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ALABANZA A MI HERMANA

Mi hermana no escribe poemas
y es improbable que de pronto comience a escribir poemas.
Le viene de su madre, que no escribía poemas,
y de su padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento a salvo:
nada impulsaría al marido de mi hermana a escribir poemas.
Y aunque suene como un poema de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se ocupa de escribir poemas.
En el escritorio de mi hermana no hay poemas viejos
ni nuevos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a cenar,
sé que no tiene intenciones de leerme poemas.
Hace magníficas sopas sin esfuerzo,
y su café no se derrama sobre manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas,
pero cuando lo hacen, rara vez es sólo una persona.
Algunas veces la poesía fluye en cascadas de generaciones
que ocasionan temibles corrientes en las relaciones familiares.
Mi hermana cultiva una prosa hablada decente,
toda su producción literaria está en tarjetas postales veraniegas
que prometen la misma cosa cada año:
que cuando vuelva
nos contará todo,
todo,
todo.

EL ESQUELETO DE UN DINOSAURIO

Amados Hermanos,
miramos aquí una instancia de malas proporciones:
ante nosotros asoma el impresionante esqueleto de un dinosaurio-
Queridos amigos,
a la izquierda, la cola que se prolonga eternamente,
a la derecha, eternamente lo opuesto-
Respetados Camaradas,
a la mitad, cuatro piernas que se hunden en el lodo
bajo su cuerpo montañoso-
Bondadosos Ciudadanos,
La naturaleza no comete errores, pero tiene sentido de humor:
por favor, tomen nota de esta graciosa cabecita-
Damas y Caballeros,
esta cabecita podría no haber previsto nada
y es el por qué esta es la cabecita de un reptil extinguido-
Venerables Visitantes,
diminuto el cerebro, enorme el apetito,
más de tonto sueño que sabia angustia-
Dignos Invitados,
por otra parte nosotros estamos en mejor forma,
la vida es hermosa y la Tierra nos pertenece-
Estimados Delegados,
el estrellado cielo sobre el junco pensante,
la ley moral interna que lo habita-
Honorables Autoridades,
este suceso se realizó una vez solamente
y quizá bajo este mismo sol-
Miembros de la Directiva,
qué diestras las manos
qué elocuentes los labios
qué buena cabeza sobre los hombros-
Altísimos Jueces,
qué responsabilidad en lugar de una cola-
Un Poema de la pelicula, "Red"
Los dos pensaron que
un repentino sentimiento los unía.
Esta seguridad era hermosa,
aun mas hermosa que la inseguridad.
Ellos pensaban que no se conocían
el uno al otro.
Nunca había pasado nada entre ellos,
Estas calles, estas escaleras, estos corredores,
Donde pudieron haberse conocido antes?
Me gustaría preguntarles si pueden recordarlo
– Quizás un día una puerta revolvente
cara a cara?
Un "perdón" en la multitud,
"numero equivocado" en el teléfono?
Pero yo se la respuesta,
no ellos no lo recuerdan.
Que tan sorprendidos estarían
que ya por un largo tiempo
el destino ha estado jugando con ellos.
Aun no listos para cambiar dentro del destino,
que los acerca y al mismo tiempo lo aleja
cortando su camino y reprimiendo una lista
escapándose aun mas.
Había señales, indicaciones indescifrables,
que importa.
Hace 3 años, tal vez,
o quizás el pasado martes,
esta hoja volando de un hombro a otro?
Algo perdido y recolectado.
Quien sabe, quizás aun una pelota en los
arbustos, en la niñez?
Había manijas, timbres,
donde, en la marca de una mano,
otra mano era puesta.
Maletas de viaje,
una al lado de la otra
en el equipaje abandonado.
Y tal vez un noche un mismo sueño
olvidado al caminar.
Pero cada principio es solo una continuación
y el libro del destino esta siempre abierto a la
mitad

UN TERRORISTA: ÉL OBSERVA

La bomba explotará en el bar a las trece veinte.
Ahora apenas son las trece y dieciséis.
Algunos todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de entrar.
El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa distancia lo protege de cualquier mal
y se ve como en el cine:
Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra.
Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.
Trece diecisiete y cuatro segundos.
Ese más abajo tiene suerte y sube a una moto,
y ese más alto entra.
Trece diecisiete y cuarenta segundos.
Una niña: ella va andando con una cinta verde en el pelo.
Sólo que de repente ese autobús la tapa.
Trece dieciocho.
Ya no está la niña.
Habrá sido tan tonta como para entrar, o no,
eso ya se verá cuando vayan sacando.
Trece diecinueve.
Y ahora como que no entra nadie.
En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece que busca algo en sus bolsillos y
a las trece veinte menos diez segundos
vuelve a buscar sus miserables guantes.
Son las trece veinte.
Qué lento pasa el tiempo.
Parece que ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba: la bomba explota.