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SALMO

Las fronteras de las naciones humanas ¡qué permeables son!
¡Cuántas nubes pasan impunemente flotando sobre ellas,
cuánta arena del desierto se desliza de uno a otro país,
cuántas piedras ruedan
desde las montañas hasta los dominios ajenos
con botes desafiantes!
¿He de mencionar aquí los pájaros que vuelan
uno tras otro
y se posan en las barreras bajadas?
Incluso si fuera sólo un gorrión,
ya tiene allí la cola,
mas su pico permanece aquí.
Además ¡nunca se queda quieto!
Entre los innúmeros insectos me limitaré a la hormiga,
que entre las botas derecha e izquierda del guardia
a la pregunta: de dónde, a dónde
– no se siente obligado a contestar-.
¡Ah, mirad con atención
todo este desorden a la vez
por todos los continentes!
¿Acaso no es la alheña la que desde la orilla opuesta
pasa de contrabando su cienmilésima hoja?
¿Y quién si no el calamar
de osados y largos tentáculos
viola la sagrada zona de la aguas territoriales?
¿Cómo se puede hablar en general de orden alguno,
si ni siquiera es posible repartirse las estrellas
para saber cuál brilla para quién?
¡Y que aún el reprobable expandirse de las nieblas!
¡Y del polen, por toda la superficie de la estepa,
como si no estuviera bien partida en dos!
¡Y el resonar de las voces por las serviciales ondas del aire:
gritos que llaman y gorgojos llenos de significado!
Sólo lo humano logra ser verdaderamente ajeno.
Lo demás son bosques entremezclados, obras de topo y viento.

De "Un gran número", 1976

BAJO UNA MISMA ESTRELLITA

Perdón pido al azar por llamarlo necesidad.
Perdón pido a la necesidad por si empero me equivoco.
No se me enoje la dicha si la tomo como propia.
Que me disculpen los muertos por apenas anidar en mi recuerdo.
Perdón pido al tiempo por la multiplicidad de un mundo omitido en un
segundo.
Perdón pido al antiguo amor por vivir el nuevo como primero.
Perdonadme, lejanas guerras, por llevar flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por haberme pinchado en un dedo.
Perdón pido a los que claman desde las simas por el minueto del disco.
Perdón pido a la gente en los andenes por seguir durmiendo a las cinco
de la mañana.
Disculpadme, esperanza acosada, por reír de vez en cuando.
Disculpadme, desiertos, por no acudir con una cucharada de agua.
Y tú, gavilán, el mismo desde hace años, en esa misma jaula,
con la mirada inmóvil siempre en el mismo punto,
ten piedad de mí aunque sólo seas un ave disecada.
Perdón pido al árbol talado por las cuatro patas de mi mesa.
Perdón pido a las grandes preguntas por mis respuestas pequeñas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Gravedad, muéstrame magnánima.
Soporta, misterio del ser, si deshilacho la cola de tu atavío.
No me acuses, alma, por raramente poseerte.
A todo pido perdón por no poder estar en todas partes.
A todos pido perdón por no saber ser cada uno y cada una.
Sé que, mientras viva, nada me justificará,
pues yo misma me soy óbice.

ASOMBRO

¿Por qué en una demasiado única persona?
¿En esta y no en otra? ¿Y qué hago aquí?
¿En un día que es martes? ¿En una casa y no en un nido?
¿Dentro de una piel, no de unas escamas? ¿Con un rostro, no una hoja?
¿Por qué sólo una vez personalmente?
¿Precisamente en la tierra?
¿Bajo una pequeña estrella?
¿Después de tantas eras de ausencia?
¿Por todos los tiempos y todas las algas?
¿Por crustáceos y firmamentos?
¿Precisamente ahora? ¿Hasta mis carnes y huesos?
¿Sola en mí conmigo misma?
¿Por qué?
no al lado ni a cien millas de aquí,
no ayer ni hace cien años
me siento y miro hacía el oscuro rincón
– tal como, levantando súbitamente suu morro-,
mira ese gruñir llamado perro?

DEL MONTON

Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos personal.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero,de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.
Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.
Arbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien totalmente diferente.