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A continuación, el informativo se hizo eco de la reunión que había tenido lugar durante el día entre el presidente Li Peng y los representantes estudiantiles en la Gran Sala del Pueblo. Wang Dan, de la Universidad de Pekín, y Wuerkaixi, de la Universidad Normal de Pekín, ambos líderes destacados del Movimiento Estudiantil y uno y otro de diecinueve años de edad, se encontraban entre los treinta representantes estudiantiles.

A poco de empezar la reunión, los delegados entraron en un enfrentamiento directo con Li Peng, quien advirtió a sus interlocutores que no crearan problemas en China. Al momento supimos, sin necesidad de oírlo en la emisora estudiantil, que la reunión no iba a ser positiva para los estudiantes, quienes seguían exigiendo la retractación del editorial del Diario del Pueblo que había calificado de anarquista el Movimiento Estudiantil. El gobierno volvió a negarse a cambiar su valoración. También se negó a considerar la reunión como una forma de diálogo.

Por lo que a mí se refería, las noticias que había estado esperando no llegaron; no sabía nada de Dong Yi. Aquella noche me sentía exhausta, no tan sólo por los acontecimientos del día, sino porque además estaba agotada emocionalmente. Pensé en Dong Yi, en Lan, en los estudiantes que yacían indefensos en la plaza, en Hanna y Jerry, en Eimin… Tenía el corazón roto. Al igual que aquellos que ayunaban en la plaza, había llegado el momento de asumir el control de mi vida. ¿Por qué esperar a que otra persona me dijera cómo podrían o no podrían resultar las cosas? Me dije a mí misma, con la voz de mi madre, que debía dejar de perseguir sueños imposibles y contentarme con lo que tenía. Quería ser feliz y me daba la sensación de que me lo merecía.

Apagué la luz y me fui a la cama. En la oscuridad, le susurré a Eimin:

– ¿Qué necesitamos para casarnos?