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La razón es sencilla. Tenemos este sistema porque educamos a la gente en masas, como en una fábrica, y todo lo que ocurre dentro de una fábrica debe suceder según un sistema muerto y mecánico. A fin de proteger su fama y "standardizar" sus productos, la escuela debe darles diplomas como certificados. Con los diplomas nace la necesidad de pasar de curso, y con esto vienen las clasificaciones, y a fin de que haya clasificaciones debe haber lecciones, exámenes y pruebas. Todo esto forma una secuencia enteramente lógica y no hay forma de escapar de ella. Pero las consecuencias de los exámenes mecánicos son más fatales de lo que imaginamos. Porque inmediatamente se acentúa la necesidad de memorizar los hechos, más que el desarrollo del gusto o del juicio. Yo he sido maestro y sé que es más fácil hacer un conjunto de preguntas sobre fechas históricas que sobre vagas opiniones acerca de vagas cuestiones. También es más fácil clasificar así a los alumnos.

El peligro está en que después de instituir este sistema es fácil que olvidemos que ya nos hemos desviado, o que quizá desviemos, del verdadero ideal de la educación que, como digo, es el desarrollo del buen gusto en el conocimiento. Es útil recordar todavía que Confucio dijo: "La erudición que consiste en la memorización de hechos no califica a nadie para ser maestro". No hay temas obligatorios, no hay libros, ni los de Shakespeare, que uno deba leer. La escuela parece proceder según la estúpida idea de que podemos delimitar un volumen mínimo de la enseñanza de historia y geografía que se puede considerar absolutamente indispensable para el hombre educado. Yo soy bastante educado, aunque me confundo antes de decir cuál es la capital de España y en una época pensé que Habana era el nombre de una isla contigua a Cuba. El peligro de prescribir un curso de estudios obligatorios es que implica que un hombre que ha seguido el curso prescrito sabe ipso facto todo lo que debe saber un hombre educado. Es absolutamente lógico, pues, que un universitario recibido cese de aprender o de leer libros después de dejar sus estudios, porque ya ha aprendido todo lo que tiene que saber. ( [71])

Debemos abandonar la idea de que los conocimientos de un hombre pueden ser probados o medidos en una forma cualquiera. Tschuangtsé ha dicho muy bien: "¡Ay, mi vida está limitada, y el conocimiento no tiene límites!" La busca de conocimiento es, después de todo, solamente como la exploración de un nuevo continente, o "una aventura del alma", como dice Anatole France, y ha de ser un placer en lugar de convertirse en tortura si se mantiene el espíritu de exploración con ánimo desaprensivo, interrogativo, curioso y aventurero. En lugar del amontonamiento medido, uniforme y pasivo de información, tenemos que mantener este ideal de un placer individual positivo y creciente. Una vez abolidos los diplomas y las clasificaciones, o considerados solamente en lo que valen, la busca del conocimiento se- hace positiva, porque el estudiante se ve forzado al menos a preguntarse por qué estudia. AI presente, ya se ha respondido a la pregunta en su nombre, porque el estudiante no duda de que estudia en la escuela primaria para pasar a la secundaria y en la secundaria para pasar a la universitaria. Todas estas consideraciones ajenas a uno deben ser dejadas de lado, porque la adquisición de conocimientos no es cuestión de nadie más que de uno mismo. Al presente, todos los estudiantes estudian por el título, y muchos de los buenos estudiantes estudian por sus padres o sus maestros o sus futuras esposas, para no parecer desagradecidos a sus padres que gastan tanto dinero para educarlos, o porque quieren parecer simpáticos a un profesor que es bueno y simpático con ellos, o para poder salir de la escuela a ganar un sueldo elevado con que alimentar a la futura familia. Sugiero que todas estas ideas son inmorales. La búsqueda del conocimiento no debe ser cuestión de nadie más que de uno mismo, y sólo entonces podrá ser un placer, y podrá ser positiva, la educación humana.

