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Hulan quiso decir algo, pero David se lo impidió poniendo una mano sobre su brazo. Ella se levantó y abandonó la habitación sin decir nada.

– Hay un plan -continuó Lee-. Siempre ha habido un plan.

– Cuéntamelo.

– Eso le quitaría toda la gracia. Además, soy culpable.

– Entonces, déjame que te pregunte una cosa -dijo David con tono amistoso-. Si eres culpable, ¿por qué le dijiste a Zhao que Cao Hua se pondría en contacto con él cuando volviera a Pekín?

Una sombra de duda se dejó ver en las facciones regulares de Lee, pero volvió a proclamar su culpabilidad.

David miró su reloj, luego a Lee.

– Te quedan veinticuatro horas. Queremos ayudarte. -Intentó sonar tranquilizador-. Si Guang Mingyun está detrás de esos crímenes, que sea a él a quien ejecuten y no a ti.

– No habrá ejecución -dijo Lee, recuperada la confianza-. Ya se lo dije. Tengo protección. Tengo amigos.

Hulan regresó con un teléfono que conectó a un enchufe.

– Voy a llamar al ministerio -dijo a Lee-. Quiero que oiga mi conversación.

Marcó el número y pidió por el jefe de sección Zai. Cuando lo tuvo al teléfono, le explicó la situación y dónde se hallaba. Luego dijo:

– Presentemos una solicitud de aplazamiento de la ejecución de Lee. Estoy segura de que con algo más de tiempo llegaremos al fondo de la cuestión. -Escuchó y luego añadió-: Sí, se muestra reacio a ayudarnos. Pero, por favor, no perdamos la única pista de que disponemos. -Asintió varias veces, se despidió y colgó.

– Spencer -dijo Hulan en voz baja-, la gente con la que tratas ya no te necesita. -Al ver que él no replicaba, prosiguió-. Intento salvarte la vida. Mi superior dice que presentará la solicitud, pero tienes que ayudarme.

– Usted es china, inspectora -dijo el joven, impasible-. Debe a comprender que la familia lo es todo. Estoy protegido. ¿Puedo volver a mi celda?

– Si conseguimos que el juez conceda el aplazamiento, estoy segura de que podremos impedir la ejecución -dijo Hulan cuando hallaban en el coche de vuelta al centro de la ciudad-. Mientras tanto, tenemos que buscar pruebas, un testigo, algo. Si lo conseguimos, quizá Lee nos crea y nos diga quién está en realidad detrás de esos crímenes.

– ¿Es posible que esté en lo cierto? ¿Que no lo ejecuten en ningún caso?

– ¿Quién tendría semejante protección? -espetó Hulan-. David, tú mismo lo dijiste. Es un primo.

David cuestionó entonces la importancia de visitar al doctor Du en aquellos momentos.

– ¿No deberíamos ir directamente a ver a Watson y Guang?

– Iremos, David. Pero la bilis de oso es el meollo de todo esto. -El lo admitió a regañadientes y ella añadió-: No sabemos nada sobre ese negocio. El doctor Du es la única persona que conozco que pueda ayudarnos.

Mientras David y Hulan entraban en el Instituto de Medicina Herbaria, Peter se dirigió a toda velocidad al apartamento de Cao Hua para buscar los productos Panda Brand que Hulan había visto en la nevera. El ascensor del Instituto seguía estropeado, de modo que subieron a pie los seis pisos hasta el despacho de Du. Este los saludó cordialmente y pidió té.

– ¿En qué puedo ayudarlos? -preguntó en inglés.

Mientras David y Hulan explicaban sucintamente sus recientes descubrimientos, el doctor Du meneaba la cabeza con simpatía.

– Quieren saber más sobre la bilis de oso -dijo cuando terminaron-y yo les hablaré de ello. Pero primero tienen que comprender cómo es nuestra medicina.

Hulan miró a David. Tenían prisa.

– Lo que usted considere conveniente, doctor.

– Bien -dijo Du. A su modo grave y académico, explicó que la medicina herbaria china se remontaba a casi seis mil años, lo que la convertía en la tradición médica utilizada sin interrupción más antigua del mundo-. Hoy en día, las recetas siguen siendo las mismas, pero la calidad del médico está en saber crear las dosis adecuadas. Si lo consigues, puedes convertirte en el mejor médico de toda China. Fíjense en mí. He practicado la medicina durante treinta años y he visto a miles y miles de pacientes, pero jamás he recetado la misma dosis.

