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No, el goce de una vida ociosa no cuesta dinero. La capacidad para el verdadero goce del ocio se pierde en la clase adinerada y sólo puede encontrarse entre la gente que tiene un supremo desprecio por la riqueza. Debe provenir de la riqueza íntima del alma en un hombre que ama las formas simples de la vida y a quien impacienta a veces el negocio de hacer dinero. Hay siempre mucha vida que gozar para el hombre decidido a gozarla. Si los hombres no alcanzan a gozar esta existencia terrena que tenemos, es porque no aman suficientemente a la vida y permiten que se convierta en una monótona existencia rutinaria. Laotsé ha sido falsamente acusado de ser hostil a la vida; por el contrario, creo que enseñó a renunciar a la vida del' mundo precisamente porque amaba con tanta ternura a la vida que no podía admitir que el arte de vivir degenerara en el simple negocio de vivir.

Porque donde hay amor hay celos; un hombre que ama intensamente a la vida debe ser siempre celoso de los pocos momentos exquisitos de ocio que tiene. Y debe conservar la dignidad y el orgullo característicos siempre del vagabundo. Sus horas de pesca deben ser tan sagradas como sus horas de negocios, deben ser erigidas en una especie de religión, como lo han hecho los ingleses con el deporte. Le debe impacientar tanto que le hablen del mercado de valores en la cancha de golf como se impacientan los hombres de ciencia cuando los molestan en el laboratorio. Y debe contar los días de la primavera que se va, con una sensación de triste pesar por no haber hecho más viajes o excursiones, tal como se siente apesadumbrado el comerciante que no ha vendido tantos o cuantos artículos en un día.

IV. ESTA TIERRA ES EL ÚNICO CIELO

Se añade un toque triste, poético, a este intenso amor a la vida, por la comprensión de que esta vida que tenemos es esencialmente mortal. Aunque extrañe decirlo, esta triste conciencia de nuestra mortalidad hace tanto más agudo e intenso el goce de la vida por el estudioso chino. Porque si esta existencia terrena es todo lo que tenemos, tanto más debemos tratar de gozarla mientras dura. Una vaga esperanza de inmortalidad disminuye el goce cabal de esta existencia terrena. Ya lo dice Sir Arthur Keith con un sentimiento típicamente chino: "Porque si los hombres creen, como yo, que esta tierra presente es el único cíelo, tanto mas procuraran hacer un cielo de ella".Su Tungp'o dice: "La vida pasa como un sueño de primavera sin dejar un rastro", y por esa razoh se aferró tan cariñosa y tan tenazmente a ella. Una y otrt vez encontramos en la literatura china este sentimiento de nuestra existencia mortal. Este sentimiento de la impermanencia, de la existencia y de la evaporación de la vida, este asomo de tristeza, es lo que sorprende al poeta chino siempre en el momento de su mayor festín y su mayor alegría, una tristeza que se expresa en el pesar de que "la luna no puede ser siempre tan redonda y las flores no pueden verse tan bellas siempre", cuando miramos a la luna llena en compañía de flores hermosas. En el poema en que conmemoraba un espléndido festín, en Una noche de primavera entre duraznos en flor, Lí Po escribió el verso predilecto: "Nuestra flotante vida es como un sueño; ¿cuántas veces puede uno gozar de sí mismo?" Y en medio de una alegre reunión de sus felices e ilustres amigos, Wang Hsichih escribió su breve ensayo inmortal. El pabellón de orquídeas, que da, mejor que cualquier otra cosa, ese sentimiento típico de la transi-toriedad de la vida:

En el noveno año del reino Yungho (353 de nuestra era) nos reunimos en el Pabellón de Orquídeas en Shanyin de Kweich'i para el Festival del Agua, a fin de lavarnos de malos espíritus.

Aquí están reunidas todas las personas ilustres, y se juntan viejos y jóvenes. Aquí hay altas montanas y picos majestuosos, árboles de espeso follaje y altos bambúes. Aquí hay también claros arroyos y torrentes cantarines, que a derecha e izquierda reclaman la mirada. Nos agrupamos en orden, sentados junto al agua, y bebemos en sucesión de una copa que flota por el curvo arroyo; y aunque no hay música de los instrumentos de cuerda y de los de viento en madera, con este alternado beber y cantar nos sentimos bien dispuestos a gozar cabalmente una íntima conversación en calma. Hoy es claro el cielo, fresco el aire y dulce la 'buena brisa. En verdad placentero es mirar el inmenso universo que nos cubre y las mil cosas que hay debajo, recorrer el panorama entero con los ojos y dejar que nuestros sentimientos ambulen a voluntad, agotando así los placeres de la vista y el oído.

