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– No voy a presentar cargos contra el departamento, si a eso te refieres. Un accidente le pasa a cualquiera.

– A lo mejor Tessa fue apuñalada por accidente -sugirió Jeffrey.

– A lo mejor.

Lena se encogió de hombros.

– O a lo mejor a alguien no le gustaba que una mujer blanca fuera a dar a luz el hijo de un negro. -Lena no reaccionó-. A lo mejor a alguien no le gustaba que hubiera dos judíos en el campus.

– ¿Dos?

– No me mientas, Lena. Sé que estabas al corriente de que Ellen Schaffer también lo era. Jeffrey golpeó la carpeta con el dedo-. Háblame de tu novio.

Lena se incorporó.

– Ethan no está implicado en esto, y lo sabes.

– ¿Lo sé? -preguntó Jeffrey-. Dime lo que sé, Lena. -Contó con los dedos-. Sé que estuviste en la habitación de Andy Rosen, y sé que has mentido al respecto. Sé que Andy Rosen y Ellen Schaffer están muertos, y sé que las dos muertes se escenificaron para que parecieran suicidios.

Jeffrey se calló, esperando que ella dijera algo. Al ver que no lo hacía, continuó.

– Sé que Tessa Linton fue apuñalada por un hombre de complexión enjuta, con el pelo muy corto y que no tenía ninguna coartada el domingo por la tarde…

– Yo vi al atacante -le interrumpió Lena-. No era Ethan. El tipo era más alto y más recio.

– ¿Ah, sí? Pues la descripción de Matt difiere de la tuya; curioso, ¿verdad?

– Eso es una chorrada. Ethan no está implicado.

– Pues explícamelo, Lena.

Lena encontró la misma laguna en el guión de los hechos que había encontrado Sara la noche anterior.

– ¿Crees que alguien escenificó el suicidio de Rosen y se quedó rondando por ahí, a la espera de que a Tessa Linton le entraran ganas de mear para apuñalarla? Eso es una estupidez. -Hizo una pausa para aclarar las ideas-. ¿Y quién coño conoce a Tessa Linton, por no hablar de que esté al corriente de que folla con un negro? Estoy segura de que el que la apuñaló no lo sabía. ¿Crees que la gente del campus pierde el culo por saber qué hace una fontanera? -Frunció el ceño-. Eso es perder el tiempo. No tienes nada.

– Sé que bebes demasiado. -Lena tensó el cuerpo-. ¿Tienes lagunas de memoria? A lo mejor hay algo que no recuerdas.

– Te he dicho que no conocía a Andy Rosen -insistió.

– ¿Por qué pareciste sorprendida cuando en la colina pronuncié su nombre?

– No me acuerdo de eso.

– Yo sí -dijo él, metiéndose en el bolsillo el informe del laboratorio.

– ¿Qué me dices de Chuck? -le espetó Lena.

Jeffrey se reclinó en su silla. La miró fijamente y se preguntó si beber demasiado le estaba aguando el cerebro.

– Chuck estaba contigo la mañana en que encontramos a Andy Rosen, ¿verdad?

Asintió con un movimiento rígido, la cabeza gacha para que él no pudiera leer su expresión.

Jeffrey le hizo repasar los hechos como si estuviera hablando con una colegiala.

– Y estaba con Andy cuando Tessa fue apuñalada. -Hizo una pausa-. A menos que creas que le brotaron alas y fue volando tras ella y volvió cuando acabó de apuñalarla.

Lena lo fulminó con la mirada, y Jeffrey se dijo que debía de estar bastante desesperada si se aferraba a un clavo ardiendo. Naturalmente, la desesperación era producto del miedo. Ocultaba algo, y Jeffrey tenía una idea bastante aproximada de por qué. Cogió el informe y lo abrió delante de ella.

– ¿Ethan te habló de esto? -le preguntó.

Lena vaciló, pero al fin le pudo la curiosidad. Jeffrey la observó leer la lista de arrestos de Ethan. Lo miraba por encima, pasando las páginas rápidamente a medida que se enteraba de su sórdido pasado.

Esperó a acabar antes de decirle:

– Su padre formaba parte de la Supremacía Blanca.

Lena señaló las páginas con la cabeza.

– Aquí dice que es predicador.

– También lo era Charles Manson -observó Jeffrey-. Y David Koresh. Y Jim Jones.