– Perdóneme, doctor, por no saber más -le interrumpió Hula- pero recuerdo algo sobre medicinas que enfrían o calientan el cuerpo.

– Oh, sí. En general pensamos en las cuatro esencias: frío, caliente, templado y fresco. Pero yo también tengo en cuenta las cuatro direcciones de acción de una medicina: ascendente, descendente, flotante y pesada. Uso los cinco sabores: picante, dulce, ácido, amargo y salado.

– Cómo sabe qué dosis debe recetar? -preguntó David.

– Por la edad del paciente. Por las estaciones. Tengo que de terminar si alguien necesita una medicina para enfriar o para calentar cuando es verano o invierno. Por la procedencia de la persona. En China, la gente come de manera distinta según las provincias. A una persona de Sichuan le recetaría algo diferente de lo que le daría a otra de la provincia de Guangdong. El clima es benigno y caluroso en Sichuan. La gente come comida caliente y picante. La medicina que le daría a un sichuanés tendría un fuerte aroma y sería potente. A un cantonés, que sigue una dieta fría, le daría algo más suave. -Se puso en pie de repente-. Vengan, se lo mostraré.

– ¿Utilizan productos Panda Brand? -preguntó Hulan cuando caminaban por el pasillo.

– Algunas veces -contestó Du-, pero ya verá que preferimos crear nuestros propios productos.

El doctor se detuvo ante una puerta, la abrió con llave y entraron en un almacén. En el suelo había grandes sacos de arpillera abiertos de forma que se viera su contenido. Hulan y David reconocieron el clavo, la canela, el cardamomo, la nuez moscada y las peladuras secas de mandarina, que se utilizaban para el hipo, el asma, las infecciones por estafilococos, la salmonella, la gripe otros síntomas diversos. Vieron pedazos de minerales, algunos cristalinos o con aspecto de tiza, otros no eran más que trozos de roca (fluorita, ámbar, piedra pómez, boro y cinabrio). El doctor Du les mostró tubérculos, raíces y rizomas de todos los tamaños, variedades, formas y colores. En un saco había algo que parecía, azafrán, mientras que en otro había empanadas del tamaño de un plato hechas de flores amarillas secas. Vieron raíces de bardana, plúmulas de lotus, raíces de vencetósigo, jaboncillos y frutos del litchi y del ginkgo.

Du se esforzó por explicar para qué se utilizaban las hierbas. Incluso a Hulan le costó comprender muchas de las palabras en mandarín y no conocía sus equivalentes en inglés. Algunas hierbas le resultaban desconocidas, pues crecían únicamente en lugares remotos y sus nombres eran esotéricos. Cuando esto ocurría, los traducía literalmente: «continente del comercio», «dulce proceso», «vino de sangre de pollo», «semilla de lecho de serpiente», o «rey que se marcha».

Luego los llevó a otro almacén donde se guardaban las medicinas derivadas del mundo animal. Una vez más les mostró una habitación llena de sacos de arpillera con orejas de mar, almejas y caparazones de tortuga. Eso y otros minerales, les explicó, afianzaban el espíritu, reduciendo la irritabilidad, el insomnio, las palpitaciones y la ansiedad. Había sacos llenos de caballos de mar desecados, que se usaban para la impotencia y la incontinencia. En grandes cuencos de hojalata había escorpiones desecados y clasificados por su tamaño.

De manera similar se clasificaban los gusanos de seda, por etapas de desarrollo y por «sanos» y «enfermos». En otro cuenco había heces de gusanos de seda, buenas para sarpullidos, espasmos de los músculos de la pantorrilla y diarreas. Vieron pilas de serpientes desecadas y enrolladas, y cientos de ciempiés desecados y atados en manojos.

– Sé que éste es un tema delicado -dijo David por fin-, pero tengo entendido que muchas medicinas proceden de animales en peligro de extinción…

– Osos, tigres, rinocerontes; yo no los uso.

– Responde usted muy deprisa -dijo Hulan.