II. EL ARTE COMO JUEGO Y PERSONALIDAD

El arte es, a la vez, creación y recreo. De las dos ideas, creo que la más importante es la del arte como recreo, o como puro juego del espíritu humano. Por mucho que aprecie, como aprecio, todas las formas de la labor creadora inmortal, sea en pintura, arquitectura o literatura, creo que el espíritu del verdadero arte puede hacerse más general y penetrar en la sociedad sólo cuando mucha gente goce del arte como pasatiempo, sin esperanzas de lograr la inmortalidad. Es más.importante que todos los estudiantes de un colegio jueguen al fútbol o al tenis con regular habilidad, y no que el colegio produzca unos cuantos campeones de atletismo o de fútbol para los torneos nacionales; también es más importante que todos los niños y todos los mayores puedan crear algo propio como pasatiempo, y no que la nación produzca un Rodin. Yo prefiero que todos los niños aprendan en la escuela a modelar arcilla, y todos los presidente de banco y peritos económicos dibujen sus tarjetas de Navidad, por ridículos que sean sus intentos, y no que haya unos pocos artistas que trabajen en el arte como en una profesión. Es decir, estoy por el amateurismo en todos los terrenos. Me gustan los filósofos aficionados, los poetas aficionados, los fotógrafos aficionados, los magos aficionados, los botánicos aficionados y los aviadores aficionados. Tanto placer me causa escuchar a un amigo que toca ni bien ni mal una sonatina de noche, como escuchar a un concertista profesional de primera clase. Y a todos encantan los magos aficionados, los amigos que nos divierten en casa, más que los magos profesionales en un escenario, y todo padre goza más con el teatro de aficionados que hacen sus hijos que con una pieza shakesperiana en las tablas. Sabemos que eso es espontáneo, y sólo en lo espontáneo reside el verdadero espíritu del arte. Por eso considero tan importante que la pintura china sea esencialmente el producto de los pasatiempos de los sabios y no de artistas profesionales. Solamente cuando se mantiene el espíritu de juego puede el arte escapar de la comercialización.

Cosa característica del juego es que uno juega sin razón, y que no debe haber razón para jugar. Jugar es razón suficiente. Este criterio está confirmado en la historia de la evolución. La hermosura es algo que no se puede explicar con la lucha por la existencia, y hay formas de hermosura que son destructivas hasta para el animal, como los cuernos excesivos del ciervo. Darwin advirtió que no podía explicar las hermosuras de la vida animal y vegetal con la selección natural, y tuvo que introducir el gran principio secundario de la selección sexual. No alcanzamos a comprender el arte y la esencia del arte si no lo reconocemos simplemente como un exceso de energía física y mental, libre y sin trabas y que existe porque sí. Esto es la tan censurada fórmula de "arte por el arte mismo". Considero que es ésta una cuestión sobre la cual no tienen derecho a decir nada los políticos; creo que es solamente un hecho incontrovertible con respecto al origen psicológico de toda la creación artística. Hitler ha denunciado como inmorales muchas formas del arte moderno, pero yo considero que los más inmorales entre todos los artistas son aquellos que pintan retratos de Hitler, para exhibirlos en el Museo con el fin de agradar al poderoso gobernante. Eso no es arte sino prostitución. Si el arte comercial lastima a menudo el espíritu de creación artística, el arte político ha de matarlo a buen seguro. Porque la libertad es el alma misma del arte. Los dictadores modernos intentan lo imposible cuando tratan de producir un arte político. No parecen comprender que no se puede producir el arte por la fuerza de la bayoneta, tal como no se puede comprar verdadero amor a una prostituta.

A fin de comprender la esencia del arte, hemos de retroceder a las bases físicas del arte como un exceso de energía. Esto es lo que se conoce como impulso artístico o creador. El empleo del término "inspiración" demuestra que el mismo artista apenas sabe de dónde viene el impulso. Es simplemente una cuestión de incitación íntima, como el impulso que siente el hombre de ciencia para descubrir la verdad, o el impulso del explorador por descubrir una nueva isla. No hay forma de explicarlo. Empezamos a ver hoy, con la ayuda del conocimiento biológico, que toda la organización de nuestra vida mental se regula por el aumento o disminución y distribución de las hormonas en la sangre, que actúan sobre los diversos órganos y el sistema nervioso que maneja a esos órganos. Hasta el furor o el temor se reducen a una cuestión de abastecimiento de adrenalina. Me parece que el genio mismo es solamente un sobreabastecimiento de secreciones glandulares. Un oscuro novelista chino, sin el moderno conocimiento de las hormonas, adivinó correctamente el origen de toda la actividad al decir que se debe a "lombrices" en nuestro cuerpo. El adulterio es cuestión de lombrices que nos muerden los intestinos e impelen al hombre a satisfacer sus deseos. La ambición y la agresividad y el amor por la fama o el poder se deben también a ciertas lombrices que no dejan descansar al hombre hasta que ha realizado el objeto de su ambición. Escribir una novela, digamos, es también el resultado de una especie de lombrices que impelen e incitan al autor a crear, sin ninguna razón explicable. Entre las hormonas y las lombrices, prefiero caer en las últimas. El término es más vivido.

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[71] Se refiere el autor a las universidades de los Estados Unidos, de régimen muy diferente al que impera en los institutos similares de los países latinos. (N. DEL T.)