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CÁLCULO ELEGÍACO

Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente)
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral)
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente)
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia)
buena porque ha acabado
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés)
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado)
y si la otra orilla existe.
No me es dado saber
cuál fué su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si hay todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante).
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caido en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.

NOTICIAS DEL HOSPITAL

Echamos suertes quién debía ir a verlo.
Me tocó a mí. Me levanté de la mesa.
Se acercaban ya las horas de visita al hospital.
No respondió nada a mi saludo.
Quería cogerle de la mano, la apretó
como un perro ambriento que no suelta su hueso.
Parecía como si le diera verguenza morir.
No sé de qué se habla con alguien como él.
Nuestras miradas se evitaban como en un fotometraje.
No dijo ni quédate, ni vete.
No preguntó por nadie de los de nuestra mesa.
Ni por tí, Juancho, ni por tí, moncho, ni por tí Pancho.
Empezó a dolerme la cabeza. ¿Quién se le muere a quién?
Exalté la medicina y las tres lilas del vaso.
Hablé del sol y fuí apagándome.
Qué bien que haya peldaños para salir corriendo.
Qué bien que haya una puerta para poder abrirla.
Qué bien que me esperáis en esa mesa.
El olor a hospital me provoca náuseas.

Los discursos se suceden en todos los medios de comunicación y se confunden en un ruido de palabras. Ruido porque no somos capaces de encontrar sentido alguno al mal.

RESEÑA DE UN POEMA NO ESCRITO

En las primeras palabras del poema
la autora establece que la Tierra es pequeña,
el cielo, al contrario, es demasiado grande para las palabras,
y sobre las estrellas, cito, "hay muchas más de las que se necesitan".
En la descripción del cielo se advierte cierta impotencia,
la autora se pierde en una pavorosa infinitud,
se sobrecoge con los muchos planetas muertos
y pronto en su mente (podríamos agregar: inexacta)
se comienza a formar una pregunta,
¿acaso a pesar de todo no estamos solos
bajo el sol, bajo todos los soles del universo?
¡Contrario a la teoría de las probabilidades!
¡Y a las convicciones universalmente sostenidas actualmente!
¡Frente a la irrefutable evidencia de que ahora cualquier día
puede caer en manos humanas! Oh, poesía.
Mientras tanto, nuestra visionaria retorna a la Tierra,
el planeta que tal vez "gira sin testigos",
la única "ciencia ficción que se puede permitir el universo".
La desesperación de Pascal (1623-1662, la nota al pie de página es nuestra)
parece que para nuestra autora no tiene rival
sobre cualquier Andrómeda o Caciopea.
La exclusividad magnifica y obliga,
así emerge el problema de cómo vivir etcétera,
en tanto "el vacío no nos lo resuelva".
"Oh, Señor", el homble clama A Él Mismo,
"ten piedad de mí, ilumíname…"
La autora está oprimida por la idea de que la vida se derrocha tan fácilmente,
como si hubiera reservas inagotables de ella.
La idea de las guerras -ella pide discrepar-
siempre se pierden en ambos lados.
De la inhumanidad "brutalitaria" (sic!) del hombre con el hombre.
A través del poema se vislumbra un intento moral.
Bajo una pluma menos ingenua podría brillar más.
¡Pero qué pena! Esta tesis básicamente tambaleante
(acaso a pesar de todo no estamos solos
bajo el sol, bajo todos los soles del universo)
y su desarrollo en un estilo imperturbable
(mezclando lo elevado con lo vernacular)
lleva a la conclusión de ¿quién lo creerá de todas maneras?
Sin duda nadie. ¿No se los dije?

De “Gran número”, 1976