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– Respondo deprisa porque cada primavera el gobierno me envía de provincia en provincia para educar a otros médicos sobre otras alternativas.

– Pero ¿qué me dice de la bilis de oso? -insistió David.

– La vesícula biliar del oso se usó por primera vez con fines medicinales hace tres mil años -respondió el doctor Du-. Desde entonces, muchos eruditos han escrito sobre los beneficios de la bilis, carne, cerebro, sangre, pata y médula espinal del oso, pero, la vesícula biliar está considerada como la parte más importante del animal y la más potente, igual que el cuerno de rinoceronte, el ginseng o el almizcle de la cabra del almizcle.

– Lo siento -dijo David, exasperado-, pero no creerá usted que todo eso funciona.

Se produjo un silencio hasta que por fin habló el médico.

– Puede que los ingredientes parezcan extraños, pero en realidad las empresas farmacéuticas occidentales utilizan muchos de estos mismos componentes o versiones sintéticas de los mismos, porque se ha demostrado que funcionan. El ácido ursodesoxicólico es el ingrediente activo de la bilis de oso. La versión sintética que se fabrica en Estados Unidos utiliza piedras vesiculares disueltas y ofrece resultados prometedores en el tratamiento de una forma de cirrosis del hígado que suele ser mortal.

La severa expresión de Du se demudó en sonrisa; había perdonado la insolencia del demonio blanco.

– Ahora bien, podría usar vesícula de vaca o de cerdo…

– ¿Pero?

– El cerdo y el oso tienen hábitos muy parecidos a los de los seres humanos y comen lo mismo. Algunos médicos usan vesícula de vaca en altas dosis, pero yo no estoy demasiado seguro de que funcione. ¿Quién de nosotros se parece a una vaca? -Al no recibir respuesta, el médico prosiguió-: Yo prefiero usar gardenia, ruibarbo, raíces de peonía, incluso vincapervinca de Madagascar, en lugar de la vesícula de oso, pero como he dicho antes, sólo un buen médico sabe qué dosis recetar.

– ¿No puede usar bilis de osos de granja?

– Hay gente que cree que pueden criar osos en una granja para obtener la bilis, pero déjeme decirle algo: lo que hacen con esos osos es terrible.

– ¿Cómo extraen la bilis? -preguntó Hulan.

– Unos médicos implantan quirúrgicamente un tubo en la vesícula biliar, y lo mantienen sujeto gracias a un corsé metálico que colocan alrededor del vientre del oso. Es un drenaje de bilis continuo. Algunas personas incluso pagan por beber la bilis directamente del oso.

– Cómo es posible que funcionen esos lugares si son ilegales? -preguntó David.

– Es usted extranjero y no comprende este país. En China, el gobierno está muy ocupado con otros asuntos, así que esos canallas se salen con la suya. En las provincias remotas, Jilin, Yunnan y Heilongjiang, cualquiera puede atrapar unos cuantos osos y poner en marcha una granja. Incluso en el sur, en Chengdu, en la provincia de Sichuan, encontrará unas cien granjas de osos. Tenemos más de diez mil osos viviendo en granjas ilegales en China.

– ¿Cómo sabe todo eso si el proceso de extracción es secreto y la policía hace la vista gorda? -preguntó Hulan.

– Ya se lo he dicho, el gobierno me envía a diferentes provincias. En algunos viajes he participado en redadas. -Hizo una pausa, luego añadió-: Esos sitios son muy malos, pero las masas se alegran de las redadas porque creen que la mejor medicina procede del animal en estado salvaje.

– ¿Por qué?

– Porque se asimilan los atributos de ese animal, el oso, el tigre o el mono. Así, piensan que se volverán fuertes, potentes o astutos embaucadores. De modo que la mayoría de la gente no quiere en realidad osos de granja. Quieren ver al oso salvaje con sus propios ojos.

– Pero algo como la vesícula de oso -dijo Hulan-, ¿cómo funciona? ¿Cómo la usa usted?

– Su madre y su padre conocen muy bien nuestra medicina -comentó Du-. ¿ Olvidaron enseñarle?

– Estuve en América muchos años -explicó Hulan-. Olvidé las costumbres antiguas.

El doctor se rascó las patillas y luego meneó la cabeza con pesar por lo que ella había perdido en un país lejano.

