Capítulo 42
Cuando Noah fue a verla por la tarde, Jordan, envuelta en almohadas, estaba incorporada en la cama con asistencia médica.
Volvía a estar pálida, lo que Noah le mencionó a la enfermera cuando ésta terminó de tomarle la temperatura a la paciente.
– Bueno, es que hoy se ha levantado y ha dado algunos pasos -dijo, contenta-. Está agotada.
Jordan estaba más lúcida cada vez que la veía.
– ¿Podría beber un poco de agua, por favor? -Había aprovechado la ocasión para volver a pedirlo.
La enfermera negó enérgicamente con la cabeza.
– Ni hablar. Todavía no puede ingerir nada. Le traeré una toallita y un poquito de hielo.
¿Qué quería que hiciera con una toallita? Noah esperó a que la enfermera se fuera para acercarse a la cama y tocarle suavemente la mano.
– ¿Cómo te encuentras?
– Como si me hubieran disparado. -Parecía contrariada.
– Sí, bueno, es lo que pasó, cariño.
Menuda compasión. Su madre se había pasado casi toda la mañana sentada junto a su cama, y cada vez que Jordan abría los ojos, se secaba las lágrimas de las mejillas y le preguntaba qué podía hacer para que se sintiera mejor. Y no dejaba de llamarla «pobrecita mía». Noah, en cambio, se situaba en el otro extremo y actuaba como si no fuera nada del otro mundo que te pegaran un tiro. Jordan prefería mucho más su actitud.
– Estoy segura de que te mueres de ganas de volver a tu vida normal -dijo con voz lastimera.
Cerró los ojos un segundo y no vio la expresión exasperada de Noah.
– No te duermas todavía -le pidió éste.
– Qué cambio. Todo el mundo que viene a verme insiste una y otra vez en que me duerma.
– ¿Recuerdas lo que me dijiste en la sala de recuperación?
– ¿Hablé mucho? -Lo miró recelosa.
– No demasiado -soltó Noah con una carcajada-. Pero dijiste algo sobre los disparos.
– Sí… -confirmó con los ojos desorbitados al recordarlo-. Dave Trumbo trató de matarme. -Entonces, como si hubiera asimilado finalmente lo que había dicho, prosiguió-: ¿Por qué me disparó? ¿Qué le he hecho? -Reflexionó un segundo para intentar encontrar la respuesta a sus preguntas-. Supongo que debería haberle comprado un coche -concluyó, sarcástica.
Cerró los ojos y trató de pensar. Sabía que quería decirle algo más a Noah, pero no lograba recordar qué era.
– No le has hecho nada -le aseguró Noah-. Duerme un poco. Ya hablaremos después.
Noah acercó una silla a Jordan y se sentó. Estaba muy cansado. Si pudiera descansar un minuto…
– ¿Lo has deducido ya? Yo sí. -La voz de Jordan interrumpió sus sueños.
Se volvió hacia ella y vio que sonreía.
– ¿Qué dedujiste? -quiso saber.
– La fecha: 1284. Y la corona.
– ¿De qué estás hablando?
– De los documentos de la investigación del profesor MacKenna. ¿Te acuerdas? -preguntó Jordan.
– Sí, me acuerdo -afirmó Noah.
– La fecha no es ninguna fecha.
¿Sabría Jordan que lo que decía carecía de sentido?
– Claro -accedió Noah, titubeante.
– Es la dirección de Trumbo. Vive en el número 1284 de Royal Street. ¿Por qué no vas a buscarlo y me lo traes para que pueda charlar un poco con él?
Noah sonrió. Jordan volvía a ser la de siempre.
– Me parece mentira no haberlo deducido antes. En mi defensa, debo decir que estaba leyendo una investigación histórica. -Se detuvo un segundo y añadió-. ¿Y sabes qué?
– ¿Qué?
– Trumbo lo vio -afirmó Jordan-. No pudo saberlo de ninguna otra forma.
– ¿Qué vio?
– Cuando nos conocimos, yo estaba en el restaurante de Jaffee y tenía muchos papeles de la investigación esparcidos por la mesa. Lo llamó «deberes». Debió de verlo. -Tenía la boca seca y le dolía la garganta. Tragó saliva y continuó hablando-: Trumbo vio la cifra, 1284, y una corona real que simbolizaba Royal Street, De modo que vio que en los papeles del profesor MacKenna aparecía su dirección, aunque nosotros no sabíamos qué era. Las cajas que envié por correo… están en mi casa. Esas páginas podrían contener más información que lo incrimine. Deberías enviar a alguien a buscarlas. Ahora son una prueba.