Cuando se reúnen personas para conjeturar sobre la vida misma, algunos se sientan y hablan y vierten sus pensamientos en la intimidad de un cuarto, y algunos, dominados por un sentimiento, se lanzan a un mundo allende las realidades corpóreas. Aunque elegimos nuestros placeres «egún nuestras inclinaciones-algunos ruidosos y revoltosos, y otros traaauilos y serenos-, y cuando hemos encontrado aquello que nos place, estamos todos felices y contentos, hasta el punto de olvidar que envejecemos. Y luego, cuando la saciedad sigue a la satisfacción y, con el cambio de las circunstancia», cambian también nuestros caprichos y deseos, surge entonce» una sensación de punzante pesar. En un abrir y cerrar de ojos, los objetos de nuestros previos placeres pasan a ser cosas del pasado, que nos obligan a tener momentos de pesaroso recuerdo. Además, sean largas o cortas nuestras vidas, todos terminamos eventualmente en la nada. "Grandes en verdad son la vida y la muerte", decían los antiguos. ¡Ah! ¡Qué tristeza!

A menudo estudio los júbilos y los pesares de la gente de antes, y a/ inclinarme sobre sus escritos y ver que se sentían conmovidos tal como nosotros, me veo frecuentemente vencido por un sentimiento de tristeza y compasión, y me gustaría aclarar las cosas, para mi. ¡Bien sé que es mentira decir que la vida y la muerte son la misma cosa, y que la longevidad o la muerte temprana no hacen diferencia alguna! ¡Ahí Así como los del presente miramos a los del 'pasado, así nos mirará la posteridad a los del presente. Por lo tanto, he fijado un esbozo de mis contemporáneos y sus palabras en esta fiesta, y aunque cambien el tiempo y las circunstancias seguirá siendo igual la forma en que evocarán nuestros estados de felicidad y de pena. ¡Qué sentirán los lectores del futuro cuando fijen sus ojos en este escrito! ( [24]).

La creencia en nuestra mortalidad, la sensación de que vamos a quebrarnos y extinguirnos como la llama de un cirio', digo, es algo gloriosamente bello. Nos hace sobrios; nos hace algo tristes; y a muchos nos hace poéticos. Pero, sobre todo, nos hace posible preparar nuestro ánimo y arreglar nuestra vida sensatamente, verazmente, y siempre con un sentido de nuestras limitaciones. Da también la paz, porque la verdadera paz de espíritu proviene de la aceptación de lo peor.Psicológicamente, creo, significa una liberación de energías.

Cuando los poetas y la gente común de China gozan de la vida, hay siempre en ellos el sentimiento subconsciente de que la alegría no va a durar siempre, y los chinos dicen a menudo al terminar una feliz reunión: "Hasta la feria más gloriosa, con cobertizos de esteras tendidos sobre mil millas, debe llegar a su fin más temprano o más tarde". El festín de la vida es como el festín de Nabucodonosor. Este sentimiento de la calidad de sueño de nuestra existencia inviste al pagano de una especie de espiritualidad. Ve la vida esencialmente como un artista de Sung ve un escenario de montañas al pintar un panorama: envuelto en una niebla de misterio, lleno a veces el aire de humedad.

Privada de la inmortalidad, la proposición de vivir se hace una simpleproposición, Es ésta: que los seres humanos tenemos un limitado plazo que vivir en esta tierra, rara vez más de setenta años, y que por lo tanto hemos de concertar nuestras vidas de manera que vivamos lo más felizmente que podamos bajo un juego dado de circunstancias. Pisamos aquí terreno contuciano.hay algo mundano, algo terriblemente sujeto a la tierra en esto, y el hombre procede a trabajar con empecinado sentido común, casi con el espíritu que George Santayana llama "fe animal". Con esta fe animal, tomando la vida tal como es, hemos adivinado astutamente ya, sin la ayuda de Darwin, nuestra semejanza esencial con los animales. Nos hizo aferramos a la vida -la vida del instinto y la vida de los sentidos- en la creencia de que, como todos somos animales, sólo podemos ser verdaderamente felices cuando nuestros instintos normales están normalmente satisfechos. Esto se aplica al goce de la vida en todos sus aspectos.

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[24] Incidentalmente, el manuscrito de este ensayo, o más bien su primer borrador, es considerado hoy el más valioso ejemplo de caligrafía china, porque el autor, Wang Hsichih, es reconocido como Príncipe de la Caligrafía. Tres veces fracasó en sus intentos por mejorar su letra original, y por eso el manuscrito se ha conservado hasta hoy en borrador, con todas las tachaduras y enmiendas.