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– -¿Estás bien, cariño? --preguntó en voz baja. Le acarició la espalda con una preocupación tan solícita que casi lancé una risotada.

– Solo es agua -señalé.

– Podrías haber tenido más cuidado -me dijo frunciendo el entrecejo-. Estaba a punto de replicar.

Solté un bufido.

– ¿Crees realmente que fue un accidente? Tiré el agua para…

– Basta ya, Bennie -me interrumpió Mark con una toalla mojada en la mano-. Ya me ocupo yo.

– -¿Lo harás?

– -Sí --dijo, nervioso.

– -Será mejor que lo hagas. Tengo que irme. Tengo un nuevo cliente. Mucha suerte, chicos. -Di media vuelta para evitar el charco y traspasé las pesadas puertas de caoba. Cuando se cerraban, oí la risa de Eve seguida de la de Mark. La masculina, más sonora.

Recordé su risa, lo recordé todo.

Ahora, lo que tenía que hacer era olvidarme.