles.

– Tritón los tiene, pero esos controles parten de la base de que la información dada por el banco donde está depositado el dinero sea correcta.

– No te entiendo -protestó Sawyer.

Hardy soltó un suspiro y apoyó los codos sobre la mesa, dispuesto a explicar a su amigo la estafa en términos sencillos.

– En nuestros días, mover dinero del punto A al punto B significa utilizar un ordenador. Los bancos y los mercados financieros dependen completamente de ellos, pero la dependencia comporta algunos riesgos.

– ¿Que los ordenadores se apaguen, hagan cosas raras o se vuelvan locos?

– O que alguien entre en los ordenadores del banco y los manipule para fines ilegales. No es ninguna novedad. Ya sabes que el FBI ha creado toda una división nueva para ocuparse de los delitos informáticos.

– ¿Tú crees que eso es lo que ha pasado aquí?

Hardy rebuscó entre los papeles hasta encontrar lo que buscaba.

– En una sucursal del Consolidated BankTrust había una cuenta operativa de Tritón Global Investments Corporation, que es una compañía subsidiaria de Tritón para sus inversiones en Wall Street. La cuenta se abrió hace tiempo y el saldo actual era de doscientos cincuenta millones.

– ¿Archer tuvo algo que ver en la apertura de la cuenta?

– No. De hecho, no tenía acceso a la misma.

– ¿Había muchos movimientos de cuenta?

– Al principio, sí. Sin embargo, llegó un momento en que Tritón no necesitó los fondos y los dejó allí como una reserva para el caso de que Tritón o alguna de las compañías filiales necesitase dinero.

– ¿Qué ocurrió después?

– Resulta que hace un par de meses abrieron una cuenta nueva en la misma sucursal a nombre de Tritón Global Investments, Limited.

– ¿Así que Tritón abrió otra cuenta?

Sawyer no había acabado de hablar cuando Hardy ya meneaba la cabeza.

– No, ahí está la trampa. No tiene nada que ver con Tritón. La compañía es ficticia, no tiene domicilio social, ni directores, ni empleados, nada.

– ¿Sabes quién abrió la cuenta?

– Sólo había una firma registrada. El nombre que figuraba en el banco era el de Alfred Rhone, director financiero. No averiguamos nada de Rhone, pero descubrimos algo interesante.

– ¿Qué? -Sawyer se inclinó sobre la mesa.

– Se realizaron una serie de operaciones a través de la cuenta falsa. Depósitos, transferencias y cosas por el estilo. La firma de Alfred Rhone apareció en cada uno de esos documentos. Comparamos las firmas con las de los empleados de Tritón. Encontramos una idéntica. ¿Quieres adivinar?

– Jason Archer -respondió Sawyer en el acto.

Hardy asintió.

– ¿Y qué pasó con el dinero?

– Alguien entró en el ordenador del BankTrust y reorganizó las cuentas con mucho cuidado. Al final, la cuenta legítima de Tritón y la falsa tenían el mismo número.

– ¡Caray! Es como robarle caramelos a un niño.

– Exacto. El día anterior a la desaparición de Archer, se transfirieron los doscientos cincuenta millones de la cuenta de Tritón a una cuenta abierta por la compañía falsa en otro gran banco de Nueva York. El departamento de transferencias del BankTrust tenía la autorización de nuestro amigo Rhone. La cuenta tenía fondos, todo estaba en orden. Transfirieron el dinero aquel mismo día. -Sawyer lo miró, incrédulo-. La gente de los bancos acepta lo que dice el ordenador, Lee, no tienen motivos para no hacerlo. Además, los bancos no se hablan entre ellos. Mientras tengan el culo cubierto, se limitan a ejecutar órdenes. Les da lo mismo quién esté involucrado, conocen los procedimientos bancarios al dedillo. ¿Te mencioné que Jason Archer trabajó en el departamento de transferencias de un banco antes de entrar en Tritón?

Sawyer meneó la cabeza en un gesto de cansancio.

– Ahora ya sé por qué no me gustan los ordenadores. Sin embargo, no acabo de entender cómo lo hizo.

– Míralo de esta manera, Lee. Es como si hubiesen hecho una copia de un tipo rico y después la copia entra en el banco, retira todo el dinero del tipo rico y después se va tan fresco. La única diferencia es que el BankTrust creía que los dos tipos eran ricos; sin embargo, el banco estaba mirando el mismo saldo para los dos, contaba el mismo dinero dos veces.

– ¿Algún rastro de los fondos?

– No creo que lo encuentren. -Hardy meneó la cabeza-. Se ha esfumado. Ya nos hemos reunido con agentes de la unidad de fraudes a instituciones financieras del FBI. Han abierto una investigación.

Sawyer bebió un trago de café, y entonces se le ocurrió una idea.

– ¿Crees que quizá RTG está involucrada en las dos operaciones? Si no es así, resultaría un poco extraño que Archer se arriesgara a cometer la estafa bancaria y vender los secretos.

– Podría ser, Lee, que Archer comenzara por el robo de los secretos de la compañía, y que la RTG le metiera en el fraude bancario para perjudicar todavía más a Tritón. Estaba en una posición inmejorable para hacerlo.

– Pero el banco es el responsable final. A Tritón no le perjudica.