– La vesícula de oso es amarga y fría. Las medicinas amargas disipan el calor, secan la humedad y purgan el cuerpo. El atributo del frío es enfriar la sangre y desintoxicar el cuerpo.

– ¿Lo que significa que usted lo usa para…?

– ¡Yo no lo uso!

– Entiendo, pero recetaría una medicina fría y amarga…

– Para ictericia, lesiones de la piel, convulsiones de los bebés, fiebre, úlceras, visión limitada. Para hemorroides, infecciones bacterianas, cáncer, quemaduras, dolor y rojez de los ojos, asma, sinusitis, caries…

– Un poco de todo -dijo Hulan, que ya no disimulaba su escepticismo-. ¿No es ése simplemente el efecto placebo?

– ¿Viene usted aquí y le dice eso al doctor Du? -Su indignación era patente-. Nuestra medicina es mucho más antigua que la occidental. No es un placebo. Por eso me invitan a hablar en la facultad de medicina de Harvard, y por eso nuestro gobierno me permite viajar libremente.

Alzó los brazos. Estaba harto de aquellos estúpidos impertinentes.

– ¡Ahora váyanse! ¡Estoy harto de esto! -exclamó, y luego les dijo que se marcharan. En la puerta, agitó el dedo ante Hulan-. No muestra el menor respeto. Sus padres debieron de sufrir una gran decepción con usted.

Peter los esperaba abajo.

– ¿Cómo ha ido? -preguntó cuando abandonaron el Instituto en el coche.

– Creo que le hemos insultado -dijo Hulan.

– Eso es poco -dijo David con un bufido.

– Pero ¿han conseguido información útil? -preguntó Peter.

– No lo sé -contestó Hulan pensativamente-. Quizá.

– Lo que sigo sin comprender es cómo pueden funcionar las granjas si son ilegales -dijo David.

– Nuestro gobierno prohíbe muchas cosas -explicó Hulan-Aun así, la gente quiere ganar dinero. Algunos afirman que abrirán una granja de osos «legal». Dicen que tienen permiso, pero apuesto a que sólo tienen permiso para abrir un negocio, no una granja de osos.

– ¿No lo comprueba nadie?

– Supongo que no -dijo Hulan con tono desanimado.

– Pues yo sí que tengo buenas noticias -anunció Peter-. Tenia usted razón, inspectora. La nevera de Cao Hua estaba llena de bilis de oso Panda Brand.

– El embajador se reunirá con usted en cuanto le sea posible -dijo Phil Firestone, el ayudante de Bill Watson, con sequedad-. Estamos en medio de una crisis y, bueno, el embajador está terriblemente ocupado.

– Me gustaría pensar que será capaz de poner el asesinato de su propio hijo por encima de cualquier intriga internacional -dijo Hulan, con tono hostil. Por una vez, David estaba de acuerdo con sus métodos. Estaba harto de los rodeos de aquel hombre.

– Naturalmente el embajador Watson sigue estando de luto -dijo Firestone con voz melosa-. Pero algunas veces tenemos que poner a los demás por encima de nuestras propias necesidades.

– Mientras esperamos, quizá pueda usted contestarnos a unas preguntas -dijo David.

Firestone iba a poner los ojos en blanco, pero se contuvo. -Adelante -dijo, conteniéndose, con un suspiro.

– ¿Qué se hace con las solicitudes de visados?

– ¿Solicitudes de visados? -dijo Firestone, meneando la cabeza débilmente-. ¿Qué tienen que ver con todo esto? -Al ver que David no respondía, dejó escapar otro suspiro-. La gente viene aquí. Ya los ha visto fuera. Hacen cola. Les damos las solicitudes y las rellenan. Los entrevistamos. Si alguien quiere viajar a Estados Unidos por negocios, esperamos ver una invitación oficial de la organización o empresa estadounidense. Potemkin Auto Leasing, la Audubon Society, la iglesia baptista de Starkville, Mississippi. Piense un nombre cualquiera y acertará. No hay nada peculiar en ello. A los chinos les gusta ver el mismo tipo de invitaciones formales cuando tienen que conceder visados a ciudadanos estadounidenses. Apuesto a que usted recibió una invitación oficial del MSP para venir aquí.