Noah llamó a Nick desde allí mismo.
– Ya hay unos agentes de camino -aseguró a Jordan.
– Necesitarán mi llave.
– No. Pueden entrar. Descansa.
– ¿Todavía no lo has atrapado, Noah?
– Todavía no. Pero lo haré.
Jordan cerró los ojos, y Noah esperó a que se durmiera antes de imitarla.
Una hora después, Nick lo zarandeó para despertarlo.
– Nos están esperando -le advirtió.
Noah se incorporó sobresaltado. Se había llevado automáticamente la mano hacia la pistolera.
– ¡Que co…!
– Despierta. Nos están esperando -repitió Nick.
– Baja la voz. Despertarás a Jordan.
– Ya está despierta -rio Nick-. El que estaba dormido eras tú. Llevamos hablando un par de minutos.
Cuando se levantó, Noah se dio cuenta de que el juez Buchanan y el hermano menor de Jordan, Zachary, estaban en la habitación con ellos. Nick le hizo un gesto para que lo siguiera al pasillo y Noah tuvo que contenerse para no ordenar al juez federal que no agotara a su propia hija.
– Tengo malas noticias -dijo Nick mientras se dirigía a los ascensores-. Pruitt entró en el piso de Jordan. Se llevó las fotocopias.
– Mierda. -Noah se maldijo a sí mismo por su estupidez-. ¿Por qué no envié antes a alguien?
– Habían disparado a Jordan. Ella ha sido tu prioridad… y la mía.
Noah suspiró. No podía permitirse bajar la guardia. Necesitaba estar más atento que nunca. Por el bien de Jordan.
– Necesito cafeína.
– Pete nos está esperando en la cafetería. La comida es mala, pero deberías tomar algo. Yo lo he hecho, y ha sido horrible.
– Con una publicidad tan buena, me muero de ganas de probarla -dijo Noah.
El ascensor tardaba tanto en llegar que fueron por la escalera. El doctor Morganstern estaba sentado solo en una mesa del rincón. Noah tomó un refresco y se reunió con él.
Delante de Pete, había un plato con una ensalada intacta. Vio que Noah la miraba.
– Me recuerda mis tiempos en la facultad de medicina -dijo el doctor Morganstern con el ceño fruncido a la vez que apartaba el plato-. Vayamos al grano -añadió-. Hay varios agentes que desean asumir este caso. Tienen muchas ganas de atrapar a Pruitt, y lo quieren vivo.
– Espere -pidió Nick-. ¿Están planteando ofrecerle de nuevo inmunidad si declara en contra de más socios de Chernoff?
– Sinceramente, no lo sé. Se muestran evasivos.
– Pruitt asesinó a tres personas en Serenity e intentó matar a una cuarta al dispararle a Jordan. No puede ser que semejante indeseable quede impune -replicó Nick.
– La decisión no depende de nosotros.
– Claro que sí -Noah fue contundente.
– Por supuesto -lo apoyó Nick.
El doctor Morganstern no hizo valer su autoridad.
– Estoy de acuerdo con vosotros -aseguró.
– ¿Dónde están esos agentes? -preguntó Nick.
– Al otro lado de la ciudad, esperando la orden.
– ¿La orden para qué?
– Para hacer pública la búsqueda y captura de Pruitt -respondió Pete después de suspirar.
– Eso es un disparate -protestó Noah-. Desaparecerá.
– ¿Y qué propones? -dijo Pete.
– Se están equivocando -insistió Noah.
– Adelante, te escucho.
– Por ahora Pruitt cree que está a salvo. Pero no sabe qué hay en esos papeles, y si contienen o no más información sobre él.
– Pero ¿cómo puedes estar tan seguro de lo que piensa?
– Porque está aquí. Todo el mundo lo está buscando y no ha aparecido -explicó Noah-. Es precavido. Jordan me contó que Pruitt pudo ver documentos de la investigación en los que estaba anotado el número de la calle donde vive. Es posible que sospeche que los papeles del profesor contienen más información que lo incrimina.