– Yo no sé…

– Ethan se crió en medio de todo eso, Lena. Lo educaron en el odio.

Lena se echó hacia atrás, y volvió a cruzar los brazos sobre el pecho. Jeffrey la estudió atentamente, preguntándose si todo eso le resultaba nuevo o si White ya se lo había contado, aunque a su manera.

– Le acusaron de agresión cuando tenía diecisiete años -le informó Jeffrey.

– Desestimaron el caso.

– Porque la chica estaba demasiado asustada para testificar.

Lena hizo un gesto despectivo en dirección al informe.

– Está en libertad condicional por pasar cheques sin fondos en Connecticut. Vaya cargos.

Jeffrey se la quedó mirando, ya que no podía hacer otra cosa. Intentó hacerle ver la verdad.

– Hace cuatro años las marcas de los neumáticos de su camión le situaban en el lugar en que una chica fue violada y asesinada.

– ¿Le situaban en la escena como a mí? -preguntó Lena, sarcástica.

– La chica fue violada y luego asesinada -repitió Jeffrey-. El esperma extraído de la vagina y el recto demostró que al menos la habían violado seis tipos antes de matarla a palos. -Hizo una pausa-. Seis tipos, Lena. Son suficientes para tenerla inmovilizada mientras es violada por cada uno de ellos.

Ella le miró inexpresiva.

– El camión de Ethan estaba allí.,

Lena se encogió de hombros, pero Jeffrey se dio cuenta de que comenzaba a desmoronarse.

– Así fue como le hicieron cantar, Lena. Las marcas de neumáticos coincidían con las de su camión. Ya sabían dónde encontrarle, pues estaba fichado por cosas como ésa. -Dio unos golpecitos sobre la carpeta-. ¿Sabes lo que hizo? ¿Sabes lo que hizo tu novio? Traicionó a sus amigos para salvar el pellejo, y, como toda rata que se precie, admitió que estaba allí, pero juró sobre un montón de Biblias que él no la había tocado.

Lena no dijo nada.

– ¿Crees que se quedó sentado en el camión, Lena? ¿Crees que se quedó allí sentado mientras los demás la violaban? ¿O no crees que él también tuvo su ración? ¿Acaso no crees que él también le sujetó las manos para que la chica no los arañara? A lo mejor ayudó a separarle las piernas para facilitarles el trabajo, o a lo mejor le puso la mano en la boca para que no chillara.

Lena seguía sin decir nada.

– En cualquier caso, concedámosle el beneficio de la duda. ¿Te parece bien? -preguntó Jeffrey-. Supongamos que se quedó sentado en el camión. Supongamos que se quedó mirando cómo la violaban. A lo mejor eso ya le bastaba para correrse, viendo cómo le hacían daño, sabiendo que estaba indefensa y que él podía salvarla y no lo hacía.

Lena empezó a hurgarse otra vez la herida, y Jeffrey no apartó la vista de sus ojos, procurando no mirarle la mano.

– Seis tipos, Lena. ¿Cuánto tardarían seis tipos en violarla mientras tu novio estaba sentado en el camión mirando… si es que eso era lo único que hacía, mirar? -Lena no decía nada-. Y luego la mataron a palos. Diablos, no sé por qué se molestaron. Cuando acabaron con ella, se desangraba por todos los lugares por donde se la habían follado.

Lena se mordió el labio, se miró las manos. Ahora le manaba sangre de la palma, pero ella parecía no darse cuenta. Jeffrey bajó la guardia un momento, incapaz de callar.

– ¿Cómo puedes protegerle? -preguntó-. ¿Cómo puedes haber sido policía diez años y ahora proteger a una basura como ésa?

Sus palabras parecían dar en la diana, así que prosiguió.

– Lena, es un mal bicho. No sé qué relación tienes con él, pero… ¡Cristo! Eres policía. Ya sabes cómo estos capullos consiguen esquivar la ley. Por cada chorrada en la que le han pillado, hay una docena de delitos graves de los que ha logrado escapar. Jeffrey volvió a intentarlo.

– Su padre estuvo en la trena, en una prisión federal, por vender armas. Y no estamos hablando de pistolas. Traficaba con rifles de alta precisión y ametralladoras. -Hizo una pausa, a la espera de que ella dijera algo. Al ver que callaba, añadió-: ¿Ethan te ha hablado de su hermano?

– Sí -contestó Lena con tanta brusquedad que Jeffrey supo que mentía.