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– ¿Te acuerdas de cuando había peces en el lago? -dije.

– He venido a despedirme. Esta noche me marcho de Pekín. -Levanté la mirada. Él la bajó-. Pronto empezarán a detener gente. Hay muchos que han pasado a la clandestinidad. Puede que aún haya más que tengan que hacerlo.

– ¿Adónde irás?

– Primero quiero volver a Taiyuan. Quiero ver a mi familia y que sepan que estoy bien. Las líneas telefónicas estaban cortadas en el Spoon Garden, de modo que no pude ponerme en contacto con Lan.

– Sí, ya lo sé, la centralita principal ayer cerró la mayor parte de las líneas. Pero ¿estarás a salvo en Taiyuan? El primer lugar donde irán a buscarte será tu ciudad natal.

– Quizá después tenga que marcharme a otro sitio, pero todavía no sé dónde.

Las farolas se encendieron con un parpadeo cuando empezó a oscurecer.

– ¿Cómo vas a salir de Pekín? -pregunté.

No creía que pudiera ir a la estación y sacar un billete sin más. Por otro lado, podría ser que los trenes aún no funcionaran.

– Me ayudarán unos amigos.

– ¿Cuándo volverás?

– No lo sé. Pronto, espero. -Me tomó por los hombros y me miró intensamente a los ojos-. Pero volveré antes de que te vayas a Estados Unidos. Te lo prometo. Vendré a verte. ¿Me esperarás?

– Sí, claro. No te preocupes por eso. Márchate en seguida. Te esperaré, te lo prometo.

Tuvo que irse. Al parecer, su viaje ya estaba arreglado.

Aquella noche no había luna, y sentí como si algo se me cayera por entre las yemas de los dedos, perdido para siempre.